CRUCIFICADO
Los
que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
_
Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo:
si
eres Hijo de Dios, baja de la cruz.
Los
sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
_
A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel?. Que baje
ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios?. Si tanto lo quiere
Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?
Hasta
los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Desde
el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella
región.
A media tarde, Jesús gritó:
..Elí,
Elí, lamá sabaktaní ( Es decir << Dios mío, Dios mío, ¿ por qué me has
abandonado?
>>).
Al
oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
--A
Elìas llama este.
Uno
de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre
y,
sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los
demás decían:
--Dejadlo,
a ver si viene Elías a salvarlo.
Jesús
dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu ( Mateo 27, 39- 50)
NO TE BAJES DE LA CRUZ
Según el relato
evangélico, los que pasaban ante Jesús crucificado se burlaban de él y,
riéndose de su sufrimiento le hacían dos sugerencias sarcásticas: si eres Hijo
de Dios, <<sálvate a ti mismo >> y <<bájate de la cruz
>>.
Esa es exactamente
nuestra reacción ante el sufrimiento: salvarnos a nosotros mismos, pensar solo
en nuestro bienestar y, por consiguiente, evitar la cruz, pasarnos la vida
sorteando todo lo que nos puede hacer sufrir. ¿Será también Dios como nosotros?
¿Alguien que solo piensa en sí mismo y en su felicidad?
Solo escuchando hasta
el fondo este silencio de Dios descubrimos algo de su misterio. Dios no es un
ser poderoso y triunfante, tranquilo y feliz, ajeno al sufrimiento humano, sino
un Dios callado, impotente y humillado, que sufre con nosotros el dolor, la
oscuridad y hasta la misma muerte.
Por eso, al contemplar
al Crucificado, nuestra reacción no puede ser de burla o desprecio, sino de
oración confiada y agradecida: << No te bajes de la cruz. No nos dejes
solos en nuestra aflicción. ¿De qué nos serviría un Dios que no conociera
nuestros sufrimientos?. ¿Quién nos podría entender?
¿En quién podrían esperar los torturados de tantas cárceles secretas? ¿Dónde podrían poner su esperanza tantas mujeres humilladas y violentadas sin defensa alguna? ¿A qué se agarrarían los enfermos crónicos y los moribundos? ¿Quién podría ofrecer consuelos a las víctimas de tantas guerras, terrorismos, hambres y miserias?
No. No te bajes de la
cruz, pues, si no te sentimos << crucificado >> junto a nosotros,
nos veremos más <<perdidos>>.
CRUCIFICADO CON
NOSOTROS
Ninguna otra religión
tiene una figura martirizada en su centro. Pero- lo que es más escandaloso aún-
en el centro de esta pasión está la experiencia del abandono de Dios. Después
de tres horas de silencio clavado en la cruz, aguardando la muerte, Jesús lanza
un grito desgarrador: <<Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?.
¿Dónde quedará el reino
de Dios cuya dicha ha prometido a los pobres y desgraciados del mundo ?. Es el
silencio espantoso de Dios lo que le hace gritar. Y es ese precisamente el
grito al que tantas personas atormentadas se siguen uniendo todavía hoy, pues expresa
lo que sienten: << Dios mío, ¿por qué me has abandonado? >>.
Pero, ¿es realmente así
?. << En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo >> (2
Corintios 5,19). Cuando Cristo sufre en la cruz, el Padre sufre la muerte de su
Hijo amado. Ambos sufren, aunque de manera distinta: Cristo sufre la muerte en
su carne humana. El Padre sufre la muerte de su Hijo en su corazón de Padre.
Si Dios mismo está
sufriendo en Cristo, entonces Cristo trae la comunión de Dios con quienes se
ven humillados y crucificados como él.
Su cruz levantada entre
nuestras cruces, es la señal de que Dios sufre en todo sufrimiento humano.
A Dios le duele el
hambre de los niños de Etiopía, la humillación de las mujeres de Iraq o la
angustia de los torturados por tantos abusos e injusticias.
Este Dios << crucificado
con nosotros >> es nuestra esperanza. Sabemos que Dios sufre con
nosotros. Esto es lo decisivo, pues, con Dios, la cruz termina en resurrección,
el sufrimiento en dicha eterna.
EL CAMINO PARA SALVAR
AL SER HUMANO
Para un cristiano, la
cruz de Cristo no es un acontecimiento más que se pierde en el pasado. Es el
acontecimiento decisivo en el que Dios salva a la humanidad. Por eso, la vida
de Jesús entregada hasta la muerte nos revela el camino para liberar y salvar
al ser humano.
Solo quienes se
implican hasta sufrir el mal en su propia carne humanizan el mundo.
Se olvida que la misma
Ilustración basó la democracia sobre << la libertad, la igualdad y la
fraternidad >>. Hoy se insiste mucho en la libertad, apenas se habla de
igualdad y no se dice nada de la fraternidad. Una democracia sin amor fraterno no
llevará a una sociedad más humana.
Solo quienes buscan la
verdad por encima de sus propios intereses humanizan el mundo.
Quienes << cargan
con el pecado >> de todos y siguen luchando hasta el final por poner amor
y verdad entre los hombres generan esperanza.
CARGAR CON LA CRUZ
Lo que nos hace
cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Significa seguir sus pasos, comprometernos
como él a << humanizar la vida >>.
Esto quiere decir que
los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a
introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar
compasión donde hay indiferencia ante los que sufren. Y esto exige construir
comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus
actitudes.
Seguir así a Jesús trae
consigo conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuestos a cargar
con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan
un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios encarnado en Jesús. Quieren
otra cosa.
<< Si alguno
quiere venir detrás de mí….cargue sobre las espaldas su cruz y sígame >>.
Jesús no los engaña.
Para seguir a Jesús es
importante <<hacer>>: hacer un mundo más justo y más humano; hacer
una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el Evangelio.
SEGUIR A JESÚS CONDUCE
A LA CRUZ
Estamos tan
familiarizados con la cruz del Calvario que ya no nos causa impresión alguna.
La costumbre lo domestica y lo << rebaja >> todo. Por eso es bueno
recordar algunos aspectos demasiados olvidados del Crucificado.
Empecemos por decir que
Jesús no ha muerto de muerte natural. A Jesús lo han matado violentamente. No
ha muerto tampoco víctima de un accidente casual ni fortuito, sino ajusticiado,
después de un proceso llevado a cabo por las fuerzas religiosas y civiles más
influyentes de aquella sociedad.
Su muerte ha sido
consecuencia de la reacción que provocó con su actuación libre, fraterna y
solidaria con los más pobres y abandonados de aquella sociedad.
El evangelio siempre será perseguido por quienes ponen la seguridad y el orden por encima de la fraternidad y la justicia (fariseísmo). El reino de Dios siempre se verá obstaculizado por toda fuerza política que se entienda a si misma como orden absoluto (Pilatos). El mensaje del amor será rechazado en su raíz por toda religión en la que Dios no sea Padre de los que sufren (sacerdotes judíos).
Seguir a Jesús conduce siempre a la cruz; implica estar dispuestos a sufrir el conflicto, la polémica, la persecución y hasta la muerte. Pero su resurrección nos revela que a una vida crucificada, vivida hasta el final con el espíritu de Jesús, solo le espera resurrección.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan de la Cruz García