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28 de diciembre de 2022

EVANGELIO DOMINGO 1-ENERO-2023(Lucas 2,1-20). REFLEXIONES DE PAGOLA

NACIMIENTO DE JESÚS

En aquellos días salió un decreto del emperador Augusto ordenando hacer un censo del mundo entero. Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo: No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

De pronto, en torno al ángel apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.

Cuando los ángeles los dejaron, los pastores se decían unos a otros:

Vamos derechos a Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha comunicado el Señor.

Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo les contaron lo que les habían dicho de aquel niño.

Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas esas cosas, meditándolas en su corazón.


Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho (Lucas 2, 1-20).

NOS HA NACIDO EL SALVADOR

La imagen es grandiosa: la noche queda iluminada. Sin embargo, los pastores <<se llenan de temor>>. No tienen miedo a las tinieblas, sino a la luz. Por eso el anuncio empieza con estas palabras: <<No temáis>>.

La alegría de Navidad no es una más entre otras. No hay que confundirla con cualquier bienestar, satisfacción o disfrute. Es una alegría <<grande>>, inconfundible, que viene de la <<Buena Noticia>> de Jesús. Por eso es <<para todo el pueblo>> y ha de llegar sobre todo a los que sufren y viven tristes.

Ese niño no les ha nacido a María y José. No es suyo. Es de todos. Es <<el Salvador>> del mundo. El único en el que podemos poner nuestra última esperanza. Este mundo que conocemos no es la verdad definitiva.

Jesucristo es la esperanza de que la injusticia que hoy lo envuelve todo no prevalecerá para siempre.

VOLVER A BELÉN

El lector no puede continuar el relato sin expresar su primera sorpresa: ¿en este niño se encarna Dios?. Nunca lo hubiéramos imaginado así. Nosotros pensamos en un Dios majestuoso y omnipotente, y él se nos presenta en la fragilidad de un niño débil e indefenso.

Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos ofrece en la ternura de un recién nacido. ¿Cómo sentir miedo de este Dios?. Teresa de Lisieux, declarada en 1997 doctora de la Iglesia, dice así: <<Yo no puedo temer a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí…. ¡Yo le amo!>>.

A Dios no hay que buscarlo en lo admirable y maravilloso, sino en lo ordinario y cotidiano. No hay que indagar en lo grande, sino rastrear en lo pequeño.

Volvamos al inicio y descubramos un Dios cercano y pobre. Acojamos su ternura. Para el cristiano, celebrar la Navidad es <<volver a Belén>>.

ALEGRÍA PARA TODO EL PUEBLO

Hay cosas que solo la gente sencilla sabe captar. Alegrías que solamente los pobres pueden disfrutar.

Así es el nacimiento del Salvador en Belén: No algo para ricos y gente pudiente. Es un acontecimiento popular. Una alegría para todo el pueblo.

Más aún. Son unos pobres pastores, considerados en la sociedad judía como gente poco honrada, marginados por muchos como pecadores, los únicos que están despiertos para escuchar la noticia. También hoy es así, aunque, con frecuencia, los más pobres y marginados hayan quedados tan lejos de nuestra Iglesia.

Dios es gratuito. Por eso es acogido más fácilmente por el pueblo pobre que por aquellos que piensan poder adquirirlo todo con dinero. Dios es sencillo, y está más cerca del pueblo humilde que de aquellos que viven obsesionados por tener siempre más. Dios es bueno, y le entienden mejor los que saben quererse como hermanos que aquellos que viven egoístamente, encerrados en su bienestar.

Los pobres tienen un corazón más abierto a Jesús que aquellos que viven satisfechos. Su corazón encierra una <<sensibilidad hacia el Evangelio>>que en los ricos ha quedado con frecuencia atrofiada.

Mientras sigamos alimentando el deseo de posesión no se podrá cantar entre nosotros la paz que se entonó en Belén.

Tendremos cada vez más cosas para disfrutar, pero no llenarán nuestro vacío interior, nuestro aburrimiento y soledad. Alcanzaremos logros cada vez más notables, pero crecerá entre nosotros la rivalidad, el conflicto y la competencia despiadada.

UNA NOCHE DIFERENTE

Generación tras generación, los seres humanos han gritado angustiados sus preguntas más hondas. ¿Por qué tenemos que sufrir, si desde lo más íntimo de nuestro ser todo nos llama a la felicidad? ¿Por qué tanta frustración?

¿Por qué la muerte, si hemos nacido para la vida. Los hombres preguntaban. Y preguntaban a Dios. Pero Dios guardaba un silencio impenetrable.

En la Navidad, Dios ha hablado. Tenemos ya su respuesta.

Dios no ofrece palabras. <<La Palabra de Dios se ha hecho carne>>. Es decir, más que darnos explicaciones, Dios ha querido sufrir en nuestra propia carne nuestros interrogantes, sufrimientos e impotencia.

Dios no da explicaciones sobre el sufrimiento, sino que sufre con nosotros. No responde con palabras al misterio de nuestra existencia, sino que nace para vivir él mismo nuestra aventura humana.

Ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad. Él está con nosotros, No estamos sumergidos en pura tiniebla. <<Ya no somos solitarios, sino solidarios>> (Leonardo Boff).

Dios comparte nuestra vida, y con él podemos caminar hacia la salvación.

DIOS ENCARNADO

Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento. No sigue los caminos que nosotros le marcamos. Dios es imprevisible.

Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza.

Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano. Este Dios nos puede decepcionar. Sin embargo, ¿no es precisamente este Dios cercano el que necesitamos junto a nosotros? ¿No es esta cercanía a lo humano la que mejor revela el verdadero misterio de Dios? ¿No se manifiesta en la debilidad de este niño su verdadera grandeza?

Ahora sabemos que lo podemos encontrar en cualquier ser indefenso y débil que necesita de nuestra acogida.

Puede estar en las lágrimas de un niño o en la soledad de un anciano. En el rostro de cualquier hermano podemos descubrir la presencia de ese Dios que ha querido encarnarse en lo humano.

Esta es la fe revolucionaria de la Navidad, el escándalo más grande del cristianismo, expresado de manera lapidaria por Pablo:

<<Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno de tantos y presentándose como simple hombre >> (Filipenses 2,6-7).

El Dios cristiano no es un Dios desencarnado, lejano e inaccesible. Es un Dios encarnado, próximo, cercano. Un Dios al que podemos tocar de alguna manera siempre que tocamos lo humano.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan de la Cruz