Iglesia en reforma,
Hospital de campo, el blog de Dumar Espinosa
Conferencia de un padre
conciliar sobre anécdotas del Vaticano II
Cardenal Pimiento
(q.e.p.d): “Los obispos franceses critican al papa; los alemanes lo preocupan;
los españoles lo defienden; los ingleses lo veneran; los norteamericanos lo
mantienen y los italianos viven de él”
Cardenal Pimiento |
"Los padres
conciliares los frecuentábamos -dos bares instalados en la basílica- para
refocilación, estrechar relaciones, comentarios de toda especie y hasta
chismes"
"Un teólogo
ortodoxo afirmó que el concilio Vaticano I había suprimido a los obispos y que
los padres conciliares habían realizado un suicidio canónico”
"Yo voté con la
minoría por la separación de esquemas, pero hoy me siento totalmente satisfecho
por el logro estupendo de la inclusión de María en la doctrina de la
Iglesia"
"El 3 de diciembre
de 1963 el insigne pensador francés Jean Guitton y Vittorino Veronese,
italiano, hablaron por primera vez como seglares en la gran asamblea"
"Se apreció como
milagro mayor el que uno de los mayores teólogos protestantes Oscar Cullmann
pronunciara conferencia abierta nada menos que en la oficina de prensa del
concilio"
"Urge solicitar a los teólogos que satisfagan el voto del teólogo perito conciliar Karl Rahner: Todavía debe elaborarse una teología que realmente sea digna del concilio Vaticano II"
13.10.2022 | Dumar Espinosa José de Jesús Pimiento
Al cumplirse 60 años de
la apertura del Concilio Vaticano II, vale la pena releer algunas memorias del
cardenal José de Jesús Pimiento Rodríguez (1919-2019), entonces padre conciliar
y arzobispo de Manizales Colombia, quien dictó en 2012 una conferencia
magistral durante un Simposio para la inauguración del Año de la fe con
“anécdotas que marcan cumbres o hitos históricos del Concilio. Siendo
acontecimiento humano y tema de agudas y muy numerosas polémicas, -escribió-,
no terminaría de relatar las que precedieron y acompañaron al mayor
acontecimiento de la Iglesia en el siglo anterior”.[1] Estas fueron sus
palabras:
Humanismo integral
El papa bueno Juan
XXIII no sólo organizó en Concilio en todas sus dimensiones e hizo preparar muy
digna, adecuada y técnicamente la sede en la Basílica de san Pedro sino que le
puso todos los retoques de humanidad hasta espacios para distensión y
refrigerio de los participantes; en sacristías adicionales de la basílica
organizaron bares muy bien decorados y provistos de jugos, bebidas, bizcochos
de toda especie. Los padres conciliares los frecuentábamos para refocilación,
estrechar relaciones, comentarios de toda especie y hasta chismes. Les pusieron
jocosamente nombres bíblicos: Bar Jona, nombre de san Pedro en hebreo; Barrabás,
de triste recordación.
Pero aquí se registra
lo más humano del papa, pues cuando
comentó que hacía falta un espacio de distensión, pensó en que también pudieran
fumar los asistentes y ante la insistencia negativa de un interlocutor dijo con
énfasis y honor: “sí, sí, hay que ponerlo si no terminaremos viendo salir humo
de las mitras”.
Tensión por la sucesión
El fallecimiento de Juan XXIII, creó un suspenso mundial y eclesial por la suerte del concilio. Cometarios de Iglesia, de prensa, agitación de toda suerte de opiniones pesimistas y optimistas y desde luego profunda inquietud en los padres conciliares que no podíamos sino con incertidumbre ponderar el futuro del concilio.
El cónclave fue seguido muy intensamente por optimismos y pesimismos de todo calibre hasta que el 21 de junio de 1963 culminó la elección del papa Montini, Pablo VI. El humo blanco produjo explosión de gozo eclesial y universal pues se despejaba el horizonte y resultaba claro que el concilio herencia preciosa de Juan continuaba felizmente con Pablo.
Los hechos, las declaraciones del mismo elegido papa y las disposiciones sabias, continuas y sin pausa que fueron sucediendo, demostraron que el concilio había encontrado el más firme y acertado timonel.
Preludios de cisma
El lamentable caso de
monseñor Marcel Lefebvre se perfiló en el concilio, apareciendo él siempre como
una isla del episcopado francés. En conferencia de prensa se centró en elogiar
el centralismo de la Curia romana y en criticar las conferencias episcopales
nacionales como peligro para los obispos, como fruto de un nuevo colectivismo
que invade a la Iglesia. Que las opiniones y votaciones conciliares son
meramente consultivas y orientadoras para el papa quien puede decidir solo.
Todo esto en contravía de lo que se venía analizando y promoviendo en el
concilio como aspectos de verdadera renovación y necesario progreso. Impulsó
además un movimiento ideológico que se denominó “Grupo internacional de
padres”, para presionar con mensajes y publicaciones multiplicadas a montones
algunos válidos y oportunos pero la mayoría marcando tozudez e intransigencia
que culminó pasado el concilio en el doloroso cisma que no acaba de
reconciliarse.
Sacramentalidad y
colegialidad
El Concilio Vaticano I,
disuelto por el asalto a los Estados pontificios, dejó ambiente de frustración
grande por no haber logrado avanzar en su doctrina sobre la Iglesia en la que
avanzó sólo la infalibilidad del papa como primado absoluto sin madurar al
episcopado, provocó así un agudo centralismo y confusión sobre el significado,
valor y poderes del primado así como de la misión episcopal, tanto que un
teólogo ortodoxo pudo escribir que el concilio Vaticano I había suprimido a los
obispos y que los padres conciliares habían realizado un “suicidio canónico”;
quedó un vacío teológico grave en sí mismo y en sus consecuencias.
Las palabras
sacramentalidad y colegialidad hoy nos suenan familiares y como sin
trascendencia, pero a la hora del Vaticano II eran desconocidas; no se valoraba
en su total contenido y era objeto de debate teológico. Constituyen un progreso
enorme en la fe y en la conciencia de la misión y responsabilidad pastorales.
Si el episcopado no es sacramento, el obispo es solo un delegado del sumo
pontífice y su función se limita al territorio de su diócesis. La
sacramentalidad en cambio, le confiere gracia propia de origen divino; no es
entonces simple delegado del papa sino vicario real de Cristo. La colegialidad
lo hace corresponsable con el sumo pontífice de toda la Iglesia; y el Colegio
episcopal tiene mandato y poderes de origen divino que se manifiestan en el
concilio pero no sólo en éste; ésto conlleva consecuencias que todavía no se
están viviendo en toda su profundidad y extensión. Por la importancia de las
verdades que encierran los términos sacramentalidad y colegialidad se explica
que los debates sobre el tema fueran encendidos, prolongados y profundos; que
culminaron felizmente en votaciones de unanimidad y renovación radical de la
vida eclesial que debemos llevar hasta las últimas consecuencias prácticas. El
30 de octubre de 1963 se despejó la visión conciliar con 99% de votantes
favorables a la sacramentalidad del episcopado y 80% a la colegialidad de
derecho divino.
Votación sobre el
esquema mariano
Para el debate sobre la doctrina de la Iglesia apareció la propuesta de incluir en el tema Iglesia la doctrina sobre María santísima. Por el tema en sí y por la tradición de mariología separada, con tendencias minimalistas y maximalistas, con carga intensa de sentimientos filiales, se acentuaron las corrientes conciliares de inclusión o separación; con argumentos bien ponderados de parte y parte. En la sesión del 24 de octubre de 1963 el cardenal Rufino Santos, filipino, expuso las razones a favor de la separación; y el cardenal König de Viena las razones de la inclusión. El 29 de octubre de 1963 se cumplió la votación con 1114 votos por la inclusión y 1074 por la separación; 40 votos de diferencia, pero en serenidad, sin ambiente de vencedores y vencidos; se satisfizo así la propuesta de Pío XII de construir una devoción mariana que huya de una –presentación- falsificadora y excesiva que sobrepasaría la verdad, de otra de una timidez excesiva que restringiera la dignidad de la Madre de Dios.
Yo voté con la minoría
por la separación de esquemas, pero hoy me siento totalmente satisfecho por el
logro estupendo de la inclusión de María en la doctrina de la Iglesia como
aparece en el capítulo VIII de la constitución sobre la Iglesia, que finalmente
voté con la unanimidad.
El aula conciliar
Anécdotas de humor y símbolos
Cuando nos despedíamos
los obispos de la segunda sesión conciliar corrió la nota de apuntes
psicológicos sobre episcopados participantes, afirmando con humor algo negro:
“los obispos franceses critican al papa; los alemanes lo preocupan; los
españoles lo defienden; los ingleses lo veneran; los norteamericanos lo
mantienen y los italianos viven de él”; pero numerosos hechos se convirtieron
en signos de cambios trascendentales en la vida de la Iglesia.
Caída de esquemas
conciliares
El 21 de noviembre de
1962, el sumo pontífice Juan XXIII ordenó retirar el esquema presentado sobre
la revelación divina, pues en el debate sobre él se había pronunciado el 73% de
la asamblea rechazándolo y pidiendo nueva redacción. La sabia decisión pontificia
llevó consigo el nombramiento de nueva comisión redactora; demostró que en el
concilio había completa libertad de pensamiento y de opinión; que nada se iba a
imponer y que por el contexto del debate había que pasar del juridicismo
establecido a cambios renovadores con nueva y profunda visión teológica.
El hecho mal
interpretado como rebelión interna del concilio produjo la gracia de cambio
profundo del concilio hacia verdadera renovación que hizo que los 70 esquemas
presentados fueran reducidos sustancialmente a menos numerosos y centrados en
lo fundamental, con visión enteramente nueva. El momento fue calificado de
histórico, como el fin de la contrarreforma; ya no era el espíritu polémico del
concilio de Trento, justo en su momento, sino la hora de la conversión, de la
reflexión y del diálogo, para buscar la verdad en el único centro Jesucristo.
El hecho le imprimió rumbo radicalmente nuevo y definitivo al concilio.
Signo de pobreza
evangélica
El 13 de noviembre de
1963 se dio otro signo elocuente que se ha de profundizar como lección
permanente de vida eclesial. Asistiendo el sumo pontífice Pablo VI a
celebración eucarística por obispos de rito bizantino, el secretario del
concilio comentó que el papa habiendo oído intervenciones de los padres sobre
la pobreza evangélica había decidido entregar la tiara para las necesidades de
los pobres; la que él mismo depositó discretamente sobre el altar. Fue un signo
antes interpretado por él mismo cuando dijo: “en la Iglesia hay dos presencias
de Cristo, una en el pobre, otra en el papa; Cristo vive en el pobre para
recibir; vive en el papa para dar; pero el pobre y el papa pueden coincidir,
pueden unirse en una sola persona, revestida si de una doble representación de
la autoridad y de la pobreza”; quiso decir que la Iglesia toda en todos sus
miembros e instituciones debe despojarse siempre de las escorias temporales.
En el concilio se
dieron resonancias frecuentes y fuertes sobre el modelo de Cristo pobre; sobre
la pobreza evangélica y la opción preferencial por los pobres, que quedaron
consignadas en los documentos, especialmente en Gozo y esperanza, cuando
afirmó: “Nunca ha tenido la humanidad tanta abundancia de riquezas, posibilidades
y poder económico y sin embargo todavía, una enorme parte de la población
mundial se ve afligida por el hambre y la miseria” (G.S. 4). Con tal tono y
firmeza no menos de 5 frases conciliares invitan a anunciar con tesón la
doctrina social y el valor de la pobreza, con denuncias que exijan justicia
integral de humanidad.
Temas varios
Cuando el 2 de
diciembre de 1963 el esquema sobre el ecumenismo fue acogido por unanimidad
conciliar, se comprendió que el camino de la unidad de los cristianos estaba abierto
en la Iglesia de par en par. El 3 de diciembre de 1963 el insigne pensador
francés Jean Guitton y Vittorino Veronese, italiano, hablaron por primera vez
como seglares en la gran asamblea. El hecho se estimó como anuncio de la
trascendencia que el concilio iba a proclamar, dando impulso definitivo,
consistente y permanente al apostolado seglar. El mismo día el sumo pontífice
[…] como derechos estables de los obispos, 40 concesiones y 8 privilegios que
se estaban por documentos del Vaticano, indicando de esa forma la plenitud de
facultades que se iban a reconocer como propios de los obispos con la
aprobación futura de la sacramentalidad del episcopado.
El 14 de septiembre de
1965 se inauguró la cuarta sesión conciliar y el discurso inaugural fue una proclamación
solemne del amor de la Iglesia a la humanidad, como única forma de ser Iglesia,
como ejercicio vivo del amor de Dios a la humanidad; como invitación formal a
construir la civilización del amor. Al propio tiempo el sumo pontífice con
visión profunda del bien total, concretó una forma de aplicar permanentemente
de aplicar la colegialidad episcopal con la institución del sínodo mundial de
obispos que es prácticamente una forma de consultar al episcopado en forma
constante como prolongación permanente y dinámica de la comunión conciliar.
Cuando el 4 de octubre
de 1965 su santidad Pablo VI viajó a New York invitado por la ONU a hablar
sobre la paz, conmovió al mundo por su presencia con toda la altura moral de la
Iglesia en un foro internacional de calidad puramente humana y política e hizo
comprender la importancia del hecho y el prestigio del pontificado, pero
especialmente como signo de que la constitución Gozo y esperanza que apenas se
discutió en el concilio, abría espectacularmente la aplicación del diálogo
total de la Iglesia frente a todos los desafíos históricos para beneficio
integral de la humanidad.
Milagros
Cuando el cardenal Bea
en la conferencia de prensa del 8 de noviembre de 1962 reconoció como
verdaderos milagros la presencia en el concilio como observadores de más de 40
protestantes y buena parte de ortodoxos, pues la invitación que se les había
enviado había sido objeto de rechazos y condicionamientos inesperados, mientras
el signo de estar presentes resultaba definitivamente como estímulo
reconfortante y esperanzador; y se apreció como milagro mayor el que en los
mismos días, uno de los mayores teólogos protestantes Oscar Cullmann
pronunciara conferencia abierta nada menos que en la oficina de prensa del
concilio, hecho impensable en la etapa precedente de separación, rechazos y
contradicciones intensos; indudablemente impresionaban las reacciones positivas
de los observadores cuando manifestaban su admiración por la libertad con que
los padres conciliares expresaban opiniones, pues no creían que en la Iglesia
católica se diera en ejercicio tal libertad. A ellos se unían innumerables
expresiones de cordialidad, fraternidad y honda y sincera comprensión.
Datos estadísticos
Para quienes aprecian
números, importa recordar que el concilio se extendió por cuatro años en otoños
consecutivos; que participaron alrededor de 2500 obispos de todo el mundo.
Entre obispos, peritos, auditores y
observadores, participaron 3500 personas. Se celebraron 168 congregaciones
generales; 2212 intervenciones orales; 147 relaciones sobre documentos y 4361
intervenciones escritas, con millares y millares de propuestas de enmiendas a
los documentos.
Fueron 300 los
personajes que actuaron como comisionados para redactar los documentos
conciliares; para rehacerlos de acuerdo con las intervenciones en el concilio y
para presentarlos a la definitiva votación del concilio. Es una obra colosal
que demuestra que la Iglesia estaba viva, dinámica, actuante; edificándose con
todas sus energías divinas y humanas con todo su ser. Lo afirmó el sumo
pontífice: “La Iglesia vive, ¿acaso no es ésto venerables hermanos lo que os ha
hecho venir a este concilio ecuménico?, ¿acaso no habéis venido para ver vivir
a la Iglesia?, más aún, ¿para hacerla vivir más intensamente, para descubrir
que no está en los años de su vejez, sino en la juvenil energía, en su perenne
vitalidad? Para ésto habéis venido; y he aquí que estos actos conclusivos del
concilio nos hacen experimentar: la Iglesia vive, la Iglesia piensa, la Iglesia
habla, la Iglesia crece, la Iglesia sigue edificándose.
Súplica como
culminación de anécdotas
Ahora, por amor a la
Iglesia y a la humanidad, permítanme invitarlos con ardor y esperanza a no
permitir que el concilio se vuelva cuento e historia pasada, sino que
comprendiendo el voto del beato Juan Pablo II, sea brújula segura para
orientarnos en el camino del siglo en marcha. Todos y cada uno de nosotros
tenemos que apropiarnos el concilio; comprenderlo a fondo; orar con él y
aplicarlo a conciencia y con total generosidad. Los logros alcanzados son
grandes, pero queda la urgencia mayor de aplicarlo con todo su sentido y
alcances, que es nuestra gran responsabilidad ahora. Urge que la constitución
sobre la Iglesia que ilumina su misterio y nuestro misterio se viva en intensa
y profunda comunión vertical y horizontal con dinamismos total y originalmente
trinitarios. Es necesario que la constitución sobre la divina Revelación se
convierta para cada uno en verdadera pasión por la Palabra de Dios, aplicando a
fondo la Exhortación apostólica post sinodal sobre la Palabra, con decisión
irrevocable de ser todos evangelizadores de nueva evangelización para una
humanidad en honda crisis de verdad y bien fundamentales; es indispensable que
el episcopado lleve hasta las últimas consecuencias en su conciencia y acción
pastoral las fulgurantes doctrinas sobre sacramentalidad y colegialidad del
episcopado que el concilio ofreció como clave para renovación profunda e
integral del ejercicio pastoral.
El pueblo de Dios tiene derecho a que por una pastoral litúrgica, intensa y profunda tome conciencia de que la liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza y que los fieles participen plena, consciente y activamente en las celebraciones litúrgicas para vivir los misterios de Cristo en que bebe el espíritu verdaderamente cristiano.
La Constitución Gozo y esperanza, en que la Iglesia manifiesta que pone toda su realidad y fuerza al servicio de la humanidad, debe convertirse en dinámica de diálogo personal y comunitario para apoyar soluciones a los grandes desafíos de la humanidad en la hora actual. El decreto sobre el apostolado seglar tiene que llevar progresiva pero indefectiblemente a que los seglares católicos asuman con decisión su responsabilidad de hacer que el orden temporal en todas sus dimensiones y formas asuma los valores cristianos de que hoy carece; para ello, los pastores cumplan el deber de garantizarles una formación proporcionada a tamaña responsabilidad; y finalmente por […] de hambre, miseria e injusticias sociales que fueron focalizadas por el concilio con llamadas a la pobreza evangélica y denuncias enérgicas especialmente en Gozo y esperanza, son mandato claro para que la Iglesia en todos sus niveles, instituciones y personas, ofrezca signos y acciones evidentes de real pobreza evangélica y asuma con valentía la opción preferencial por los pobres, anunciando específicamente los principios claves de la doctrina social y logrando que la causa de los pobres sea asumida con la denuncia intrépida de las injusticias sociales vigentes.