Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

19 de abril de 2023

EVANGELIO DOMINGO 23- ABRIL-2023 (Lucas 24, 13-35) Reflexiones Pagola

 Lucas 24:13-35


Jesús se manifiesta a dos discípulos

13  Y he aquí que aquel mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como a once kilómetros [a] de Jerusalén. 14  Y conversaban entre sí acerca de todas estas cosas que habían acontecido. 15  Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. 16  Pero sus ojos estaban velados [b] para que no le reconocieran. 17  Y Él les dijo: ¿Qué discusiones [c] son estas que tenéis entre vosotros mientras vais andando? Y ellos se detuvieron, con semblante triste.

18  Respondiendo uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que no sabe [d] las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19  Entonces Él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: Las referentes a Jesús el Nazareno, que fue un profeta [e] poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20  y cómo los principales sacerdotes y nuestros gobernantes le entregaron a sentencia de muerte y le crucificaron. 21  Pero nosotros esperábamos que Él era el que iba a redimir a Israel.

Pero además de todo esto, este es el tercer día desde que estas cosas acontecieron. 22  Y [f] también algunas mujeres de entre nosotros nos asombraron; pues cuando fueron de madrugada al sepulcro, 23  y al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto una aparición de ángeles que decían que Él vivía. 24  Algunos de los que estaban con nosotros fueron al sepulcro, y lo hallaron tal como también las mujeres habían dicho; pero a Él no le vieron. 25  Entonces Jesús [g] les dijo: ¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26  ¿No era necesario que el Cristo [h] padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria? 27  Y comenzando por [i] Moisés y continuando con [j] todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras. 28  Se acercaron a la aldea adonde iban, y Él hizo como que iba más lejos. 29  Y ellos le instaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con ellos. 30  Y sucedió que al sentarse [k] a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y partiéndolo, les dio. 31  Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero Él desapareció de la presencia de ellos. 32  Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría [l] las Escrituras? 33  Y levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once y a los que estaban con ellos, 34  que decían: Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. 35  Y ellos contaban sus experiencias [m] en el camino, y cómo le habían reconocido en el partir del pan.

 

RECUPERAR LA ESPERANZA

La situación de los discípulos está bien descrita desde el comienzo, y refleja un estado de ánimo en el que nos podemos encontrar también nosotros hoy.

El evangelista va a sugerir dos caminos para recuperar la fe viva en el Resucitado. El primero es la escucha de la Palabra de Jesús. No esperemos grandes prodigios. Si alguna vez, al escuchar el Evangelio de Jesús y recordar sus palabras, hemos sentido <<arder nuestro corazón>>, no olvidemos que él camina junto a nosotros.

El evangelista nos recuerda una segunda experiencia. Es el gesto de la eucaristía. Unos caminantes cansados del viaje se sientan a compartir la misma mesa, Se aceptan como amigos y descansan juntos de la fatiga de un largo caminar. Es entonces cuando a los discípulos se les <<abren sus ojos>> y descubren a Jesús como alguien que alimenta sus vidas, los sostiene en el cansancio y los fortalece para el camino.

Si alguna vez, al celebrar la eucaristía nos sentimos fortalecidos en nuestro camino y alentados para continuar nuestro vivir diario, no olvidemos que Jesús es quien está alimentando nuestra vida y nuestra fe.

 

DOS EXPERIENCIAS CLAVE

Al pasar los años en las comunidades cristianas se fue planteando espontáneamente un problema muy real. Pedro, María Magdalena y los demás discípulos habían vivido experiencias muy <<especiales>> de encuentro con Jesús vivo después de su muerte.

Experiencias que a ellos les llevaron a <<creer>> en Jesús resucitado. Pero los que se acercaron más tarde al grupo de seguidores, ¿cómo podían despertar y alimentar esa misma fe?

Este es también hoy nuestro problema. Nosotros no hemos vivido el encuentro con el Resucitado que vivieron los primeros discípulos. ¿Con qué experiencias podemos contar nosotros?. Esto es lo que plantea el relato de los discípulos de Emaús.

Lo importante es que estos discípulos no olvidan a Jesús.

Es lo primero que necesitamos en nuestras comunidades: recordar a Jesús, ahondar en su mensaje y en su actuación, meditar en su crucifixión…Si, en algún momento, Jesús nos conmueve, es señal de que nuestra fe se está despertando.

No basta. Según Lucas es necesaria la experiencia de la cena eucarística. Los dos caminantes sienten necesidad de Jesús. Les hace bien su compañía. No quieren que los deje: <<Quédate con nosotros>>. En la cena se les abren los ojos.

Estas son las dos experiencias clave: sentir que nuestro corazón arde al recordar su mensaje, su actuación y su vida entera; sentir que, al celebrar la eucaristía, su persona nos alimenta, nos fortalece y nos consuela. Así crece en la Iglesia la fe en el Resucitado.

 

CONTACTO PERSONAL CON JESÚS

Aparentemente, estos discípulos tienen lo necesario para mantener viva la fe, pero algo ha muerto dentro de ellos. Estos discípulos tienen todo y no tienen nada. Les falta lo único que puede hacer <<arder>> su corazón: el contacto personal con Jesús vivo.

¿No será este nuestro problema? ¿Por qué tanta mediocridad y desencanto entre nosotros? ¿ Por qué tanta indiferencia y rutina?. Se predica una y otra vez la doctrina cristiana; se escriben excelentes encíclicas y cartas pastorales; se publican estudios eruditos sobre Jesús. No faltan palabras y celebraciones. Nos falta tal vez una experiencia más viva de alguien que no puede ser sustituido por nada ni por nadie:

Jesucristo, el Viviente.

¿Para qué seguir haciendo cosas de una manera que no nos transforma? ¿No necesitamos antes que nada un contacto más real con Jesús? ¿No necesitamos aprender a vivirlo todo con más verdad y desde una dimensión nueva? Si Jesús desaparece de nuestro corazón, todo lo demás es inútil.

 

RECORDAR MÁS A JESÚS

Muerto Jesús, el grupo se va deshaciendo. Sin él no tiene sentido seguir reunidos. El sueño se ha desvanecido. Al morir Jesús muere también la esperanza que había despertado en sus corazones. ¿No está sucediendo algo de esto en nuestras comunidades? ¿ No estamos dejando morir la fe en Jesús ?.

<< Mientras conversan, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos>>. Es el primer gesto del Resucitado. ¿No camina hoy Jesús veladamente junto a tantos creyentes que abandonan la Iglesia pero lo siguen recordando? ¿No está Jesús tan ausente entre nosotros porque hablamos poco de él ?.

Jesús está interesado en conversar con ellos: << ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino? >>

Es así. Si en la Iglesia hablamos más de Jesús y conversamos más con él, nuestra fe revivirá.

Los cristianos hemos de recordar más a Jesús: citar sus palabras, comentar su estilo de vida, ahondar en su proyecto. Hemos de abrir más los ojos de nuestra fe y descubrirlo lleno de vida en nuestras eucaristías. Jesús no está ausente. Camina junto a nosotros.

NO HUIR A EMAÚS

No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida de verdad en construir una sociedad más humana.

La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar, pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano.

La tentación fácil es el abandono y la huida. Hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la Iglesia. Pero nuestro mayor pecado sería <<huir hacia Emaús>>, abandonar la comunidad y dispersarnos cada uno por su camino, hundidos en la decepción y el desencanto.

Hemos de aprender la <<lección de Emaús>>. La solución no está en abandonar la Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad, movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza en Jesús.

Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por él y ahondando en su mensaje, allí se hace presente el Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el Evangelio, sientan de nuevo <<arder su corazón>>.

Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en esta Iglesia habita el Resucitado.

Por eso también aquí tienen sentido los versos de Antonio Machado: <<Creí mi hogar apagado, revolví las cenizas… me quemé la mano>>.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan de la Cruz García de Paredes