Operación
Moisés
Gregorio Torres Triviño
FANTASÍA-IMPROMPTU
-Hágale pasar -dice el
Papa al sacerdote que le anuncia una visita.
-Cuanto honor al
llamarme, su Santidad -dice el hombre de aspecto impecable que se inclina al
estrechar la mano que le tiende.
-Estimado director.
Primero deseo que perdone esta cita a hora tan intempestiva, pero por el asunto
que hemos de tratar lo requiere.
-Siempre, a cualquier
hora y lugar, a su servicio, Santidad.
-Por favor, llamémonos
sencillamente director y Francisco, solo eso, es más fácil. Y conveniente -hace
ademán de que las paredes oyen.
-Escuchó atentamente,
Francisco.
-Quisiera que me
indicase que cuadros del Museo Vaticano, tendrán un buen precio en una subasta
en su entidad de Londres.
-¿Pública?
-Mejor privada. Solo
para compradores discretos seleccionados por usted entre sus mejores clientes.
Ha de ser confidencial todo el proceso hasta que se complete la operación.
-Bien, así, sin pensarlo
mucho, creo que los cuadros más vendibles serían...
-Verá, director, antes
de eso quizá sea bueno conocer algunos detalles de la operación que llamaremos
en lo sucesivo “Moisés”, por aquello de la larga travesía del desierto
conduciendo a los israelitas.
-Bien, Operación
Moisés, entonces.
-Necesitaría solamente
vender algunos tesoros vaticanos, cuadros en primer lugar, para conseguir unos
cuatrocientos millones de euros. El destino no puedo revelarlo por el momento,
pondría en peligro su resultado -dice el Papa con gesto de inquietud.
-Entiendo, Santidad, sé
que es por una buena causa y, también, arriesgado.
-Para usted no,
director. Todo se hará con documentos, pero sin que se sepa hasta más adelante.
-Tendrá mi absoluta
discreción, Francisco.
-¡Gratias Deo! Bien, se
trata de subastar algunos cuadros de la Pinacoteca Vaticana, lo cual habrá que
cerrarlo por obras durante un tiempo hasta que se saquen, siempre con absoluto
secreto. No sé la forma de hacerlo, pero ustedes podrían ayudar en ello, espero.
-Es difícil, pero
simulando una obra y sin que la Guardia Suiza husmee mucho, se podrían sacar
entre los escombros, protegidos y escondidos en los contendores. Por ejemplo,
si se trabajase en algunos sótanos en los que se guarden obras de arte no expuestas
como tienen todos los museos.
-Excelente idea, ¡nunca
se me hubiese ocurrido! -dice el Papa pensativo.
-Sin duda,
naturalmente. Ambos sonríen.
-Bien, ahora
seleccionemos los cuadros de mayor valor para no tener que proteger muchos y
sacarlos intactos.
-Hacerlo bien,
requerirá la ayuda de expertos, cómo los nuestros, Francisco, muy acostumbrados
a manejar esos tesoros.