¿Quién nos ha quitado la comida?
El
lunes, los ojos del mundo estaban puestos en un barco que salía del puerto de
Odesa con 26.000 toneladas de maíz ucraniano, el primer cargamento de este tipo
desde la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero.
Por: Miguel
A. Saavedra
Durante
meses, todas las revistas y periódicos publicaron el mismo titular: Se avecina
una crisis alimentaria mundial. Los precios récord de los alimentos habían
sumido a millones de personas en la inseguridad alimentaria y a las comunidades
en la pobreza. Poco después de que las tropas rusas entraran en Ucrania, el
precio del trigo se disparó un 70 por ciento y los líderes y lideresas
occidentales trataron de vincular la subida de precios a la guerra. Rusia, a su
vez, culpó a las sanciones estadounidenses y europeas impuestas contra ella, y
Ucrania y Europa culparon al "bloqueo" de los puertos ucranianos.
Pero la crisis del hambre es anterior al conflicto. "Casi una de cada tres personas en el mundo (2.370 millones) no tenía acceso a una alimentación adecuada en 2020", según un informe de 2021 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Sin embargo, la producción y el suministro, especialmente de productos básicos como el trigo, no han cambiado mucho. Mucho antes de que los cereales salieran del puerto de Odesa, los precios del trigo, que se habían disparado desde febrero de este año, ya habían bajado: a mediados de julio, cayeron a los niveles anteriores a la guerra.
Producimos
alimentos más que suficientes para alimentar a toda la población mundial. Sin
embargo, nuestro pueblo pasa hambre. El aumento de los precios de los alimentos
de este año, y de hecho de los años anteriores, nunca se debió a la
interrupción del suministro, al menos no exclusivamente, sino a la especulación
y usura en los mercados, un hecho que se ha ignorado en todos los informes
importantes sobre la crisis alimentaria del Banco Mundial, la FAO y otras
instituciones internacionales.
Nuevos
datos de Lighthouse Reports, una organización europea sin ánimo de lucro,
muestran que la especulación en los mercados de materias primas es el motor
dominante de la subida de precios, siendo los especuladores responsables del 72
por ciento de toda la actividad de compra en el mercado de trigo de París en abril.
Crean hambre porque pueden hacerlo. Cada año, decenas de millones de agricultores de subsistencia son expulsados de sus tierras por las multinacionales de la agroindustria. Este proceso –en su escala, casi sin precedentes en la historia de la humanidad– destruye la producción agrícola sostenible y obliga a las personas a vivir en barrios marginales, donde el acceso a los alimentos depende de los precios y los ingresos. La pobreza, y no la subproducción, es la causa del hambre.
Durante
décadas, fuerzas populares como La Vía Campesina han luchado por construir un
sistema alimentario mundial más justo. Se puede hacer: la huelga de
agricultores de la India de 2020-21, que consiguió anular tres leyes agrícolas
neoliberales, nos da confianza sobre el poder del pueblo para resistir al
régimen global del hambre. Pero para ganar, las fuerzas populares tendrán que
ir más allá: ganar el poder del Estado y ejercerlo para recuperar los alimentos
de las garras de quienes se benefician de nuestra hambre.
En
solidaridad,
El
Secretariado de la Internacional Progresista.
El
Independiente