LA PUERTA
En aquel tiempo dijo
Jesús a los fariseos:
Os aseguro que el que
no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra
parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de
las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y el va
llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas
las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su
voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la
voz de los extraños.
Jesús les puso esta
comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió
Jesús:
Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no lo escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante (Juan 10, 1 – 10).
ACERTAR CON LA PUERTA
El evangelio de Juan
presenta a Jesús con imágenes originales y bellas. Quiere que sus lectores
descubran que solo él puede responder plenamente a las necesidades más fundamentales
del ser humano.
<<Yo soy la
puerta>>. Así es Jesús. Una puerta abierta. Quien le sigue cruza un
umbral que conduce a un mundo nuevo: una manera nueva de entender y vivir la
vida.
El evangelista lo explica
con tres rasgos: << Quien entre por mí se salvará >>. No echará a
perder su vida. La salvará.
El evangelista dice algo
más; <<podrá salir y entrar>>. Tiene libertad de movimiento.
Puede ser libre, pues
solo se deja guiar por el Espíritu de Jesús.
Todavía añade el
evangelista añade otro detalle: quien entre por esa puerta que es Jesús
<< encontrará pastos >>, no pasará hambre ni sed. Encontrará
alimento sólido y abundante para vivir.
Cada uno de nosotros podemos contribuir a que, en la Iglesia de los próximos años, se le sienta y se le viva a Jesús de manera más viva y apasionada. Podemos hacer que la Iglesia sea más de Jesús.
JESÚS ES LA PUERTA
Jesús propone a un
grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los
dirigentes religiosos de Israel.
Hay dos maneras de
entrar en el redil. Si alguien se acerca al redil y << no entra por la
puerta >>, sino que salta <<por otra parte>> es evidente que
no es el pastor. Es << un extraño >> que viene a << robar, matar
y hacer daño >>.
La actuación del
verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, << entra
por la puerta >>, va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden
su voz.
Los fariseos no
entienden de qué les está hablando aquel Maestro.
Entonces Jesús les da la clave del relato: << Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas >>. Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana.
En no pocas Iglesias
estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios.
Las relaciones entre la
jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa,
crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores
cristianos que se sienten marginados.
Hemos creado entre todos una situación difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.
ESCUCHAR LA VOZ DE
JESÚS
<< Las ovejas
siguen al pastor porque conocen su voz >>
Lo primero y decisivo
también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos << la voz
>> de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las
tradiciones ni la novedad de las modas, no las <<preocupaciones >>
de los eclesiásticos ni los <<gustos>> de los teólogos, no nuestros
intereses, miedos o acomodaciones.
Lo recordaba una y otra
vez el obispo san Agustín: << Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos
somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar
desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde << dentro >>.
Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del Resucitado. Esto es lo decisivo.
NO SE IMPROVISA
Para los cristianos,
Dios no es una fuerza temible, la energía que dirige el cosmos o algo
semejante. Antes que nada es Amigo y Padre. Lo importante ante Dios es captar su
presencia amistosa. Todo lo demás viene después. Sentir a Dios como Amigo lo
cambia todo.
Nos hemos de arriesgar
a confiar. La vida no siempre es fácil. Quién se abre al Dios revelado en
Jesucristo aprende a escuchar en el fondo de su ser estas palabras decisivas:
<< No tengas miedo >>.
Es importante además captar a Dios como creador de vida. Es reforzar nuestra verdadera identidad, crecer como personas, aprender a vivir la vida intensamente, con hondura, desde su raíz. Ese Pastor nos conduce hacia el Padre.
EL MANDATO DE VIVIR
Nos quejamos tanto de
los problemas, trabajos y penalidades de nuestro vivir diario que corremos el riesgo
de olvidar que la << la vida es un regalo >>. El gran regalo que todos
hemos recibido de Dios. Si no hubiéramos nacido, nadie nos habría echado en falta.
Nadie habría notado nuestra ausencia. Todo habría seguido su marcha y nosotros hubiéramos
olvidados para siempre en la nada.
Y, sin embargo,
vivimos. Se ha producido ese milagro único e irrepetible que es mi vida.
Nadie, antes de mí ha
sido igual que yo ni lo será nunca. Nadie verá jamás el mundo con mis ojos.
Nadie acariciará con mis manos. Nadie rezará a Dios con mis labios.
Nadie amará nunca con
mi corazón.
Mi vida es irrepetible.
Es tarea mía y solo yo la puedo vivir. Por eso, aunque muchas veces lo
olvidamos, el primer mandato que los hombres recibimos de Dios es vivir.
Mandato que no está
escrito en tablas de piedra, sino grabado en lo más hondo de nuestro ser.
Nuestro primer gesto de obediencia a Dios es vivir, amar la vida, acogerla con
corazón agradecido.
A pesar de sus dudas e
incertidumbres, el creyente va descubriendo a Dios como alguien que sostiene la
vida, incluso en los momentos más adversos, alguien que da fuerzas para
comenzar siempre de nuevo.
<<Yo he venido para que tengan vida, y la tengan abundante>>, el creyente no necesita acudir a otros para que le expliquen su sentido. Él sabe que son verdad.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan de la Cruz García de Paredes