AUMÉNTANOS LA FE
En
aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor:
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Auméntanos la fe
El
Señor contestó:
Si
tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:<<Arráncate
de raíz y plántate en el mar>>, y os obedecería. Suponed que un criado
vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de
vosotros le dice: <<Enseguida, ven y ponte a la mesa>>? ¿No le diréis:
<<Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después
comerás y beberás tú>>? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha
hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho lo mandado, decid:
<<Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que
hacer>>
(Lucas 17, 5-10)
FE MÁS VIVA EN JESÚS
<<Auméntanos la
>>. Así le piden los apóstoles a Jesús: <<Añádenos más fe a la que
ya tenemos>>. Sienten que la fe que viven desde niños dentro de Israel es
insuficiente. A esa fe tradicional han de añadirle <<algo más>>
para seguir a Jesús. ¿Y quién mejor que él para darles lo que falta a su fe?
Los discípulos le están pidiendo una nueva dosis de fe, pero lo que necesitan no es eso. Su problema consiste en que la fe auténtica que hay en su corazón no llega ni a <<un granito de mostaza>>.
Jesús les viene a decir: lo importante no es la cantidad de fe, sino la calidad.
Lo primero que
necesitamos hoy los cristianos no es <<aumentar>>nuestra fe en toda
la doctrina que hemos ido formulando a lo largo de los siglos. Lo decisivo es
reavivar en nosotros una fe viva y fuerte en Jesús. Lo importante no es creer cosas.
Sino creerle a él.
Jesús es lo mejor que tenemos en la Iglesia y lo mejor que podemos ofrecer y comunicar al mundo de hoy.
Por eso nada hay más
urgente y decisivo para los cristianos que poner a Jesús en el centro del cristianismo,
es decir, en el centro de nuestras comunidades y nuestros corazones.
Para ello necesitamos
conocerlo de manera más viva y concreta, contagiarnos de su pasión por Dios y su
compasión por los últimos.
AUMÉNTANOS LA FE
A medida que Jesús les
descubre el proyecto de Dios y la tarea que les quiere encomendar, los
discípulos sienten que no les basta la fe que viven desde niños para responder
a su llamada. Necesitan una fe más robusta y vigorosa.
Han pasado más de
veinte siglos. ¿No necesitamos pedir de nuevo al Señor que aumente nuestra fe?.
Señor, auméntanos la
fe. Enséñanos que la fe no consiste en creer en algo, sino en creer en ti, Hijo
encarnado de Dios, aprender a vivir con tu estilo de vida y seguir de cerca tus
pasos.
Enséñanos a vivir en
estos tiempos una fe fundada no en apoyos externos, sino en tu presencia viva
en nuestros corazones y en nuestras comunidades creyentes.
Auméntanos la fe.
Haznos vivir una relación más vital contigo, sabiendo que tú, nuestro Maestro y
Señor, eres lo primero, lo más valioso y atractivo que tenemos en la Iglesia.
Ayúdanos a vivir
humildemente nuestra fe con pasión por Dios y compasión hacia los que sufren.
Auméntanos la fe. No
nos dejes caer en un cristianismo sin cruz.
Enséñanos a seguirte
tomando nuestra cruz cada día.
LA AUDACIA DE CREER
La pregunta sobre el
misterio del universo parece inevitable para todos. Lo propio de los creyentes,
a diferencia de los agnósticos es que nos atrevemos a abandonarnos de manera
confiada a ese Misterio que subyace a la <<totalidad del universo>>.
Como decía Karl Rahner,
una ínfima partícula del cosmos se atreve a relacionarse con la <<totalidad
incomprensible y fundante del universo. Los cristianos hemos de tomar más conciencia
de la audacia inaudita que supone atrevernos a confiar en el misterio de Dios.
El mensaje más nuclear
y original de Jesús ha consistido precisamente en invitar al ser humano a
confiar incondicionalmente en el Misterio insondable que está en el origen de
todo.
Esto es lo que resuena
en su anuncio: <<No tengáis miedo…Confiad en Dios. Llamadlo Abbá, Padre
querido. Él cuida de vosotros. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.
Tened fe en Dios>>
El ser humano se está
alejando hoy de Dios no porque esté convencido de su no existencia, sino porque
no se atreve a abandonarse confiadamente a él.
ORAR DESDE LA DUDA
En el creyente pueden
surgir dudas sobre un punto u otro del mensaje cristiano. Un Son cuestiones que
están pidiendo una mayor clarificación.
La duda nos hace
experimentar que no somos capaces de <<poseer>>la verdad. Ante el misterio
último de la existencia hemos de caminar con humildad y sinceridad.
La duda, por otra
parte, pone a prueba mi libertad. Nadie puede responder en mi lugar. Soy yo el
que me encuentro enfrentado a mi propia libertad y el que tengo que pronunciar
un <<si>> o un <<no>>.
¿Estoy dispuesto a
dejarme interpelar por la verdad del Evangelio?. La fe brota del corazón
sincero que se detiene a escuchar a Dios. Si de verdad buscamos a Dios, siempre
podemos decir desde el fondo de nuestro corazón esa oración de los discípulos: <<Señor,
auméntanos la fe>>. El que ora así es ya creyente.
RECONSTRUIR LA
EXPERIENCIA RELIGIOSA
Hoy no se puede creer
en Dios como hace unos años. A nosotros nos toca la apasionante tarea de
aprender caminos nuevos para abrirnos al misterio de Dios, siguiendo de cerca a
ese Jesús que sabía <<enseñar el camino de Dios conforme a la verdad>>.
¿Cómo reconstruir hoy
la experiencia religiosa?
Lo primero, hoy como
siempre, es reconocer y aceptar la propia finitud. En el fondo, la vida me va
diciendo de mil formas que yo no soy todo, no lo puedo todo, no soy la fuente
de mi ser ni su dueño.
El segundo paso es
aceptar ser desde esta realidad que llamamos <<Dios>>. Aceptar con
confianza ese Misterio que fundamenta nuestro ser.
La fe
<<sucede>> en nuestro interior como gracia y regalo del mismo Dios.
La persona <<sabe>> que no está sola, y acepta vivir de esa
presencia oscura, pero inconfundible de Dios.
La confianza en ese Misterio
que llamamos <<Dios>> lo cambia todo. Hay muchas cosas que seguimos
sin entender, pero <<sabemos>> que la palabra <<Dios>>
encierra un misterio en el que está lo que de verdad desea el corazón humano.
Cuánto bien hace a
quienes viven en plena crisis religiosa repetir la oración de los apóstoles:
<<Auméntanos la fe>>.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.