Contemplación de Jesucristo, pobre (Con S. Agrelo)
Hilvanes
de una reflexión compartida en el CITES (Ávila) esta mañana de Agosto. Santiago
Agrelo acompaña a los sacerdotes del Prado en la sesión de formación en torno
al tema "La pobreza del Sacerdote". Agrelo que ha comenzado dando
gracias a Dios que le ha conducido por un camino de evangelio para no ser un
fundamentalista ideológico ha expuesto claves teológicas fundamentales para
acercarse al Dios pobre y de los pobres. Aquí con rapidez os comparto algunos
de los hilvanes que me han llamado la atención de su tejido cosido con vida y
fraternidad en la pobreza del pueblo subsahariano.
02.08.2022
| José Moreno Losada
"Doy
gracias a Dios que me ha llevado por un camino de evangelio para no ser un
fundamentalista ideológico."
No podemos desconectar a Cristo, la iglesia, los pobres. Tendríamos que destruir el evangelio, en especial el capítulo 25 de san Mateo: "a mí me lo hicistéis".
A
la iglesia se le critica por la riqueza, pero lo que más me duele es que los
pobres nos consideran a los de la iglesia ricos, vienen a nosotros como ricos
para que les ayudemos. No nos consideran como de ellos. No están en nuestras
comunidades.
En
la caridad evangélica con los pobres es donde se define nuestra construcción
del Reino de Dios, un futuro según Dios, el de la fraternidad, el reino de
Jesús: acogida, comprensión, un sueño, puesto en nuestras manos.
Nuestro
bienestar ha empobrecido a los más pobres. Tiramos lo que hemos quitado a los
pobres, nuestro poder los obliga a abandonar su mundo, sin dejarles ir a ningún
sitio.
Nosotros
somos la iglesia que es cuerpo de Cristo, evangelio para los pobres que sufren,
eso forma parte de nuestro credo.
El
Dios de Jesucristo es el Dios de los pobres. La pascua es el referente
veterotestamentario del Dios que no le importan las pirámides y los templos, la
gloria de los reinos, es el Dios de los pobres, de un pueblo de esclavos, que
escucha su grito y se compadece para liberarlo y llevarlo a la tierra de
libertad. Es un Dios antifronteras: “Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, no
defraudes al pobre.”
El
rito sin corazón me asquea, dice el Señor: “vuestras manos están llenas de
sangre…” ¿Querrá Dios ver nuestros ritos
y oraciones de poderosos entre los hambrientos, los humillados, de poderes que
matan a los pobres, que levantan muros?
El
verbo encarnado es el hijo único que el Padre nos ha entregado para que nadie
perezca y nos llegue la vida eterna. Es un don de Dios, el pozo del agua de la
vida que nos puede hacer surtidores para la sed de la humanidad. Somos para que
los pobres puedan alimentarse de la Palabra de Dios que les ama con compasión y
misericordia, no para buscarnos a nosotros mismos. Buscar a los sedientos de
vida, de perdón, ternura, compasión, a los que tienen hambre de pan de vida, de
luz del mundo, para caminar, ver. Esa es la misión.
Hemos
sido bautizados en Cristo, en su muerte y resurrección, para adentrarnos en su
encarnación. Morir para dar vida sin buscarnos la seguridad. Hoy siguen
muriendo en las fronteras, los cristos crucificados, por la misma razón que
Jesús: conviene que mueran ellos por nosotros. Jesús vino para ellos, para los
crucificados de la historia, para los que sufren.
El
texto clave de mi vida: “El espíritu de Dios está sobre mí… para evangelizar a
los pobres, libertad, vista, gracia”. El verbo evangelizar lo hemos reducido a
doctrinas, el mismo misal actual tiene sabor doctrinal más que evangelizador.
Así no se cumple la escritura que acabamos de escuchar en nuestras liturgias.
Si a la fe le quitamos los pobres nos quedamos sin fe, si a nuestro Dios le
quitamos los pobres, nos quedamos sin Dios. Ahora tiene que cumplirse, es ahora
en la vida eclesial, en nuestra vida, donde tiene que hacerse verdad para los
enviados y para los pobres que lo necesitan: la libertad, la compasión, el pan,
la luz, el perdón…
¿Cómo podemos hacer liturgias en torno a imágenes de cristos crucificados olvidando a los cristos crucificados que están muriendo en nuestras fronteras… y lo justificamos afirmando que ellos deben morir para seguir nosotros en nuestro bienestar?
La
eucaristía es el sacramento de la comunión con la fraternidad universal, del
abrazo con los pobres. Al comulgar recibimos al Dios de los Pobres, al Verbo
encarnado, al resucitado que nos envía a dar la buena noticia a los que sufren.
No podemos recibir a Cristo en el altar y rechazarlo en la historia de cada
día. Necesitamos coherencia y verdad eucarística. Salir de la ideología.
"Ayer
dos mil quinientos subsaharianos - los que buscan vivir- intentaron pasar las
alambradas en Melilla, lo consiguieron quinientos. La nota del delegado de
Gobierno hablaba de "extrema violencia en los asaltantes". Fueron
heridos veinticinco policías, no lo consiguieron dos mil... ¿qué pasaría con
ellos?". Otra noticia ideologizada que criminaliza a los pobres
hambrientos. Y nosotros la Iglesia seguimos impasibles
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