Hijo (El hijo pródigo)
Martín Irure
Cuando el hijo se
despidió del padre
- Adiós viejo, gracias
por todo
- Y hasta siempre,
se sentía el hombre más
dichoso
y libre de la tierra,
como si estuviera
viviendo
un sueño irrealizable.
Era un joven
postmoderno.
No me importan, decía,
la ética y las leyes,
ya está bien
de tradiciones y
relatos,
y todos esos rezos
aburridos
no quiero mirar más al
pasado,
ni a las amenazas o
esperanzas
del futuro.
Quiero vivir mi vida,
quiero vivirla ya,
quiero ser alegre y
divertido,
lejos del aguafiestas
de mi hermano
y del cantamañanas del
viejo.
Vivir la vida y dejar
vivir,
degustar cada fragmento
de placer
o de belleza;
divertirse;
dejarse embriagar de
sensaciones;
olvidar el debes y el
porqué;
apreciar cada flor y
cada beso.
El resto, ya sabéis.
Disfrutó. Aquello fue
demasiado.
Pero pronto
_ ¡qué fugaz es la
vida! ,
muy pronto- se agotó la
pasta.
Vinieron los cerdos,
como un mal rollo.
Así que será mejor
volver al refugio
y olvidar esta
experiencia.
Sé que el padre me
espera.
Lo conozco.
Vale la pena una
reconciliación
con él.
Quiero serle sincero; se lo merece.
Voy a cantar toda la
verdad.
Quiero decirle que lo
siento por él,
sólo por él.
Quiero decirle que la
vida, sin él,
tiene menos sentido.
Después, Dios dirá.
Pero todo será distinto,
espero.
Palabras para el Silencio
Colaboración de Juan García de Paredes.