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26 de enero de 2023

EVANGELIO DOMINGO 29 - ENERO-2023( Mateo 5, 1- 12a) -Reflexiones de Pagola

BIENAVENTURANZAS



Al ver Jesús al gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.

Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.

Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia.

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán <<los hijos de Dios>>.

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo (Mateo 5, 1- 12 a).

 

LA FELICIDAD DE JESÚS

No es difícil dibujar el perfil de una persona feliz en la sociedad que conoció Jesús. Se trataría de un varón adulto y de buena salud, casado con una mujer honesta y fecunda, con hijos varones y unas tierras ricas, observante de la religión y respetado en su pueblo. ¿Qué más se podía pedir?

Ciertamente no era este el ideal que animaba a Jesús. Su manera de vivir era provocativa. Si era feliz, lo era de manera contracultural, a contrapelo de lo establecido.

En realidad, no pensaba mucho en su felicidad. Su vida giraba más bien en torno a un proyecto que le entusiasmaba y le hacía vivir intensamente. Lo llamaba <<reino de Dios>>.

No sabía ser feliz sin incluir a los otros. Creía en un <<Dios feliz>>, más atento al sufrimiento de las gentes que a sus pecados.

Desde la fe en ese Dios rompía los esquemas religiosos y sociales. No predicaba: <<Felices los justos y piadosos, porque recibirán el premio de Dios>>. No decía: <<Felices los ricos y poderosos, porque cuentan con su bendición>>. Su grito era desconcertante para todos:

<<Felices los pobres, porque Dios será su felicidad>>.

La invitación de Jesús viene a decir así: <<No busquéis la felicidad en la satisfacción de vuestros intereses ni en la práctica interesada de vuestra religión. Sed felices trabajando de manera fiel y paciente por un mundo más feliz para todos>>.

 

ESCUCHAR DE CERCA LAS BIENAVENTURANZAS

Dichosos <<los pobres de espíritu>>, los que saben vivir con poco, confiando siempre en Dios. Dichosa una Iglesia con alma de pobre porque tendrá menos problemas, estará más atenta a los necesitados.

Dichosos <<los sufridos>> los que viven con corazón benévolo y clemente. Dichosa una Iglesia llena de mansedumbre. Será un regalo para este mundo lleno de violencia. Ella heredará la tierra prometida.

Dichosos <<los que lloran>>, porque padecen injustamente sufrimientos y marginación. Con ellos se puede crear un mundo mejor y más digno. Dichosa la Iglesia que sufre por ser fiel a Jesús. Un día será consolada por Dios.


Dichosos <<los que tienen hambre y sed de justicia>>.

Dichosa la Iglesia que busca con pasión el reino de Dios y su justicia. En ella alentará lo mejor del espíritu humano.

Un día su anhelo será saciado

Dichosos <<los misericordiosos>> que actúan, trabajan y viven movidos por la compasión. Dichosa la Iglesia a la que Dios le arranca el corazón de piedra y le da un corazón de carne. Ella alcanzará misericordia.

Dichosos <<los que trabajan por la paz>>, con paciencia y fe, buscando el bien para todos. Dichosa la Iglesia que introduce en el mundo paz y no discordia, reconciliación y no enfrentamiento. Ella será <<hija de Dios>>.

Dichosos los que, <<perseguidos a causa de la justicia>>, responden con mansedumbre a las injusticias y ofensas.

Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien. Dichosa la Iglesia perseguida por seguir a Jesús. De ella es el reino de Dios.

 

CONTENIDO INAGOTABLE

Quien se acerca una y otra vez a las bienaventuranzas de Jesús advierte que su contenido es inagotable. Siempre encontramos en ellas una luz diferente para el momento que estamos viviendo. Así <<resuenan>> hoy en mí las palabras de Jesús.

Felices los pobres de espíritu, los que saben vivir con poco. Estarán más atentos a los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que lo entendamos seremos más humanos.

Felices los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo para nuestro mundo violento.

Felices los que lloran al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, los que no han perdido el deseo de ser más justos ni la voluntad de hacer una sociedad más digna.

Felices los misericordiosos, los que saben perdonar en lo hondo de su corazón.

Ellos son los que mejor nos pueden acercar a la reconciliación.

Felices los que mantienen su corazón limpio de odios. Se puede confiar en ellos para construir el futuro.

Felices los que trabajan por la paz con paciencia y con fe.

Los necesitamos para reconstruir la convivencia.

Felices los que son perseguidos por actuar con justicia.

Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien.

Felices los que son insultados, perseguidos y calumniados por seguir fielmente la trayectoria de Jesús.

Deformaríamos, sin embargo, el sentido de estas bienaventuranzas si no añadiéramos algo que se subraya en cada una de ellas.

Con bellas expresiones Jesús pone ante sus ojos a Dios como garante último de la dicha humana. Quienes vivan inspirándose en este programa de vida, un día <<serán consolados>>, <<quedarán saciados de justicia>>, <<alcanzarán misericordia>>, <<verán a Dios>> y disfrutarán eternamente en su reino.

EL DIOS DE LOS QUE SUFREN

Si algo aparece claro en las bienaventuranzas es que Dios es de los pobres, los oprimidos, los que lloran y sufren.

Dios no es insensible al sufrimiento. No es apático. Dios <<sufre donde sufre el amor>> (Jürgen Moltmann). Por eso, el futuro proyectado. Por eso, el futuro proyectado y querido por Dios pertenece a quienes sufren, porque apenas hay un lugar para ellos ni en la sociedad ni en el corazón de los hermanos.

De mil maneras vamos evitando la relación y el contacto con los que sufren. Levantamos muros que nos separan de la experiencia y la realidad del sufrimiento ajeno. Nos mantenemos lo más lejos posible del dolor. Nos preocupamos de lo nuestro y vivimos <<asépticamente>> en nuestro mundo privado, después de colocar el correspondiente <<Do not disturb>>.

Contemplamos el sufrimiento ajeno de forma indirecta, a través de la pantalla televisiva. Corremos cada uno a nuestras ocupaciones, sin tiempo para detenernos ante quien sufre.

<<Podemos cambiar las condiciones sociales bajo las cuales sufren los hombres…Podemos hacer retroceder y suprimir incluso el sufrimiento, que aún hoy se produce para provecho de unos pocos.

El único medio de traspasar estas fronteras consiste en compartir el dolor con los que sufren, no dejarlos solos y hacer más fuerte su grito>> (Dorothee Sölle).

ES BUENO CREER

A menudo se piensa que la fe es algo que tiene que ver con la salvación eterna del ser humano, pero no con la felicidad concreta de cada día, que es lo que ahora mismo nos interesa. Más aún. Hay quienes sospechan que sin Dios y sin religión seríamos más dichosos. Por eso es saludable recordar algunas convicciones cristianas que han podido quedar olvidadas o encubiertas por una presentación desacertada o insuficiente de la fe. He aquí algunas.

Dios nos ha creado sólo por amor, no para su propio provecho o pensando en su interés, sino buscando nuestra dicha. A Dios lo único que le interesa es nuestro bien.

Dios quiere nuestra felicidad no solo a partir de la muerte, en lo que llamamos <<vida eterna>>, sino ahora mismo, en esta vida. Por eso está presente en nuestra existencia potenciando nuestro bien, nunca nuestro daño.

La moral no consiste en cumplir unas leyes impuestas arbitrariamente por Dios.

Dios no prohíbe lo que es bueno para el ser humano ni obliga a lo que puede ser dañoso. Solo quiere nuestro bien.

Ser cristiano es aprender a <<vivir bien>> siguiendo el camino abierto por Jesús. Las bienaventuranzas son el núcleo más significativo y <<escandaloso>> de ese camino. Hacia la felicidad se camina con corazón sencillo y transparente, con hambre y sed de justicia, trabajando por la paz con entrañas de misericordia, soportando el peso del camino con mansedumbre.

Este camino diseñado en las bienaventuranzas lleva a conocer ya en esta tierra la felicidad vivida y experimentada por el mismo Jesús.



José Antonio Pagola