JOSÉ ANTONIO PAGOLA,
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
Los creyentes tenemos múltiples y muy diversas imágenes de Dios. Desde niños
nos vamos haciendo nuestra propia idea de él, condicionados, sobre todo, por lo
que vamos escuchando a catequistas y predicadores, lo que se nos transmite en
casa y en el colegio o lo que vivimos en las celebraciones y actos religiosos.
Todas estas imágenes
que nos hacemos de Dios son imperfectas y deficientes, y hemos de purificarlas
una y otra vez a lo largo de la vida. No lo hemos de olvidar nunca. El evangelio
de Juan nos recuerda de manera rotunda una convicción que atraviesa toda la
tradición bíblica: «A Dios no lo ha visto nadie jamás».
Los teólogos hablamos
mucho de Dios, casi siempre demasiado; parece que lo sabemos todo de él: en
realidad, ningún teólogo ha visto a Dios. Lo mismo sucede con los predicadores
y dirigentes religiosos; hablan con seguridad casi absoluta; parece que en su
interior no hay dudas de ningún género: en realidad, ninguno de ellos ha visto
a Dios.
Entonces, ¿cómo purificar nuestras imágenes para no desfigurar de manera grave su misterio santo? El mismo evangelio de Juan nos recuerda la convicción que sustenta toda la fe cristiana en Dios. Solo Jesús, el Hijo único de Dios, es «quien lo ha dado a conocer». En ninguna parte nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro como en Jesús.
Dios nos ha dicho cómo
es encarnándose en Jesús. No se ha revelado en doctrinas y fórmulas teológicas
sublimes sino en la vida entrañable de Jesús, en su comportamiento y su
mensaje, en su entrega hasta la muerte y en su resurrección. Para aproximarnos
a Dios hemos de acercarnos al hombre en el que él sale a nuestro encuentro.
Siempre que el
cristianismo ignora a Jesús o lo olvida, corre el riesgo de alejarse del Dios
verdadero y de sustituirlo por imágenes distorsionadas que desfiguran su rostro
y nos impiden colaborar en su proyecto de construir un mundo nuevo más
liberado, justo y fraterno. Por eso es tan urgente recuperar la humanidad de
Jesús.
No basta con confesar a Jesucristo de manera teórica o doctrinal. Todos necesitamos conocer a Jesús desde un acercamiento más concreto y vital a los evangelios, sintonizar con su proyecto, dejarnos animar por su espíritu, entrar en su relación con el Padre, seguirlo de cerca día a día. Ésta es la tarea apasionante de una comunidad que vive hoy purificando su fe. Quien conoce y sigue a Jesús va disfrutando cada vez más de la bondad insondable de Dios.