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4 de noviembre de 2022

Bienaventuranzas del cristiano (por el papa Francisco)

 

Bienaventuranzas  del  cristiano 

Bienaventurado el cristiano que hace de la pobreza y el compartir su estilo de vida, porque con su testimonio está construyendo el reino de los cielos.

Bienaventurado el cristiano que no teme mancharse su rostro con las lágrimas, para que en ellas puedan reflejarse los dolores de la gente, las fatigas de los sacerdotes, encontrando en el abrazo con los que sufren el consuelo de Dios.

Bienaventurado el cristiano que considera su ministerio un servicio y no un poder, haciendo de la mansedumbre su fuerza, dando a todos el derecho de ciudadanía en su propio corazón, para que habiten la tierra prometida a los mansos.

Bienaventurado el cristiano que no se encierra en los palacios de gobierno, que no se convierte en un burócrata más atento a las estadísticas que a los rostros, a los procedimientos que a las historias, buscando luchar junto al hombre por el sueño de justicia de Dios para que el Señor, encontrado en el silencio de la oración diaria, sea su alimento.

Bienaventurado el cristiano que tiene un corazón para la miseria del mundo, que no teme ensuciarse las manos con el fango del alma humana para encontrar el oro de Dios, que no se escandaliza por el pecado y de la fragilidad de los demás porque es consciente de la propia miseria, para que la mirada del Crucificado Resucitado sea para él el sello del infinito perdón.

Bienaventurado el cristiano que aleja la doblez del corazón, que evita toda dinámica ambigua, que sueña con el bien incluso en medio del mal, porque será capaz de gozar del rostro de Dios, encontrando su reflejo en cada charco de la ciudad de los hombres.

Bienaventurado el cristiano que obra la paz, que acompaña los caminos de la reconciliación, que siembra la semilla de la comunión en el corazón del presbiterio, que acompaña a una sociedad dividida en el camino de la reconciliación, que lleva de la mano a todo hombre y mujer de buena voluntad para construir la fraternidad: Dios lo reconocerá como su hijo.

Bienaventurado el cristiano que por el Evangelio no teme ir contracorriente, volviendo su rostro “duro” como el de Cristo dirigiéndose a Jerusalén, sin dejarse frenar por las incomprensiones y los obstáculos porque sabe que el Reino de Dios avanza en la contradicción del mundo”.


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