MARTÍN VALMASEDA
¿Cómo no habíamos echado
al aire, a voleo
esta palabra que hoy
les proponemos? Se
trata de una
palabra como se
dice, de rabiosa
actualidad. Y claro
que rabiosa; por la
indignación; la rabia que
produce a mucha
gente.
Se trata de la palabra CAMBIO. En este momento se escucharán a nuestro alrededor exclamaciones: ¡Ya están estos inconformes queriendo cambiarnos la vida!. No, perdonen. Sólo queremos que se den cuenta de que las cosas; la vida, no tiene más remedio que cambiar.
Todos tenemos en las paredes de nuestra casa fotos de cuando éramos más pequeños y de los días en que fuimos mayores. Cómo cambiamos. Tenemos tal vez paisajes de nuestra ciudad que nos asombran al ver la calle donde nacimos y cómo es ahora. Pero lo que suele asombrar más son las realidades que no se pueden fotografiar. Es cuando leemos un libro de filosofía sociología; historia... y nos damos cuenta de que "las cosas no son ahora como antes,,, y cuando escuchamos a nuestros amigos y parientes exclamas: "¡qué tiempos aquellos!" Esa expresión según el tono de voz con que se dice, comprendemos que les satisface el cambio que se ha producido en su pueblo, en el mundo o que al revés, echan de menos las épocas pasadas.
Creo que en la
actualidad estamos sufriendo o gozando bastante con los cambios
que se producen en
algo que antes
parecía de lo
más inmutable. Me
refiero a la
religión.
Aprendimos el
catecismo de memoria
y ahí estaba
todo. En lo
que llamábamos "el
Ripalda" o "el
Astete" que había
que aprenderse de memoria a
veces con preguntas
y respuestas. Así
la fe, la
religión, el catecismo
era una pequeña
mole de piedra que no se
podía cambiar.
Pero ahora,
desde hace unos
cuantos años, están apareciendo
libros religiosos más
serios (teologías) o más
populares (catequesis); que
"nos lo cambian
todo" como dice
la gente, asustada o
contenta, según le cae
el cambio.
Pero que el cambio ese
no solo está
en los libros,
sino que empezando
por la cabeza, está en el mismísimo papa,
un señor que
se ríe con la
gente, que deja a los niños se sienten en su trono, o le quiten ese
gorrito blanco de la
cabeza, lo cual
les sienta muy
mal a los
cardenales, será por envidia
porque a ellos
no les quitan de
su cabeza la mitra que pesa mucho.
Pero disimulan y
echan la culpa al
sínodo ese que les
quita a ellos categoría porque dicen
que se les van
a meter por
medio las mujeres,
diciendo misa y a
ver entonces lo
que hacen ellos.
Pues ya ven
los líos que
se meten en
la iglesia con
los cambios de los
niños con el
gorrito blanco del
papa, las mujeres y los
hombres casados diciendo
misa, los jóvenes
a quienes dice
ese mismo papa
que armen lío... ¿se
dan cuenta por
qué esos cambios
en el mundo de
hoy son sumamente
peligrosos?
Con lo
fácil que era
antes vivir agarrado
al catecismo puesto en la cabeza
de memoria, sin
armar lío, y sin
teólogos que hablen más
del evangelio y de
un tal Jesús
y menos de religión.
¿Ustedes que leen
esto están por el
cambio o contra
el cambio?