Ocultan
sistemáticamente las denuncias que viene efectuando. Denuncias claras,
contundentes, profética contra el mundo occidental y las grandes potencias
(USA, China o Rusia) que están esquilmando África y sembrando explotación,
destrucción y sangre a raudales.
Clamó con palabras
claras, contundente, sinceras, emocionadas y evangélicas contra el “silencio
cómplice” de la comunidad internacional.
José Manuel
Vidal
Silencio casi total.
Silencio ominoso, delictivo y, por lo tanto cómplice. Los grandes grupos
mediáticos del mundo (y nacionales) no se están haciendo eco de la visita del
Papa Francisco a África. Primero, a la República Democrática del Congo (RDC) y, después, a Sudán del Sur. Más
aún, ocultan sistemáticamente las denuncias que viene efectuando. Denuncias
claras, contundentes, profética contra el mundo occidental y las grandes
potencias (USA, China o Rusia) que están esquilmando África y sembrando
explotación, destrucción y sangre a raudales.
Lo explicó Francisco con la parábola de los diamantes manchados de sangre. Lo escenificó, recibiendo a las víctimas de la guerra del Este de la RDC, que depositaron ante el crucifijo y al lado del Papa los machetes con los que asesinaron a sus familiares.
Clamó con palabras claras, contundente, sinceras, emocionadas y evangélicas contra el “silencio cómplice” de la comunidad internacional. Con titulares como éstos: “Pongan fin a la guerra. ¡Basta de enriquecerse a costa de los más débiles con recursos y dinero manchado de sangre!”. Y añadió: "Condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar”.
"Es la guerra desatada por una insaciable avidez de materias primas y de dinero, que alimenta una economía armada, la cual exige inestabilidad y corrupción. Qué escándalo y qué hipocresía: la gente es agredida y asesinada, mientras los negocios que causan violencia y muerte siguen prosperando”.
"Tras el
colonialismo político, se ha desatado un 'colonialismo económico' igualmente
esclavizador...El veneno de la avaricia ha ensangrentado sus diamantes. Es un
drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos,
los oídos y la boca".
"No podemos
acostumbrarnos a la sangre que corre en este país desde hace décadas, causando
millones de muertos sin que muchos lo sepan. Que se conozca lo que está pasando
aquí. Que los procesos de paz que están en marcha, los cuales aliento con todas
mis fuerzas, se apoyen en hechos y que se mantengan los compromisos".
Pero los grandes conglomerados mediáticos
dependen de esos mismos que están saqueando el Congo y toda África. Y, por eso,
cubren las denuncias papales con el más absoluto de los silencios.
Si acaso y como
concesión a la superficialidad reinante, alguna foto con algún grupo congoleño
bailando un baile típico del país. Ni siquiera, una breve mención a las
imágenes espectaculares de misas con más de un millón de personas o el
encuentro con 100.000 jóvenes en el
estadio de los Mártires de Kinsasa.
La denuncias papales no
interesan y se las tapa, porque ponen en evidencia a los amos de los medios.
Para eso están los medios ‘lacayos’ del poder explotador. Y, después, se
permiten incluso dar lecciones de ética. ¿Dónde ha quedado la información como
servicio público para los ciudadanos? Entre las mallas de los medios
convertidos en puros negocios, sufragados por el capitalismo feroz y salvaje
que mata y quiere ocultarlo.