Quieres suscribirte al blog?

Colaborando con...

19 de enero de 2023

EVANGELIO DOMINGO 22-ENERO-2023(Mateo 4, 12-23- Reflexiones de Pagola

LLAMADA A LA CONVERSIÓN

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: <<País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló>>.

Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

Pasando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.

Les digo:

Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.

Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron.

Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo (Mateo 4,12-23).

 

LA PRIMERA PALABRA DE JESÚS

Mateo recuerda que estamos en la <<Galilea de los gentiles>>. Mateo ve que <<el pueblo habita en tinieblas>>. Sobre la tierra <<hay sombras de muerte>>.

Reina la injusticia y el mal. La vida no puede crecer. Las cosas no son como las quiere Dios. Aquí no reina el Padre.

Sin embargo, en medio de las tinieblas, el pueblo va a empezar a ver <<una luz grande>>. Entre las sombras de muerte <<empieza a brillar una luz>>. Eso es siempre Jesús: una luz grande que brilla en el mundo.

Según Mateo, Jesús comienza su predicación con un grito:

<<Convertíos>>. Es la hora de la conversión. Hay que abrirse al reino de Dios. No quedarse <<sentados en las tinieblas>>, sino <<caminar en la luz>>.

Dentro de la Iglesia hay una <<gran luz>>. Es Jesús. En él se nos revela Dios. No lo hemos de ocultar con nuestro protagonismo. No lo hemos de suplantar con nada. No lo hemos de convertir en doctrina teórica, en teología fría o en palabra aburrida. Si la luz de Jesús se apaga, los cristianos nos convertiremos en lo que tanto temía Jesús:

<<Unos ciegos que tratan de guiar a otros ciegos>>.


¿EN QUÉ HEMOS DE CAMBIAR?

No es difícil resumir el mensaje de Jesús: Dios no es un ser indiferente y lejano, que se mueve en su mundo, interesado solo por su honor y sus derechos. Es alguien que busca para todos lo mejor. Solo quiere la colaboración de sus criaturas para conducir al mundo a su plenitud: <<El reino de Dios está cerca. Cambiad>>.

Pero ¿qué es colaborar en el proyecto de Dios?, ¿en qué hay que cambiar?

Primero. La compasión ha de ser siempre el principio de actuación. Hay que introducir en el mundo compasión hacia los que sufren. Sin ayuda práctica a los desgraciados de la tierra no hay progreso humano.

Segundo. La dignidad de los últimos ha de ser la primera meta. <<Los últimos serán los primeros>>. Hay que poner la cultura, la economía, las democracias y las Iglesias mirando hacia los que no pueden vivir de manera digna.

Tercero. Hay que impulsar un proceso de curación que libere a la humanidad de lo que la destruye y degrada:

<<Id y curad>>. Lo decisivo es curar, aliviar el sufrimiento, sanear la vida, construir una convivencia orientada hacia una vida más sana, digna y dichosa para todos, alcanzará su plenitud en el encuentro definitivo con Dios.

Esta es la herencia de Jesús. Nunca será bendecida por Dios ninguna religión, si no busca justicia para los últimos.

 

NUNCA ES TARDE

La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz.

Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera alegría. No es dejar de vivir, sino sentirnos más vivos que nunca. Comenzar a intuir todo lo que significa vivir.

Convertirse es algo gozoso. Es limpiar nuestra mente de egoísmos e intereses que empequeñecen nuestro vivir cotidiano. Liberar nuestro afán de poder y posesión.

Liberarnos de objetos que no necesitamos y vivir para personas que nos necesitan.

Uno comienza a convertirse cuando descubre que lo importante no es preguntarse cómo puedo ganar más dinero, sino como puedo ser más humano.

 

PERDIDOS EN LA CRISIS RELIGIOSA

Vivimos tiempos de crisis religiosa. Parece que la fe va quedando como ahogada en la conciencia de no pocas personas, reprimida por la cultura moderna y por el estilo de vida del hombre de hoy.

Al mismo tiempo crece en no pocos la sensación de que hemos perdido la dirección acertada. Algo se hunde bajo nuestros pies. Nos estamos quedando sin metas ni puntos de referencia. Nos damos cuenta de que podemos solucionar <<problemas>> pero que somos cada vez menos capaces de resolver <<el problema>> de la vida.

¿No estamos más necesitados que nunca de la salvación?

Vivimos también tiempos de <<fragmentación>>. La vida se ha atomizado. Cada uno vive en su compartimento.

Hoy no se escucha a quien sabe de la vida, sino al especialista que sabe mucho de una parcela, pero lo ignora todo sobre el sentido de la existencia.

Al mismo tiempo, no pocas personas comienzan a sentirse mal en este mundo vertiginoso de datos, informaciones y cifras. No podemos evitar los interrogantes eternos del ser humano. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿No hay dónde encontrar un sentido último a la vida?

Son también tiempos de pragmatismos científico. El hombre moderno ha decidido (no se sabe por qué) que solo existe lo que puede comprobar la ciencia.

Naturalmente, en este planteamiento tan simple como poco científico, Dios no tiene cabida.

La vida no es un <<gran mecano>>, ni el hombre solo <<una pieza>>.

Por eso surge de nuevo la sospecha: ¿no serán justamente las <<cuestiones>> sobre las que la ciencia guarda silencio las que constituyen el sentido de la vida?.

¿No es una tragedia prescindir tan ingenuamente de Dios? Mientras tanto siguen ahí las palabras de Jesús:

<<Convertíos, porque está cerca el reino de Dios>>.

SEGUIR A JESÚS

Si preguntamos a los cristianos qué entienden por fe, descubriríamos que, para muchos, la fe se reduce a pertenecer a la Iglesia, confesar el credo, adherirse a la moral católica y cumplir los ritos cultuales prescritos.

En las primeras comunidades nos hubieran respondido que ser cristiano es <<seguir a Jesús>>. Cristiano es aquel que se esfuerza por construir su vida siguiendo las huellas de Jesús. Es lo que hacen aquellos pescadores de Galilea respondiendo a su llamada.


Quizá después de veinte siglos, los cristianos necesitamos recordar de nuevo que el elemento esencial consiste en seguir a Jesucristo.

Asumir las grandes actitudes que dieron sentido a su vida y vivirlas hoy en nuestro propio contexto histórico de manera creativa.

Ser cristiano es ir descubriendo poco a poco el significado salvador que se encierra en Jesús, ir adquiriendo su <<estilo de vida>>.

Seguir a Jesús es creer lo que el creyó, mirar a las personas como él las miró, acercarnos a los necesitados como él lo hizo, amar a las gentes como él las amó, confiar en el Padre como él confió.

Si la fe consiste en seguir a Jesús, hemos de preguntarnos todos sinceramente a quién seguimos en nuestra vida, que mensajes escuchamos, a qué lideres nos adherimos, que causas defendemos y a qué intereses obedecemos, al mismo tiempo que pretendemos ser cristianos, es decir, <<seguidores>> de Jesucristo.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.