Intervención del
teólogo brasileño en el 41 Congreso de Teología de la asociación Juan XXIII
Hacia una Iglesia
samaritana y cuidadora de la Naturaleza
"Todo parece
indicar que el vírus es un contra-ataque de la Madre Tierra a raiz de la
secular agresión que los poderosos le hicieran devastando enteros ecosistemas
en función de la acumulación de bienes materiales"
"La Madre Tierra
nos quiere decir: paren este tipo de relación violenta contra mí que les doy
cotidianamente todo lo que necesitan para vivir. En caso contrario, vendrán
otros virus más dañinos y eventualmente el Gran Virus (The Next Big One) contra
el cual las vacunas serán ineficaces y gran parte de la biosfera podrá verse
peligrosamente afectada"
"Con el viraje
hacia el paradigma del frater, del hermano y de la hermana, se abre una ventana
de salvación"
"Hoy día el mayor
problema de la humanidad no es ni el económico, ni el político, ni el cultural,
ni el religioso, sino la falta de solidaridad con otros seres humanos que están
a nuestro lado"
11.09.2022 Leonardo Boff
Antes de abordar el tema -Hacia una Iglesia samaritana y cuidadora de la Naturaleza– pretendo hacer dos observaciones:
- La primera: ¿qué mensaje la Madre Tierra nos quiere comunicar con la intrusión del Coronavírus?
- La segunda: la confrontación de dos paradigmas civilizatorios: del dominus y del frater: ¿cuál es su significado para la actual crisis generalizada?
Vamos a la primera
observación: más allá de las vacunas y de todas las precauciones contra la
diseminación del vírus, hay que preguntarse: ¿de donde viene el vírus? Todo
parece indicar que el vírus es un contra-ataque de la Madre Tierra a raiz de la
secular agresión que los poderosos le hicieran devastando enteros ecosistemas
en función de la acumulación de bienes materiales. En otras palabras, es una
respuesta al antropoceno y al necroceno. Tocamos los limites ecológicos de la
Tierra al punto de que necesitamos más de un planeta y medio para atender al
consumo y especialmente al consumismo suntuoso de una pequeña porción de la
humanidad.
La Madre Tierra nos
quiere decir: paren este tipo de relación violenta contra mí que les doy
cotidianamente todo lo que necesitan para vivir. En caso contrario, vendrán
otros virus más dañinos y eventualmente el Gran Virus (The Next Big One) contra
el cual las vacunas serán ineficaces y gran parte de la biosfera podrá verse
peligrosamente afectada. O vendrán otros eventos extremos como grandes
catastrofes ecologico-sociales.
Todo está indicando que
tal mensaje no está siendo oído por los jefes de Estado, los directores de las
grandes corporaciones multinacionales y por la población en general. Si lo
escucharan, tendrían que cambiar su modo de producción, las ganancias absurdas
y perder sus privilegios.
Hay que reconocer que la Covid-19 cayó como un meteoro rasante sobre el capitalismo neoliberal desmantelando sus mantras: el lucro, la acumulación privada, la competencia, el individualismo, el consumismo, el Estado reducido al mínimo y la privatización de la cosa pública y de los bienes comunes.
Mientras, planteo
inequívocamente la disyuntiva: ¿vale más el lucro o la vida? ¿Debemos salvar la
economía o salvar vidas humana? Si hubiéramos seguido tales mantras todos
estaríamos en peligro.
Lo que nos ha salvado
fue lo que le falta al capitalismo: la solidaridad, la cooperación, la
interdependencia entre todos, la generosidad y el cuidado mutuo de la vida de unos
y otros y de la naturaleza.
Segunda observación: El
presente caos sanitario, ecológico, social, politico y espiritual es la
consecuencia derivada del paradigma que ha dominado en los últimos tres siglos de nuestra
historia, ahora globalizada. Los padres fundadores de la Modernidad del siglo
XVII entendían el ser humano como el dominus, el maître et possesseur de la
naturaleza y no como parte de ella. Para ellos la Tierra carece de propósito y
la naturaleza no tiene valor en sí misma, sino que está solo ordenada al ser
humano que puede disponer de ella a su antojo. Este paradigma ha modificado la
faz de la Tierra, trajo innegables beneficios, pero en su afán de dominar todo,
ha creado el principio de autodetrucción de sí mismos y de la naturaleza con
armas químicas, biológicas y nucleares.
El fin del mundo ya no
es cosa de Dios, sino del proprio ser humano que se ha enseñoreado de la propia
muerte. Llegamos a tal punto que el Secretario General de la ONU, António
Guterrez dijo recientemene en un encuentro en Berlín sobre el calientamento
global que crece de forma no prevista: “Solo tenemos esta elección: la acción
colectiva o el suicidio colectivo”.
De cara al paradigma
del dominus el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti propone otro
paradigma: el del frater el hermano y la hermana, él de la fraternidad
universal y de la amistad social (n.6; 128). Desplaza el centro: de una
civilización técnico-industrial, antropocéntrica e individualista a una
civilización de la solidaridad, de la preservación y del cuidado de toda la
vida.
Sabemos, por datos de
la ciencia, que todos los seres vivos tienen en común el mismo código genético
de base, los 20 aminoacidos y las mismas cuatro bases nitrogenadas, desde la
célula más primitiva de 3,8 mil millones de años, pasando por los dinosaurios,
los caballos y legándonos a nosotros. Por eso somos de hecho, y no retórica o
místicamente, hermanos y hermanas. Esto lo reafirma la Carta de la Tierra
así como las dos encíclicas ecológicas
del Papa Francisco.
Estos dos paradigmas
están hoy altamente confrontados. Si seguimos el paradigma del señor y dueño
que usa el poder como dominación de todo, hasta de las últimas dimensiones de
la materia y de la vida, vamos seguramente al encuentro de un armagedón
ecológico, con el riesgo de exterminar la vida en la Tierra. Sería el justo
castigo por las ofensas y heridas que hemos infligido a la Madre Tierra por
siglos y siglos. Ella seguirá su curso alrededor del sol pero sin nosotros.
Con el viraje hacia el
paradigma del frater, del hermano y de la hermana, se abre una ventana de
salvación. Superaremos la visión apocalíptica de la amenaza del fin de la
especie humana, por una visión de esperanza, de que podemos y debemos cambiar
de rumbo y de ser de hecho hermanos y hermanas dentro de la misma Casa Común,
la naturaleza incluída. Sería el bien vivir y convivir del ideal andino, en
armonía entre los humanos y con toda la naturaleza.
Este es el contexto
dentro del cual se debe situar la acción de la Iglesia que se propone ser
samaritana y cuidadora de todo lo que existe y vive.
El Papa Francisco de
Roma, inspirado por el otro Francisco, él de Asís, se dió cuenta de la gravedad
de la situación dramática del sistema-Tierra y del sistema-vida, y formuló uma
respuesta. En la Laudato Sì: cómo cuidar de la Casa Común invitó a todos a “una
conversión ecológica global” (n. 5), además, “una pasión por el cuidado del
mundo”...”una mística que nos anima, impele, fomenta y da sentido a la acción
personal y comunitaria”(n. 216). En la Fratelli tutti fue todavia más radical:
“estamos en el mismo barco, o nos salvamos todos o nadie se salvará”(n.32)
Creo que los elementos
de las dos encíclicas ecológicas del Papa Francisco pueden servirnos de
inspiración para realizar la misión de ser samaritanos y cuidadores de toda
vida.
Pero lo primero es por
dónde empezar. Aquí el Papa revela su actitud básica, repetida a menudo a los
encuentros con los movimientos sociales sea en Santa Cruz de la Sierra en
Bolivia, sea en Roma:
«No esperéis nada de arriba porque siempre
viene más de lo mismo o todavía peor; empiecen por ustedes mismos», “desde abajo,
desde cada uno de vosotros, a luchar por lo más concreto y local, hasta el
último rincón de la patria y del mundo» (Fratelli n. 78). El Papa sugiere lo
que hoy es la punta de la discusión ecológica mundial: trabajar la región, el
biorregionalismo que permite la verdadera sostenibilidad, con una agroecología,
una democracia popular y participativa que humaniza las comunidades y articula
lo local con lo universal (Fratelli n. 147).
De la mano de la
parábola del Buen Samaritano, hace un análisis riguroso de los diversos
personajes que entran en escena y los aplica a la economía política, culminando
con la pregunta: “¿con quién te identificas (con el herido del camino, con el
sacerdote, con el levita o con el extranjero, el samaritano, despreciado por los
judíos)? Esta pregunta es cruda, directa y decisiva. ¿A cuál de ellos te
pareces?” (Fratelli n.64). El Buen Samaritano se convierte en modelo del amor
social y político (n. 66).
Eso me hace recordar lo
que decía simpre el gran obispo de los indigenas de Chiapas en México, tan mal
comprendido por Roma, Monseñor Samuel Ruiz: “Esta es la pregunta que el Juez
Supremo hará a cada uno en el termino de su vida: de que lado estuviste? ¿A
quién has defendido? ¿Que personas has elegido?” En la contestación a estas preguntas
se decide el destino humano.
Como nunca antes en la
historia la Iglesia, sea local, sea universal, debe mostrarse samaritana porque
son millones y millones caídos en los caminos, muriendo de hambre o de las
enfermidades del hambre. Es cruel constatar que 1% de la humanidad tiene más
riqueza que 4,6 mil millones de personas. Son inhumanos y sin piedad. En este
campo, en todos los países las Iglesias se han mostrado samaritanas,
especialmente, con los más vulnerables. Una ola inmensa de solidaridad se ha
mostrado en los movimientos cristianos que han ofertado centenares de toneladas
de productos agroecológicos y millones de platos de comida a los marginados en las
periferias de las ciudades.
Curiosamente el Papa
Fraancisco, en el arco del nuevo paradigma de la fraternidad universal y del
amor social, confiere una significación politica a dimensiones que siempre
fueron tratadas en el campo de la subjetividad, como la ternura, el cuidado y
la amabilidad. Afirma que “en la política hay lugar para el amor con ternura: a
los más pequeños, a los más débiles, a los más pobres; ellos deben
enternecernos y tienen el 'derecho' de llenar nuestra alma y nuestro corazón;
sí, son nuestros hermanos y hermanas y como tales debemos amarlos y tratarlos
de esta manera” (Fratelli n. 194).
Se pregunta qué es la
ternura y responde: “es el amor que se hace cercano y concreto; es un
movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las
manos” (n.196).
Igualmente define la
amabilidad en su aspecto politico que significa “un estado de ánimo que no es
áspero, duro, rudo, sino afable, gentil, que sostiene y conforta. La persona
que posee esta cualidad ayuda a los demás a hacer más llevadera su existencia»
(Fratelli n. 223). Este es un desafío para los políticos, hecho también a los
obispos y sacerdotes: hacer la revolución de la ternura. De la misma forma ve
en la solidaridad una forma “de cuidar de la fragilidad humana” (Fratelli
n.115).
La esencia de la
Iglesia, cuyas raíces se encuentran en la comunión de las tres divinas
Personas, reside en la communio y no en la sacra potestas es decir en su
estructura jerarquica y piramidal. El Papa Francisco, especialmene en la
Laudato Sì lo traduce en términos de la moderna ecología y fisica cuántica: un
hilo conductor recorre todo el texto, sosteniendo “que todo está relacionado y
no existe nada fuera de la relación (LS nn. 117 y120). Aquí reside el primado
de la communio como valor ecológico y principalmente eclesiológico.
La misión de la Iglesia
es construir puentes, puentes afectivos entre todos y con la naturaleza. Es
rehacer las relaciones rotas por el individualismo de la cultura del capital.
De hecho, la bioantropología y la psicología evolutiva han dejado claro que la
esencia específica del ser humano es cooperar y relacionarse con todos. No hay
ningún gen egoísta, formulado por Dawkins a finales de los 60 del siglo pasado
sin ninguna base empírica. Todos los genes están interrelacionados entre sí y
dentro de las células. En este sentido, el individualismo, valor supremo de la
cultura del capital, es antinatural y no tiene ninguna sustentación biológica.
Otro punto fundamental
en la misión samaritana de la Iglesia es el cuidado por todo lo creado. El
cuidado esencial pertenece a todos los seres vivos y, según la antigua fabula
del cuidado, del esclavo Higinio, profundizada por Martin Heidegger en su Ser y
Tiempo, el cuidado es la esencia de lo humano sin el cual nadie subsistiría. No necesito narrar la fabula
porque la trabajé en profundidad en mi libro que está en español: Saber cuidar:
etica de lo humano y compasión por la Tierra.
El cuidado es, además,
una constante cosmológica: las cuatro fuerzas que sostienen el universo (la
gravitatoria, la electromagnética, la nuclear débil y la nuclear fuerte) actúan
sinérgicamente con extremo cuidado sin el cual no estaríamos aquí reflexionando
sobre estas cosas.
El cuidado supone una
relación amiga de la vida, protectora de todos los seres porque los ve como un
valor en sí mismo, independiente del uso humano. Fue la falta de cuidado de la
naturaleza, devastándola, lo que hizo que los virus perdieran su hábitat,
conservado durante miles de años y pasaran
al ser humano. Todo lo que cuidamos, lo amamos y todo lo que amamos, lo
cuidamos.
El ecofeminismo ha
aportado una contribución significativa a la preservación de la vida y de la
naturaleza con la ética del cuidado, porque el cuidado adquiere una especial
densidad en las mujeres.
Otro punto fundamental
en la misión de la Iglesia es la solidaridad. Está en el corazón de nuestra
humanidad y de suyo es un valor eclesiologico como se pude constatar en las
comunidades de la Iglesia primitiva y yo añadiría en las comunidades eclesiales
de base que están por todas las partes de la Iglesia.
Los bioantropólogos nos
han revelado que cuando nuestros antepasados antropoides buscaban sus
alimentos, no los comían aisladamente. Los llevaban al grupo y servían a todos
empezando por los más jóvenes, después a los mayores y luego a todos los demás.
De esto surgió la comensalidad y el sentido de cooperación y solidaridad. Fue
la solidaridad la que nos permitió dar el salto de la animalidad a la
humanidad. Lo que fue válido ayer también vale para hoy.
Esta solidaridad no
existe sólo entre los humanos. Es otra constante cosmológica: todos los seres
conviven, están involucrados en redes de relaciones de reciprocidad y
solidaridad de forma que todos puedan ayudarse mutuamente a vivir y
co-evolucionar. Incluso el más débil, con la colaboración de otros subsiste,
tiene su lugar en el conjunto de los seres y coevoluciona.
El sistema del capital
no conoce la solidaridad, solo la competición que produce tensiones,
rivalidades y verdaderas destrucciones de otros competidores en función de una
mayor acumulación. Tiene una tendencia suicida.
Hoy día el mayor
problema de la humanidad no es ni el económico, ni el político, ni el cultural,
ni el religioso, sino la falta de solidaridad con otros seres humanos que están
a nuestro lado. El capitalismo no ama la persona, solo su capacidad de
producción y de consumo.
Como cristianos y
cristianas en el seguimiento de Jesús, debemos hacer del hecho de la
solidaridad esencial, un proyecto, vale decir, una opción conciente: solidarios
a partir de los últimos e invisibles, de aquellos que no cuentan para el
sistema imperante y son considerados como ceros económicos y prescindibles.
Aqui reside la base espiritual y teologal de la Teologia de la Liberación, cuyo
eje central es la opción por los pobres, contra su pobreza y a favor de su
liberación.
¿Cuál es el proyecto de
sociedad soñado por el Papa Francisco, fundado en la fraternidad universal y en
el amor social? Lo que resulta de sus textos y pronunciamientos es una sociedad
biocentrada. La vida con toda su diversidad detiene la centralidad. La economía
y la política están a su servicio para que esta vida se mantenga en la Tierra,
Tierra esta entendida como viva, la Magna Mater de los antiguos, la Pachamama
de los andinos y la Gaia de los modernos.
Todo esto no puede ser
apenas un proyecto formulado intelectualmente utilizando todos los recursos
técnicos y científicos a nuestra disposición. Tenemos que incorporar algo
fundamental: la razón cordial o sensible. En este tipo de inteligencia reside
el mundo de las excelencias, que nos mueve y nos propicia una ética, una espiritualidad
y el cuidado de tal forma que construímos un lazo afectivo con nuestra Madre
Tierra.
La razón intelectual,
importante para dar cuenta de la complejidad de nuestras sociedades, tiene solo
unos 7-8 millones de años. La razón cordial o sensible tiene como dos cientos y
veinte millones de años e irrumpió cuando surgieron los mamiferos en el proceso
de la evolución. La madre al dar a luz a su cría, la ama, la cuida y la
defiende. Nosotros, los humanos, somos mamíferos racionales, penetrados de
afecto, de cuidado y de cariño con nuestros hijos y hijas.
Hoy esta dimensión
afectiva está practicamente ausente en los procesos técnico-científicos,
típicos de nuestro paradigma moderno. Importa enriquecer la razón intelectual
con la razón sensible y cordial para movernos a amar y cuidar de la Tierra y de
la naturaleza. En su encíclica Laudato Sí el Papa Francisco muestra varias
veces poéticamente esta razón cordial y sensible. Ve en San Francisco “el
ejemplo por excelencia del cuidado....
tenia un corazón universal” (LS n.10). En otro lugar dice con profunda sensibilidad
cordial: “Todo está relacionado y todos nosotros, seres humanos, caminamos
juntos como hermanos y hermanas en una peregrinación maravillosa....que nos une
también con tierna afección al hermano Sol, a la hermana Luna, al hermano rio y
a la Madre Tierra” (LS nn. 92 y 86).
Sin el rescate de los
derechos del corazón no vamos a comprometernos en la salvación de los
“commons”, ni vamos establecer una alianza afectiva con el hermano bosque, con
la hermana agua, en fin, com todos los seres de la naturaleza de cual somos
parte.
Unidos, corazón y
mente, podemos dar sostenibilidad al proyecto de una civilización biocentrada.
El próximo paso de la humanidad es empezar a dar cuerpo a este tipo de
civilización, que podrá garantizar un futuro bienaventurado a la Casa Común, la
naturaleza incluida.
Termino com una frase
del libro de la Sabiduría, citado por el Papa en la enciclica Laudato Sì (n.
89):”Señor, tu amas todo cuanto existe, y no aborreces nada de lo que hiciste;
pues, si odiaras algo, no lo hubieras creado... Tú eres indulgente con todas las
cosas, porque todas son tuyas, oh Señor, amante de la vida (Sab 11,24-26).
Un Dios que es
apasionado amante de la vida no va a permitir que sus hijos e hijas perezcan
así miserablemente. Tenemos esperanza de que habrá cambios sustanciales en la
conciencia de la humanidad, de cara a las amenazas que pueden exterminarla, que
hará, en fin, “una conversión ecológica global” (LS n.5) y así seguiremos
viviendo y resplandeciendo en este pequeño y radiante planeta Tierra, nuesta
Gran Madre y Casa Común.
Dixi et salvavi animam meam.
*Leonardo Boff,
teologo, filosofo y escritor. Escribió: Ecología: grito de la Tierra-grito de
los pobres, Trotta 2000; con el
cosmólogo Mark Hathaway, El Tao de la liberación: explorando la ecología de
transformación, Trotta 2011.