DIOS SE ESTÁ MANIFESTANDO SIEMPRE Y A TODOS
Fray MarcosMt 2,1-12
Epifanía significa
manifestación. En el origen significó la primera luz que aparece en el
horizonte antes de salir el sol. Esa luz se tomó como símbolo de la iluminación
espiritual en todas las religiones; por eso la luz viene siempre de oriente.
Toda manifestación de Dios es universal. Dios no puede tener privilegios. No
estamos celebrando la fecha de un acontecimiento, sino la realidad de lo que es
Dios y la alegría de poder descubrirle. Es una narración fantástica que ni
siquiera es original del cristianismo. En otras muchas culturas se habla de una
estrella que anuncia el nacimiento de un gran hombre, de tiranos que persiguen
a un niño salvador y de inocentes que mueren para salvar al escogido.
La Natividad de Jesús
se celebró el 6 de Enero en toda la Iglesia durante varios siglos. Más tarde,
en Occidente, se comenzó a celebrar el 25 de Diciembre para suplantar la fiesta
pagana de las “Saturnales”, fiesta del sol invicto. En Oriente se sigue
celebrando la Navidad el día 6 de Enero. Al celebrarse en occidente la
Natividad de Jesús el 25 de Diciembre, se reservó la fecha del 6 de Enero para
celebrar las Epifanías, que incluía otras dos fiestas, el Bautismo del Señor y
las Bodas de Caná, que hoy celebramos separadas.
Dejemos bien claro, desde el principio, que cuando nació Jesús no pasó absolutamente nada fuera de lo normal. Todo el relato se desarrolla en un lenguaje específicamente mateano. Se trata de dejar claro que los de cerca rechazan de plano a Jesús por lo que significa, y los de lejos lo buscan y lo aceptan como lo que es: la luz que ilumina a todos.
A través de los siglos
se ha ido adornando el relato con afirmaciones que no están en el texto, pero
que hoy todo el mundo cree a pies juntillas. El relato no dice que eran tres.
Mucho menos sus nombres. Ni dice que eran reyes. Ni “Mago” tiene, para nada, el
significado que hoy damos a la palabra mago. En su origen el termino magoi
significaba un miembro de la casta sacerdotal persa. Más tarde designó a otros
representantes de la teología, de la filosofía y de la astronomía. Según el
texto, los “magos” son unos paganos que, orientados por signos extraordinarios
que solo ellos saben interpretar, llegan a descubrir a Jesús. Mateo nos
advierte de la llamada a todos los hombres a descubrirle.
Los intentos, que se
han hecho a través de la historia de explicar la posibilidad de un fenómeno
celeste que explicara la estrella, no merecen mayor comentario. Ni cometa, ni
estrella, ni conjunción de astros tiene sentido alguno, porque se trata de un
relato simbólico. Una estrella no puede pararse “encima de donde estaba el
niño”. Pero desde el punto de vista teológico, sí es relevante que el signo de
la presencia de Dios se detenga donde se encuentra Jesús. Al que busca, Dios lo
guía y encontrará lo que busca.
También queda la historia fuera de toda lógica cuando nos dice que se sobresaltó toda Jerusalén con Herodes. Herodes era odiado por todos los judíos. El anuncio de un rey distinto solo podía provocar alegría entre los habitantes de Jerusalén. Mateo piensa en la Jerusalén que dio muerte a Jesús. Para Mateo el rechazo de los judíos es constante y anterior a cualquier manifestación de Jesús. A pesar de la estrategia de Herodes, Dios está allí para salvarlo. Tanto la intervención de Dios por medio de la estrella y de los sueños, como la derrota de Herodes, están hablando de la experiencia de la comunidad de Mateo.
Si analizamos en profundidad nuestra actitud ante el Niño, resulta que el miedo de Herodes es también nuestro miedo. El reinado de Dios es una amenaza para nuestro egoísmo. Cuántas veces en nuestra vida hemos dicho: esto no lo creo, cuando queríamos decir: esto no me gusta. Estaríamos dispuestos a adorar a un Dios que potenciara nuestras seguridades y nuestro poder. Un Dios que reine sin hacernos reinar a nosotros, no nos interesa. Como los magos salen de su tierra para buscar, nosotros tenemos que salir de nuestras seguridades terrenas para buscarle. Sin esa actitud, aunque haya nacido el Niño y aparecido la estrella, seguiremos sin enterarnos y el encuentro no se producirá.
Los letrados lo saben
todo sobre el Mesías, pero, instalados en sus privilegios, no mueven un dedo
para comprobar. Se quedan con su conocimiento y sus libros. El mensaje de este
relato puede advertirnos a nosotros de que el amor a la verdad crea nómadas, no
instalados satisfechos. Cuantas veces, los cristianos nos hemos conformado con
marcar a los demás la dirección sin mover un dedo para acompañarles. Esta
actitud de los magos nos tiene que hacer pensar. Los paganos adoran al Niño,
los judíos intentan matarlo. Los paganos reconocen al Niño, los judíos no lo
reconocen. Son tesis del evangelio de Mateo.
El hecho de que los
magos pregunten a Herodes y éste pregunte a su vez a los que conocen las
Escrituras es muy interesante. Las Escrituras pueden servir de pauta, pueden
indicarnos el camino a seguir cuando atravesamos lugares o tiempos sin
estrella. Pero el valor de la Escritura depende de la actitud del que las
estudia. A la Biblia hay que acercarse sin prejuicios; no para buscar argumentos
a favor de lo que ya creemos, sino abiertos a lo que nos va a decir, aunque sea
distinto a lo que yo espero. Ante millones de estrellas que brillan en el
firmamento, lo magos descubren la de Jesús. Ante las miles de estrellas que
llaman la atención en nuestro mundo, tenemos que descubrir la nuestra.
El hombre tiene que
dejarse iluminar por su estrella, pero también debe ser guía para los demás. No
se trata de “convertir” a nadie. Nuestra obligación es hacer ver a los demás el
Dios de Jesús, manifestando con nuestra vida su cercanía. Hacemos presente lo
que es Dios, siempre que salimos de nosotros mismos y vamos en ayuda de los
demás. No debemos presentarnos como poseedores de la verdad, sino como compañeros
en la búsqueda. El verdadero creyente será siempre un buscador de la verdad, no
su guardián. Fijaos lo que tiene que cambiar la actitud de los cristianos,
sobre todo la de sus jefes.
Esta celebración nos
lanza más allá del marco de una iglesia. Dios se manifiesta siempre a todos los
pueblos de todas las épocas. Todos los hombres están a la misma distancia de
Dios. En el momento que nos sentimos privilegiados, hemos hecho polvo el
mensaje de esta fiesta. Todos recibimos todo de Dios y todos tenemos la
obligación de aprender de los demás y enseñar a los demás. Todos tenemos la
obligación de encender una cerilla, en lugar de maldecir las tinieblas. No
podemos seguir mirándonos al ombligo con autocomplacencia. Debemos completar
nuestra verdad aceptando la verdad de los otros.
El Reino de Dios no se
limita a una Iglesia. El amor, la entrega, la capacidad de salir de sí e ir al
otro, son posibilidades que abarcan a todos los hombres. Lo que celebramos hoy
es la apertura de Dios a todos los hombres. Allí donde haya un hombre que crece
en humanidad, amando a los demás, allí está Dios. No podemos entender la
apertura a los gentiles como propuesta para que se conviertan a nuestra
religión. Lo importante es descubrir y potenciar lo que hay de cristiano en
cada hombre, aunque no conozca a Jesús.