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8 de diciembre de 2022

EVANGELIO DOMINGO 11-DICIEMBRE-2O22 (Mateo 11, 2-11)- Reflexiones de Pagola

 LIBERAR LA VIDA

Juan, que había oído en la cárcel las obras de Cristo, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos:

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?



Jesús les respondió:

Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. ¡Y dichoso el que no se sienta defraudado por mí!

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo?

Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, a ver un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: <<Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare el camino ante ti>>.

Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista, aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él (Mateo 11,2-11).

LA IDENTIDAD DE JESÚS

Para conocer a Jesús, lo mejor es ver a quiénes se acerca y a qué se dedica. Para captar bien su identidad no basta confesar teóricamente que es el Mesías, Hijo de Dios. Es necesario sintonizar con su modo de ser Mesías, que no es otro sino el de aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres. Pues el Hijo ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa para todos, hasta alcanzar su plenitud en la fiesta final del Padre.

¿A qué Mesías seguimos hoy los cristianos? ¿Nos dedicamos a hacer <<las obras>> que hacía Jesús? Y si no la hacemos, ¿qué estamos haciendo en medio del mundo? ¿Qué están <<viendo y oyendo la gente en la Iglesia de Jesús? ¿Qué ve en nuestras vidas? ¿Qué escucha en nuestras palabras?

GESTOS LIBERADORES



El gesto que mejor descubre su verdadera identidad es su tarea de curar, sanar y liberar la vida. Podemos recoger así su respuesta a Juan: <<Yo soy: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia>>.

La vida de Jesús es la de alguien cercano a los necesitados. Un profeta entregado totalmente a liberar a hombres y mujeres de todo lo que bloquea el crecimiento de la vida e impide a la humanidad vivir con esperanza.

Es necesario luchar con firmeza y tenacidad contra toda forma de injusticia y opresión, desenmascarando todos los mecanismos sociales que lo generan.

Hay algo que no puede ser resuelto ni por la reforma más profunda ni por la revolución más radical: el afecto que falta a tantas personas, la soledad, la crisis de sentido de la vida, el vacío interior, la desafección, la desesperanza que experimentan no pocos. No pueden ser garantizados, si no surgen del corazón de hombres y mujeres animados por el Espíritu de Jesús.

AMOR A LA VIDA

La mecanización del trabajo, la masificación del estilo de vida, la burocratización de la sociedad, la cosificación de las relaciones, son otros tantos factores que están llevando a muchas personas a sentirse no seres vivos, sino piezas de un engranaje social.

Millones de individuos viven hoy en Occidente unas vidas cómodas, pero monótonas, donde la falta de sentido y de proyecto puede ahogar todo crecimiento verdaderamente humano.

Entonces, algunas personas terminan por perder el contacto con todo lo que es vivo. Su vida se llena de cosas. Solo parecen vibrar adquiriendo nuevos artículos. Funcionan según el programa que le dicta la sociedad.

Si algo caracteriza la personalidad de Jesús es su amor apasionado a la vida, su biofilia. Los relatos evangélicos lo presentan luchando contra todo lo que bloquea la vida, la mutila o empequeñece. Siempre atento a lo que puede hacer crecer a las personas. Siempre sembrando vida, salud, sentido.

Muchas personas abandonan hoy la fe en Jesucristo antes de haber experimentado la verdad de estas palabras suyas: <<Yo he venido para que los hombres tengan vida, y la tengan en abundancia>> (Juan 10,10).

HECHOS, NO PALABRAS

Así, en la sociedad moderna ya no hay pobres, sino gente <<económicamente débil>>; no hay viejos, sino personas que han llegado a la <<tercera edad>>; los ciegos son ahora <<invidentes>>  y los moribundos solo <<enfermos en fase terminal>>; los que viven sin techo se han convertido en <<transeúntes>>; los negros son ahora afortunadamente <<personas de color>>, y las criadas han alcanzado la dignidad de <<colaboradoras domésticas>>.

No hemos de preocuparnos mucho: se trata de problemas de los que se han de ocupar la Administración, la Seguridad Social o las instituciones.

El profeta Juan envía a sus discípulos para hacerle a Jesús una pregunta decisiva: <<¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?>>.

Jesús no responde con un discurso teórico. <<Lo importante no son las palabras sino los hechos>>

<<Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia.

Lo que identifica al verdadero Mesías y a quienes le siguen es su servicio a los que sufren; no las bellas palabras, sino las obras.

El amor verdadero no consiste en palabras, sino en hechos.

NO SENTIRNOS DEFRAUDADOS POR JESÚS

En estos tiempos de crisis religiosa y confusión interior es importante recordar que Jesucristo no es propiedad particular de las Iglesias. Es de todos. A él pueden acercarse quienes lo confiesan como Hijo de Dios, y también quienes andan buscando un sentido más humano a sus vidas.

Hace ya algunos años, el conocido pensador Roger Garaudy, marxista convencido en aquel tiempo, gritaba así a los cristianos:

<<Vosotros habéis recogido y conservado esta esperanza que es Jesucristo. Devolvédnosla, pues ella pertenece a todo el mundo>>.

Casi por la misma época, Jean Onimus publicaba su apasionante e insólito libro sobre Jesús con el provocativo título de Le Perturbateur. Dirigiéndose a Jesús, decía así el escritor francés:

<<¿ Por qué vas a permanecer propiedad privada de los predicadores, de los doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas, palabras directas, palabras que permanecen para los hombres, palabras de vida eterna?>>.

Por eso pocas cosas me producen más alegría que saber que hombres y mujeres alejados de la práctica religiosa habitual buscan en mis escritos encontrarse con Jesús.

<<Estoy convencido de que él puede ser para muchos el mejor camino para encontrarse con el Dios Amigo y para dar un sentido más esperanzado a sus vidas>>.

Quienes hoy abandonan la Iglesia porque se encuentran incómodos dentro de ella, o porque discrepan de alguna de sus actuaciones o directrices concretas, o porque sencillamente la liturgia cristiana ha perdido para ellos todo interés vital, no deberían por ello abandonar automáticamente a Jesús.

El texto evangélico nos recuerda sus palabras: <<¡Dichoso el que no se sienta defraudado por mí!>>. Dichoso el que entienda todo lo que Cristo puede significar en su vida.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.