Seguramente estás convencido de que, si existe, Dios es bueno.
Pero está tan lejos y es
tan grande, que probablemente apenas se preocupa de tu vida concreta. ¿Le puede
interesar a Dios que tú seas feliz este fin de semana? ¿Cómo puede estar
pensando en que te salga bien ese proyecto de trabajo, en el que has invertido
tantas horas?
Desde muy niño te has
ido haciendo la idea, de que en todo esto de la religión; hay dos mundos de intereses.
Por una parte está lo que le interesa a Dios, y por otra lo que nos interesa de
verdad a los hombres y mujeres que, día a día, luchamos por vivir lo mejor que
podemos.
A Dios le interesa su <<gloria>>,
es decir, que las personas crean en él, que lo alaben y que cumplan su voluntad
divina. Eso es lo que Dios quiere y busca: que la gente rece, que le dé culto y
practique la religión. Así Dios se siente <<a gusto>> recibiendo de
sus criaturas honor y gloria.
Por otra parte está lo
que de verdad nos interesa a nosotros: tener trabajo, compartir una vida
dichosa con la pareja, acertar con los hijos, vivir bien, divertirnos,
disfrutar de una sociedad en paz. Esa es la esfera de nuestros intereses, donde
nosotros nos afanamos por vivir lo mejor posible.
Es fácil que también
tú, como muchos otros, piensen así. A Dios le interesa <<lo suyo>>
y trata de poner a las personas a su servicio. Impone sus diez mandamientos-
como podía haber impuesto otros o ninguno- y está atento a cómo le responden
los humanos. Si le obedecen, los premia; en caso contrario, los castiga. Como
es Dios y Señor supremo del mundo, también concede favores. A veces gratuitamente
a los que él quiere, a veces a cambio de algo, pero siempre buscando su propia
gloria.
Los hombres y las mujeres, por su parte, buscan sus propios intereses y tratan de poner a Dios de su parte. ¿No es para esto la religión? Las personas que son religiosas le piden ayuda a Dios para que le salgan bien sus cosas, le dan gracias por los favores que reciben de él; hacen lo posible por mantenerlo contento; incluso le ofrecen sacrificios y cumplen promesas para hacer que se interese por sus asuntos.
Así piensan muchos
creyentes de buena fe. Y, sin embargo, esta manera de entender y de vivir la
religión es falsa. Dios es amor y solo amor. A Dios lo único que le interesa
somos nosotros. Nos crea solo por amor y buscando nuestro bien. No hay que
forzarlo ni convencerlo de nada. De él solo brota amor gratuito. A Dios le interesa
tu vida, tu trabajo, tu libertad, tu salud, tu familia. Dios quiere una vida
digna, dichosa y sana para todos y cada uno de nosotros.
Esta es tal vez la
novedad más importante que introduce Jesús en la sociedad de su tiempo. Toma
buena nota.
Según Jesús, para Dios
lo más importante no es la religión, sino la vida de las personas. Esto es lo
que le llevó a enfrentarse con los dirigentes religiosos del templo.
Para los sacerdotes de
Jerusalén y los maestros de la ley, lo más importante es dar gloria a Dios observando
la ley, cumpliendo el sábado y asegurando el culto del templo. Para Jesús, por
el contrario, lo más importante son las personas. Por eso se dedica a curar a
los enfermos, a aliviar el sufrimiento, acoger a los leprosos y marginados,
defender a las mujeres, devolver la dignidad a las prostitutas, bendecir y
abrazar a los más pequeños.
Sabía que, para Dios,
nada hay más importante que las personas. Si vas descubriendo poco a poco cómo
es Dios, tu vida cambiará.
Sentirás que Dios no te
ama buscando su propio interés. Solo piensa en tu bien. Incluso cuando te llama
a vivir una vida moral digna. No te equivoques. No pienses que Dios quiere
fastidiarte.
Quiere que vivas lo que
es bueno para ti, no lo que te va a hacer daño. Así es Dios.
¿Qué será de mí sin ti?
Acosado por angustias y
miedos
me sentiría solo en el
vasto mundo.
No sabría qué amar.
El futuro sería un
abismo sombrío:
y cuando mi corazón se
llenara de pena,
¿a quién diría yo mi
inquietud?
FRIEDRICH NOVALIS,
poeta alemán
(1772-1801)
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.