Dijo Jesús a sus discípulos:
Vosotros
sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros
sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un
monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para
ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Alumbre
así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria
a vuestro Padre, que está en el cielo (Mateo 5, 13-16).
SI LA SAL SE VUELVE
SOSA…
Pocos escritos pueden
sacudir hoy el corazón de los creyentes con tanta fuerza como el pequeño libro
de Paul Evdokimov El amor loco de Dios.
Así ve P.Evdokimov el
momento actual: <<Los cristianos han hecho todo lo posible para
esterilizar el evangelio; se diría que lo han sumergido en un líquido
neutralizante.
¿De dónde procede este
cristianismo inoperante y amortiguado?
Las críticas del teólogo
ortodoxo no se detienen en cuestiones secundarias, sino que apuntan a lo
esencial.
La Iglesia aparece a
sus ojos no como <<un organismo vivo de la presencia real de
Cristo>>, sino como una organización estática y <<un lugar de autonutrición>>.
Los cristianos no tienen
sentido de la misión, y la fe cristiana <<ha perdido extrañamente su
cualidad de fermento>>. El evangelio vivido por los cristianos de hoy
<<no encuentra más que la total indiferencia>>.
Se busca entonces un
cristianismo rebajado y cómodo. Como decía Marcel More, <<los cristianos
han encontrado la manera de sentarse, no sabemos cómo, de forma confortable en
la cruz>>. Se olvida que el cristianismo <<no es una doctrina, sino
una vida, una encarnación>>.
Las páginas ardientes del teólogo ruso no hacen sino recordar las de Jesús: <<Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente>>.
¿DÓNDE ESTÁ LA SAL?
Jesús ve a sus discípulos
como hombres y mujeres llamados a ser <<sal de la tierra>>. Gentes
que ponen sal en la vida. <<Vosotros sois la sal de la tierra>>.
Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
La sal aparece como
imagen de lo que purifica, lo que da sabor, lo que conserva y da vida a los
alimentos.
¿Dónde está la sal de
los creyentes? ¿Dónde hay creyentes capaces de contagiar su entusiasmo a los demás?
¿No se nos ha vuelto sosa la fe? Necesitamos redescubrir que la fe es sal, que
puede hacernos vivir de manera nueva todo: la convivencia y la soledad, la
alegría y la tristeza, el trabajo y la fiesta.
DAR SABOR A LA VIDA
Una de las tareas más
urgentes de la Iglesia de hoy y de siempre es conseguir que la fe llegue a la
gente como <<buena noticia>>.
Con frecuencia entendemos
la evangelización como una tarea casi exclusivamente doctrinal. Evangelizar
sería llevar la doctrina de Jesucristo a aquellos que todavía no la conocen o
la conocen de manera insuficiente.
Entonces nos preocupamos
de asegurar la enseñanza religiosa y la propagación de la fe frente a otras
ideologías y corrientes de opinión. Tratamos de mejorar nuestras técnicas y
organización pastoral.
Pero no es esto lo
único ni lo más decisivo. Evangelizar no significa solo anunciar verbalmente
una doctrina, sino hacer presente en la vida de las gentes la fuerza humanizadora,
liberadora y salvadora que se encierra en el acontecimiento y la persona de Jesucristo.
Lo decisivo no es tener
hombres y mujeres bien formados doctrinalmente, sino poder contar con testigos
vivientes del evangelio.
Las palabras de Jesús
llamándonos a ser <<sal de la tierra>> y <<luz del
mundo>> nos obligan a hacernos preguntas muy graves.
¿Somos los creyentes
una <<buena noticia>> para alguien?
¿Ponemos los cristianos
en la actual sociedad algo que dé sabor a la vida, algo que purifique, sane y
libere de la descomposición espiritual y del egoísmo brutal e insolidario?
¿Vivimos algo que pueda iluminar a las gentes en estos tiempos de
incertidumbre, ofreciendo una esperanza y un horizonte nuevo a quienes buscan
salvación?
LA LUZ DE LAS BUENAS
OBRAS
No somos coherentes con
nuestra fe cristiana y tratamos de justificarnos criticando a quienes han
abandonado la práctica religiosa. No somos testigos del evangelio, y nos
dedicamos a predicarlo a otros.
Tal vez hayamos de
comenzar por reconocer pacientemente nuestras incoherencias para presentar a los
demás solo la verdad de nuestra vida. Si tenemos el coraje de aceptar nuestra
mediocridad, nos abriremos más fácilmente a la acción de ese Dios que puede transformar
todavía nuestra vida.
Jesús habla del peligro
de que <<la sal se vuelva sosa>>.
San Juan de la Cruz lo
dice de otra manera: <<Dios os libre que se comience a envanecer la sal,
que aunque más parezca que hace algo por fuera, en sustancia no será nada,
cuando está cierto que las buenas obras no se pueden hacer sino en virtud de
Dios>>.
Para ser <<sal de
la tierra>>, lo importante no es el activismo, la agitación, el
protagonismo superficial, sino <<las buenas obras>> que nacen del
amor y de la acción del Espíritu en nosotros.
CONTRA LA CORRUPCIÓN
Por una parte, la
filosofía democrática proclama y postula libertad e igualdad para todos. Pero,
por otra, un pragmatismo económico salvaje, orientado hacia el logro del máximo
beneficio, segrega en el interior de esa misma sociedad democrática desigualdad
y explotación de los más débiles.
¿Hay alguna
<<sal>> capaz de preservarnos de tanta corrupción << Nos
faltan personas capaces de sanear esta sociedad introduciendo en ella
honestidad.
Hombres y mujeres que
no se dejen corromper ni por la ambición del dinero ni por el atractivo del
éxito fácil.
<<Vosotros sois
la sal de la tierra>>. Estas palabras dirigidas por Jesús a los que creen
en él tienen contenidos muy concretos hoy.
Son un llamamiento a
mantenernos libres frente a la idolatría del dinero, y frente al bienestar material
cuando este esclaviza, corrompe y produce marginación.
Una invitación a introducir compasión en una sociedad despiadada que parece reprimir cada vez más <<la civilización del corazón>>.
José Antonio Pagola