JESÚS NO HIZO
SACERDOTES
Le enmendaron la plana
Martín Valmaseda –
Jesús López Sáez
El filósofo francés
Voltaire (1684-1778) dijo acertadamente que Dios creó al hombre a su imagen y
los hombres han hecho lo mismo con Dios. Pero, claro, el resultado es muy
diferente.
Pasa lo mismo con
Yeshúa de Nazaret, el “Ungido de Dios”, el “Cristo”, el “Hijo de Dios”. También
lo hemos hecho “a nuestra imagen” y, de hecho, no concuerda con el original.
Por ejemplo, ahora está
de moda esa pintura de Jesús con “fuegos
artificiales” que le salen del corazón. ¿Qué tiene que ver el campesino de
Galilea con esa imagen de colorines que nos ponen en los templos y en estampas?
Aparte de las imágenes
que nos inventamos, lo peor son las cosas que "decimos" y que no
tienen nada que ver con lo que “dicen” los evangelios.
Como intento ser
sincero, debo decirles que hay deformaciones que proceden simplemente de la
ignorancia, pero hay otras que proceden de los intereses, de quienes están...,
eso, interesados en llevar el agua a su molino, deformando la realidad a su
gusto.
Si les parece, vemos
algún ejemplo. Lo que se anuncia en el título: Jesús no hizo sacerdotes. Le
enmendaron la plana.
Cuando vemos las
pinturas de Leonardo da Vinci y otros en la Última Cena con la sagrada oblea
delgada y redonda en manos de Jesús... nos parece que, claro, el hijo de Dios
dio el primer paso y eso es lo que hacen hoy todos los curas en el mundo.
No se asusten si les
digo que la palabra sacerdote no la usó Jesús para sí mismo.
En medio del judaísmo
de su tiempo Jesús aparece como profeta laico, vestido normal. Dice la
Escritura: "Si estuviera en la tierra, ni siquiera sería sacerdote".
En la foto, vida religiosa en Israel (BIBLIA PARA LA INICIACIÓN CRISTIANA)
Jesús no es “sacerdote
levítico”, sino otra cosa muy distinta. Es sacerdote, pero de una forma nueva:
"Tú eres por siempre sacerdote según el orden de Melquisedec".
¿Y en qué consiste esa
forma nueva? Dice la Escritura: "No quisiste sacrificios ni holocaustos”,
“aquí estoy para hacer tu voluntad". Hacer la voluntad de Dios,
manifestada en su palabra y cumplida en la historia, ese es el nuevo
sacerdocio.
Con Jesús todo cambia.
Todo lo hace nuevo. Se suprimen las antiguas barreras. Se abre "un camino
nuevo y vivo, inaugurado para nosotros". No hace falta templo: “Los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. El nuevo
templo es el cuerpo resucitado de Jesús, que se hace presente de muchas maneras
y, de una forma especial, en la reunión de la comunidad: “Vosotros sois el
cuerpo de Cristo”, dice Pablo a los cristianos de Corinto.
En las primeras
comunidades hay diversidad de servicios, entre ellos el de dirección o
presidencia, pero jamás se llaman sacerdotes sus dirigentes. Estos son
"los que anuncian el evangelio". Los sacerdotes (judíos o paganos)
son los "ministros del templo o del altar".
En cierto sentido,
sacerdotes son todos los cristianos. Lo dice Pedro: "También vosotros,
cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para
un sacerdocio santo", "vosotros sois linaje escogido, sacerdocio
real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las alabanzas de Aquel que
nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz".
En la comunidad de
Jerusalén, junto a los apóstoles, Santiago, "el hermano del Señor",
aparece como el gran dirigente, rodeado de un consejo de ancianos
(presbíteros), según el modelo de las sinagogas judías.
Entre los cristianos de
lengua griega se usan términos de carácter general: inspectores (obispos) y
servidores (diáconos).
En la comunidad de
Jerusalén son elegidos también los siete servidores, que se ocupan del sector
griego de la comunidad. Se tiene en cuenta la palabra de Jesús: "El que
quiera ser primero entre vosotros, sea vuestro servidor".
Lean atentamente los
evangelios y verán que Él tuvo duros enfrentamientos con los sacerdotes y,
precisamente en el templo, buscaban quitarse de en medio a ese Rabí (Maestro)
La condena a muerte de
Jesús se hizo en colaboración: entre los sacerdotes del templo y los
funcionarios del ejército romano de ocupación. Los sacerdotes y los dirigentes
del país fueron los que clamaron: "¡Es reo de muerte!"
No sólo en la religión
judía, también en otras religiones había sacerdotes, y los profetas del pueblo
judío chocaron frontalmente con ellos.
Los sacerdotes eran
personajes con nombramientos legales, vestimentas sagradas y poder para seguir
nombrando sucesores. Vivían del dinero que, por obligación, dejaba el pueblo en
el templo.
Los profetas eran
personas del pueblo que sentían en su corazón la llamada de Dios. Eran
campesinos, pastores que se atrevían a gritar por las calles: "Dios dice
esto", y se enfrentaban con lo que los sacerdotes, los doctores de la ley
y el pueblo hacían contra la voluntad de Dios.
Pues, según eso, el
carpintero, albañil, chapuzas de una aldea galilea, seguidor del profeta Juan,
que era hijo del sacerdote Zacarías, fue también profeta, no por el desierto
como Juan, sino recorriendo las callejas de los pueblos galileos y, a veces,
saliendo a las ciudades de Siria, Samaría y el otro lado del Jordán. En el mapa,
Galilea (ATLAS DE LA BIBLIA).
En una ocasión, Jesús
se acercó a Judea y, dentro de Judea, a
Jerusalén y, dentro de Jerusalén al Templo, la “niña del ojo” del mundo
judío. Allí estaban los sacerdotes dispuestos a defender los negocios de venta
y cambio de monedas que el profeta galileo les echó abajo: el Templo estaba
manchado y había que purificarlo el templo. Así pasó lo que pasó. Por supuesto,
Jesús no tuvo ganas de hacerse él sacerdote ni tampoco de meter a sus
discípulos en esa “cueva de ladrones”, en que se había convertido la casa de
Dios.
Pero la palabra
sacerdote seguía viva en los pueblos de entonces, no sólo entre los judíos,
también entre los griegos, por todas partes.
Los primeros cristianos
mantienen su identidad en medio de la sociedad. No creen en "los dioses
que los griegos tienen por tales" y tampoco observan "la superstición
de los judíos", se dice en la Carta a Diogneto, a mediados del siglo II.
En los primeros siglos,
la Iglesia no presenta los rasgos propios de una religión establecida:
sacerdotes, templos, imágenes, altares. Por esto a los cristianos se les acusa
de impiedad. Se los persigue al grito de "¡Mueran los ateos!". Hacia
el año 300, escribe Arnobio: "Ante todo, nos acusáis de impiedad, porque
ni edificamos templos, ni erigimos imágenes ni disponemos altares".
Una cosa importante. En
la Iglesia antigua, cada comunidad participa en la elección de sus dirigentes.
Cipriano reclama este derecho incluso frente al papa Esteban: “Que no se le
imponga al pueblo un obispo que no desee”. Dice San León Magno: “Aquel que debe
presidirlos a todos debe ser elegido por todos”, “no se debe ordenar obispo a
nadie contra el deseo de los cristianos y sin haberlos consultado expresamente
al respecto”. En la cristiandad primitiva no se conocían las parroquias. Cada comunidad
tenía su obispo y cada obispo tenía su comunidad.
Veamos la elección de
San Policarpo, que muere mártir (el año 155), siendo obispo de Esmirna. En el
mapa, Asia Menor (ATLAS DE LA BIBLIA).
Sin tardanza alguna,
habiendo llamado a los obispos de las ciudades vecinas, acudió también una gran
muchedumbre de las ciudades y aldeas. Tras una oración prolongada, Policarpo se
levantó a hacer la lectura. Todo el mundo estaba pendiente de él. Leyó las
cartas de San Pablo a Timoteo y Tito, en las que dice el Apóstol cómo ha de ser
el obispo:
“Se le acomodaba tan
maravillosamente el pasaje, que todos se decían entre sí no faltaba a Policarpo
punto de los que Pablo exige al que ha de tener a su cuidado la Iglesia.
Después de la lectura y de la exhortación de los obispos y la homilía de los
presbíteros, fueron enviados los diáconos a preguntar al pueblo a quién
querían, y todos unánimemente respondieron: Policarpo sea nuestro pastor y
maestro”. Según San Ireneo (siglo II), Policarpo “contaba su trato con Juan y
con los demás que habían visto al Señor”.