Antonio Zugasti
El horizonte que nos
presentan las previsiones de los científicos sobre el cambio climático no puede
ser más sombrío. Pero esas previsiones no logran que hagamos algo realmente
eficaz para evitar ese negro futuro. La
pasividad, cuando no indiferencia, de la sociedad ante esta amenaza me recuerda
ese poema tan repetido –cuya versión original parece ser la del
pastor luterano Martin Niemöller– sobre la represión ejercida por los nazis
"Primero vinieron
por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí"
Hoy podríamos escribir:
En el cuerno de África
se mueren de sed,
pero como yo estoy en
España, riego tranquilamente mis macetas.
En Siberia se está
deshelando el permafrost y liberando dióxido de carbono y metano,
pero como yo no estoy
en Siberia, respiro libremente.
Está aumentando el
nivel de acidez de los océanos
pero como en la playa
no se nota nada, yo me baño tan a gusto.
Media España se
desertiza
Pero… eso tiene ya muy mal arreglo.
¿Qué le pasa a nuestra
sociedad? ¿Por qué no reaccionamos? Es verdad que hay fuerzas muy poderosas
difundiendo el mantra del desarrollo sostenible, y mantienen que pintando de
verde las cosas, en el fondo todo puede seguir igual. Pero otra cosa
que seguramente influye también en esta pasividad es la
falta de una alternativa atrayente.
En la
exhortación Evangeli Gaudium el Papa Francisco nos advierte: “Hoy suele
hablarse de un « exceso de diagnóstico » que no siempre está acompañado
de propuestas superadoras y realmente aplicables”. Aquí podríamos hablar de un
exceso de previsiones sombrías, pero falta de alternativas realistas y posibles.
Necesitamos nuevos horizontes, claros y atractivos.
No se trata de
resignarnos a un empobrecimiento inevitable. En la incesante búsqueda de la
felicidad que acompaña a la vida humana, podemos y debemos encontrar
caminos mucho mejores que la sociedad de consumo ofrecida por el capitalismo, y
que no supongan la destrucción de la biosfera terrestre.
En el país capitalista por antonomasia, el más derrochador de recursos
naturales, los Estados Unidos, que se presentan como ejemplo de sociedad desarrollada
y democrática, el año pasado casi 108.000 personas murieron por sobredosis de
drogas y otras muchas recurren a ansiolíticos y antidepresivos. Sabemos además
que en ese país hay más armas de uso privado que personas. ¿Refleja eso una
sociedad satisfecha?
Creo que la búsqueda de
un modelo de bienestar alternativo, no consumista, es hoy la tarea fundamental
de la humanidad. Un bienestar que sea capaz de disfrutar de la naturaleza sin
consumirla.
Una publicidad
abrumadora ha logrado meter en la cultura actual que el consumo es la base de
nuestra felicidad. Los grandes medios de comunicación lo repiten incansablemente.
Pero es algo totalmente falso. Desde la filosofía clásica a la moderna
sicología positiva, y la realidad de cada día lo niegan. La búsqueda de otro
horizonte, de un bienestar alternativo, es básico para que nos opongamos al
deterioro irreversible de nuestro planeta.