Relectura de la
“parábola de los talentos” (Mt 25, 14-30)
Demetrio Orte
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Jesús les dice a sus discípulos y discípulas: el Reino de Dios se parece a la
Bolsa, pero al revés.
Ya os dije que no se
puede servir a Dios y al dinero (Mt 6,24). La “Bolsa de valores” del Reino es
otra. Los valores son otros. El Reino de Dios no es para personas egoístas,
apocadas y cobardes, ni miedosas que no quieran arriesgar. Pero tampoco es para
especuladores. El “Señor” del Reino no es un explotador ni un especulador que
se enriquece con el trabajo ajeno. No premia ni castiga. Recordad aquella
parábola de los trabajadores del campo, que no cobran lo que merecen sino lo que
necesitan, y los últimos son los primeros. (Mt 20,16)
Os enseñé a ensalzar la picardía del inversor injusto (o administrador infiel (Lc 16,8), no por su injusticia sino por su astucia, como un toque de alerta para “los hijos de la luz”: ojalá fuerais más espabilados e imaginativos en la Causa del Reino y de la solidaridad. Ya que se os ha “prestado” un dinero (aunque fuera injusto), mejor que sepáis invertirlo en la Causa del Reino, o sea para los pobres a fondo perdido. No es la lógica de la Bolsa de que “Dinero llama a dinero”. La avaricia no va con el Reino. El Reino es la mejor inversión. Sed brókers del Reino. Es la perla o el tesoro por el que vale la pena invertir todo y jugárselo a una baza (Mt 13,44).
Tampoco se parece el
Reino de Dios a las loterías con el señuelo de que con un euro puedes ganar un
millón. Así, muchas personas que ponen un euro, o más, hacen rica a una o pocas
personas con el dinero ajeno. El Reino no es una lotería, ni primitiva ni
moderna. El Reino hay que currarlo. Y no cae del cielo. Es como una semilla o
la levadura (Lc 13,18-21).
Más se parece el Reino
de Dios a la Banca ética, todo un oxímoron. Si tenemos algún dinero, mejor
ponerlo para quien lo necesita, sin voluntad de negocio ni avaricia de
enriquecerse.
O se parece también al
crowdfunding, en que pequeños créditos de gente solidaria ayudan a un proyecto
justo o a gente que lo necesita para salir adelante; no para enriquecerse, sino
para salir adelante en un proyecto vital. Es la utopía de que “mucha gente
pequeña, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo”
(Galeano). Eso se parece más al Reino.
El Reino se realiza
también ejerciendo la cooperación. Un comunidad de base italiana tiene por
lema: ”La alegría de compartir nos compensa la tristeza de tener”. Ya que
tenemos algo de dinero y vivimos en el primer mundo del bienestar, por lo menos
compensémoslo con la alegría de compartir, no de dar por dar, sino de compartir
lo que tenemos y lo que somos, lo que podemos: tiempo, talento, cualidades. Y
no es cuestión de cantidad. Quien se da lo da todo consigo. Recordad aquella
viejita del templo, aquella viuda pobre que lo da todo (Lc 21,4).
Quien da lo que le sobra, por mucho que sea, no da nada de sí. No midáis lo que dais ni esperéis recompensa. La vida no tiene precio. No es cuestión de dar, sino de compartir. Y a veces se recibe mucho más de lo que se da. Así es el Reino.
ECLESALIA