Dios, no sé si me estás
escuchando. Hace mucho tiempo que no te siento, y me he acostumbrado a vivir
sin pensar en ti. No sé qué pensarían los que me conocen si me vieran así,
tratando de hablar contigo a solas, con sinceridad, desde el fondo de mi ser.
Dios mío, tú sabes que
ya no acierto a rezar. Se me han olvidado aquellas oraciones que me enseñaron cuando
era niño. Me gustaba rezarle a la Virgen. Me daba seguridad y me sentía bien.
Ahora todos esos rezos no me dicen nada.
La pena es que no he
aprendido a hablar contigo de otra manera, con palabras mías, que me salgan a
mí de dentro. No sé rezar y no sé quién me puede enseñar.
La verdad es que ya no
sé muy bien si creo en ti. ¡Han pasado tantas cosas en estos años! He cambiado
mucho por dentro.
Me he hecho más crítico
y más escéptico, pero también más frágil e inseguro. Ya no sé en qué creer. Me
he quedado como
<<vacío>>
por dentro. Quisiera sentirte más vivo dentro de mí.
Me ayudaría a creer en
ti.
Lo que oigo hablar de la
religión se me hace demasiado complicado. Necesito creer en ti de manera más
sencilla. ¡Te necesito a ti! A veces me encuentro mal dentro de mí. Van pasando
los años y empiezo a sentir el desgaste de la vida. No tengo grandes problemas,
pero no me siento bien. No sé exactamente lo que necesito ni sé a quién acudir.
Cuanto desearía poder
renovar mi vida desde dentro: encontrar en mí una alegría nueva, una fuerza
diferente para enfrentarme a la vida de cada día. Me gustaría cambiar, ser
mejor conmigo mismo y con todos. Me gustaría, sobre todo, creer en ti de otra manera,
sentirme a gusto contigo. Pero me conozco. Soy inconstante. Ni yo mismo creo
mucho en mi transformación.
Por otra parte, tú
sabes cómo me dejo arrastrar por las ocupaciones y problemas de cada día. Tal
vez por eso no me encuentro casi nunca contigo. Tú estás dentro de mí, pero yo ando
casi siempre fuera de mí mismo. Tú estás conmigo y yo ando perdido en mil cosas,
olvidado totalmente de ti. ¿Nunca podremos vivir tú y yo de otra manera?
Si al menos te sintiera como mi mejor amigo. A veces pienso que eso lo cambiaría todo. Pero he oído tantas cosas de ti. En el fondo estoy seguro de que eres más humano, más comprensivo, más bueno que todo lo que me han dicho. Que alegría si no te tuviera esa especie de <<miedo>> que no sé de dónde me brota, pero que tanto me distancia de ti.
Dios mío, graba bien en
mi corazón que tú solo sientes amor y ternura hacia mí. Que no se me olvide
nunca que tú me aceptas tal como soy, que entiendes mi mediocridad, que
perdonas mi pecado y que me quieres incluso aunque no cambie. Que suerte que
seas así.
A veces pienso que mi
gran pecado es no terminar de creer en ti y en tu amor. ¿Por qué no confío más
en tu bondad y tu fuerza salvadora? ¿En dónde podría yo refugiarme con mis
debilidades y cobardías sino en ti, Dios de los débiles y pequeños? ¿Quién me
podría entender mejor que tú?
En estos momentos no me
sale pedirte cosas. Solo que despiertes mi fe lo suficiente para creer que tú
me acompañas en cada momento. Tú no te cansas de mí, no me olvidas. Tú me puedes
dar fuerzas para no quedarme para siempre en la mediocridad.
Dios mío, ya hemos
vivido mucho tiempo lejos el uno del otro.
No quiero seguir
alejándome más, pero no tengo fuerzas para volver a ti. Tu sabrás buscar caminos
para encontrarme. No me busques entre los creyentes piadosos ni entre los
practicantes.
Búscame entre los que
han perdido el camino y no saben cómo volver a ti.
Ningún ser humano se
aleja tanto de ti
que no pueda
encontrarte de nuevo…
Cuando alguien viene a
ti,
no importa la edad, el
día
ni su condición humana.
Si viene a ti con alma
sincera
descubre tu Amor…
como una fuente de
frescor inalterable.
SOREN KIERKEGAARD,
filósofo y teólogo
danés (1813-1855)
Creer ¿Creer para qué?
José Antonio Pagola