LAS TENTACIONES DE JESÚS
En
aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta
días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces
el diablo le dijo:
Si
eres hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús
le contestó:
Está
escrito: <<No solo de pan vive el hombre>>.
Después,
llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del
mundo, y le dijo:
Te
daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a
quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.
Jesús
le contestó:
Está
escrito: <<Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto>>.
Entonces
lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo, y le dijo:
Si
eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: <<Encargará
a los ángeles que cuiden de ti>>, y también: << Te sostendrán en
sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras>>.
Jesús
le contestó:
Está
mandado: <<No tentarás al Señor, tu Dios>>.
Completadas
las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión (Mt 4, 1-11).
TENTACIONES
Los cristianos de la primera
generación se interesaron muy pronto por las <<tentaciones>> de
Jesús. No querían olvidar el tipo de conflictos y luchas que tuvo que superar para
mantenerse fiel a Dios. Les ayudaba a no desviarse de su única tarea: construir
un mundo más humano siguiendo sus pasos.
En la primera tentación, Jesús se resiste a utilizar a Dios para <<convertir>> las piedras en pan. Lo primero que necesita una persona es comer, pero <<no solo de pan vive el hombre>>. El anhelo del ser humano no se apaga alimentando su cuerpo. Necesita mucho más.
Precisamente para
liberar de la miseria, del hambre y de la muerte a quienes no tienen pan, hemos
de despertar el hambre de justicia y de amor en nuestra sociedad de egoístas
satisfechos.
La segunda escena es impresionante.
Jesús está mirando el mundo desde una montaña alta. A sus pies se le presentan
<<todos los reinos>>, con sus conflictos, guerras e injusticias. El
diablo, por el contrario, le ofrece <<el poder y la gloria>> si se
le somete.
La reacción de Jesús es
inmediata: <<Al Señor, tu Dios, adorarás>>. El mundo no se humaniza
con la fuerza del poder.
Quienes siguen a Jesús
buscando gloria y poder viven <<arrodillados>> ante el diablo. No
adoran al verdadero Dios.
Por último, en lo alto
del templo, el diablo sugiere a Jesús buscar en Dios seguridad. Jesús
reacciona: <<No tentarás al Señor, tu Dios>>.
Es diabólico organizar
la religión como un sistema de creencias y prácticas que dan seguridad. No se
construye un mundo más humano refugiándonos cada uno en nuestra religión.
Es necesario asumir a
veces compromisos arriesgados, confiando en Dios, como Jesús.
IDENTIFICAR LAS
TENTACIONES
¿Cómo seremos una Iglesia
fiel a Jesús si no somos conscientes de las tentaciones más peligrosas que nos pueden
desviar hoy de su proyecto y su estilo de vida?
En la primera
tentación, Jesús renuncia a utilizar a Dios para <<convertir>> las
piedras en panes, saciando así su hambre.
Esta es probablemente
la tentación más grave de los cristianos de los países ricos: utilizar la
religión para completar nuestro bienestar material, tranquilizar conciencias y
vaciar nuestro cristianismo de compasión, viviendo sordos a la voz de Dios, que
nos sigue gritando:
<<¿Dónde están
vuestros hermanos?>>.
En la segunda tentación,
Jesús renuncia a obtener <<poder y gloria>>. El reino de Dios no se
impone, se ofrece con amor. Solo adorará al Dios de los pobres, débiles e
indefensos.
En estos tiempos de
pérdida de poder social es tentador para la Iglesia tratar de recuperar el
<<poder y la gloria>> de otros tiempos, pretendiendo incluso un
poder absoluto sobre la sociedad.
En la tercera tentación,
Jesús renuncia a cumplir su misión recurriendo al éxito fácil y la ostentación.
No será un Mesías triunfalista. Nunca pondrá a Dios al servicio de su
vanagloria. Estará entre los suyos como el que sirve.
Pocas cosas son más
ridículas en el seguimiento de Jesús que la ostentación y la búsqueda de
honores. Hacen daño a la Iglesia y la vacían de verdad.
LUCIDEZ Y FIDELIDAD
No le resultó fácil a
Jesús mantenerse fiel a la misión recibida de su Padre sin desviarse de su
voluntad. Los evangelios recuerdan su lucha interior y las pruebas que tuvo que
superar, junto a sus discípulos a lo largo de su vida.
Las tentaciones le
venían incluso de sus discípulos más queridos. Santiago y Juan le pedían que se
olvidara de los últimos y pensara más en reservarles a ellos los puestos de más
honor y poder.
Sufría Jesús y sufrían
también sus discípulos. Pocas horas antes de ser detenido por las fuerzas de
seguridad del templo, Jesús les dice así: <<Vosotros sois los que habéis perseverado
conmigo en mis pruebas>> (Lucas 22,28).
El relato de las
tentaciones de Jesús fue recogido en los evangelios para alentar a sus
seguidores. Hemos de ser lúcidos. El espíritu de Jesús está vivo en su Iglesia,
pero los cristianos no estamos libres de falsear una y otra vez nuestra
identidad cayendo en múltiples tentaciones.
Una Iglesia que no es consciente
de tentaciones pronto falseará su identidad y su misión. ¿No nos está sucediendo
algo de esto? ¿No necesitamos más lucidez y vigilancia para no caer en la
infidelidad?
CONVERTIR TODO EN PAN
Es nuestra gran
tentación. Reducir todo el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de
nuestros deseos:
Empeñarnos en convertirlo
todo en pan con que alimentar nuestras apetencias.
Nuestra mayor
satisfacción, y a veces casi la única, es digerir y consumir productos,
artículos, objetos, espectáculos, libros, televisión. Hasta el amor ha quedado convertido
con frecuencia en mera satisfacción sexual.
Nos engañamos si pensamos
que es ese el camino de la liberación y de la vida.
¿No estamos viendo que
una sociedad que cultiva el consumo y la satisfacción no hace sino generar insolidaridad,
irresponsabilidad y violencia?
Esta civilización que
nos ha <<educado>>, está necesitando un cambio de dirección que nos
pueda infundir nuevo aliento de vida.
Hemos de volver al desierto.
Aprender de Jesús, que se negó a hacer prodigios por pura utilidad, capricho o placer.
Escuchar la verdad que se encierra en sus inolvidables palabras: <<No
solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de
Dios>>.
PERDER O GANAR
En la vida no todo es creer,
progresar o ganar. Hay muchos momentos en que la persona puede conocer la crisis,
la enfermedad o el fracaso. Algo se rompe entonces en nosotros. Ya no hay
alegría en nuestro corazón. No somos los mismos.
Podemos entonces rebelarnos
y vivir esa experiencia como algo totalmente negativo que nos hace daño y mutila
nuestro ser. No es bueno negar lo que nos está pasando. Es mejor reconocer
nuestra limitación y fragilidad. Ese ser frágil e inseguro, poco acostumbrado a
sufrir, también soy yo.
Los creyentes vivimos
este proceso como una experiencia de salvación. Ahí está Dios, sanando nuestro
ser. Y el mejor signo de su presencia salvadora es esa alegría humilde que poco
a poco se puede ir despertando en nosotros. Una alegría que nace del centro de
la persona cuando se abre a Dios.
Tal vez estas
experiencias nos pueden ayudar a entender ese lenguaje difícil de Jesús que, en
contra de toda lógica de apropiación y seguridad, propone la desapropiación y la
pérdida como camino hacia una vida más plena: <<Si uno quiere salvar su
vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará>> (Mateo
16,25).
El relato evangélico
nos presenta a Jesús como el hombre que, en el momento de la tentación o la
crisis, sabe <<perder>> para <<ganar>> la vida.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.