CÓMO SEGUIR A JESÚS
Dijo Jesús a sus
apóstoles:
El que quiera a su
padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que quiere a su hijo o
a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue,
no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida
por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me
recibe, recibe al que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es
profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo
tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua
fresca, a uno de estos pobrecillos solo porque es mi discípulo, no perderá su
paga, os lo aseguro (Mateo 10,37-42).
DISPUESTOS A SUFRIR
Jesús no quería ver
sufrir a nadie. El sufrimiento es malo. Jesús nunca lo buscó ni para sí mismo ni
para los demás. Al contrario, toda su vida consistió en luchar contra el
sufrimiento y el mal, que tanto daño hacen a las personas.
Las fuentes lo
presentan siempre combatiendo el sufrimiento que se esconde en la enfermedad, las
injusticias, la soledad, la desesperanza o la culpabilidad. Así fue Jesús: un
hombre dedicado a eliminar el sufrimiento, suprimiendo injusticias y contagiando
fuerza para vivir.
Pero buscar el bien y
la felicidad para todos trae muchos problemas. Jesús lo sabía por experiencia.
No se puede estar con los que sufren y buscar el bien de los últimos sin
provocar el rechazo y la hostilidad de aquellos a los que no interesa cambio alguno.
Es imposible estar con
los crucificados y no verse un día <<crucificado>>. Jesús no lo
ocultó nunca a sus seguidores. Empleó en varias ocasiones una metáfora inquietante
que Mateo ha resumido así: <<El que no toma su cruz y me sigue, no es
digno de mí>>.
<<Llevar la
cruz>> era parte ritual de la crucifixión.
<<Si me seguís, tenéis que estar dispuestos a ser rechazados. Os pasará lo mismo que a mí. A los ojos de muchos pareceréis culpables. Os condenarán. Buscarán que no molestéis. Tendréis que llevar esa cruz. Entonces os pareceréis a mí.
Seréis dignos seguidores míos. Compartiréis la suerte de los crucificados. Con ellos entraréis un día en el reino de Dios. Llevar la cruz no es buscar <<cruces>> sino aceptar la <<crucifixión>> que nos llegará si seguimos los pasos de Jesús. Así de claro.
EL PELIGRO DE UN
CRISTIANISMO SIN CRUZ
Uno de los mayores
riesgos del cristianismo actual es ir pasando poco a poco de la
<<religión de la cruz>> a una <<religión del
bienestar>>.
Insistir en el amor
incondicional de un Dios Amigo no ha de significar nunca fabricarnos un Dios a
nuestra conveniencia, el Dios permisivo que legitime una <<religión
burguesa>> (Johann-Baptist Metz).
Descubrir el evangelio
como fuente de vida y estímulo de crecimiento sano no significa vivir
<<inmunizado>> frente al sufrimiento. El evangelio no es un
tranquilizante para una vida organizada al servicio de nuestros fantasmas de
placer y bienestar. Cristo hace gozar y hace sufrir, consuela e inquieta, apoya
y contradice. Solo así es camino, verdad y vida.
El evangelio no centra
a la persona en su propio sufrimiento, sino en el de los otros.
Por eso no hemos de borrar del evangelio esas palabras de Jesús que, por duras que parezcan, nos ponen ante la verdad de nuestra fe: <<El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará>>.
APRENDER A DAR
Estamos tan condicionados
por nuestra sociedad del bienestar y tan inclinados a poseer, acumular y ganar
que <<dar>> nos parece algo improductivo.
Sin embargo, dar es
algo totalmente distinto. El gesto de dar es la expresión más rica de
vitalidad, riqueza y poder creador.
Cuando damos algo de
verdad, nos experimentamos a nosotros mismos, llenos de vida, desbordantes, con
capacidad de enriquecer a otros, aunque sea en grado muy modesto. <<Solo
el amor hace que la vida merezca ser vivida. Solo la ayuda a los demás procura la
gran alegría de vivir>> (Karl Tillmann).
En realidad, solo es
rico quien es capaz de regalar algo de sí mismo a los demás.
Necesitamos todos
escuchar con más atención y hondura las palabras de Jesús. No quedará sin
recompensa ni siquiera el vaso de agua fresca que sepamos dar a un pobre
sediento.
Muchas veces no se
trata de cosas grandes ni espectaculares. Sencillamente, <<un vaso de
agua fresca>>: una sonrisa acogedora, una escucha sin prisas, una ayuda a
levantar el ánimo decaído, un gesto de solidaridad, una visita, un signo de
apoyo y amistad.
No lo olvidemos. En el
fondo de la vida hay alguien que bendice, acoge y recompensa todo gesto de
amor, por pequeño que nos pueda parecer. Se llama Dios, nuestro Padre.
ARTISTAS ANÓNIMOS
Sus rostros no aparecen
en la televisión. Nadie airea su nombre en la radio o la prensa. Pero son
hombres y mujeres grandes, porque su vida es una bendición en medio de esta
sociedad.
Ellos forman ese
ejército pacífico de voluntarios que trabajan de manera gratuita y callada,
solo porque les nace del corazón estar junto a los que sufren.
Yo me los he encontrado
sirviendo a los vagabundos en el comedor social <<Aterpe>> o en los
alberges para transeúntes.
Los hemos escuchando en
el <<Teléfono de la Esperanza>> a personas hundidas en la depresión
o la angustia.
Los voluntarios no son
personas de cualidades excepcionales. Son sencillamente humanos. Tienen ojos
para descubrir las necesidades de las gentes. Oídos para escuchar sus
sufrimientos, pies para acercarse a quien está solo, y sobre todo, un corazón grande
donde cabe todo ser desvalido.
Eso es precisamente lo
más importante: los voluntarios ponen verdadero amor en la sociedad actual.
Los voluntarios no
cobran dinero, pero ganan muchísimo. Ganan la sonrisa del enfermo, el cariño
del preso, las lágrimas agradecidas del anciano. Ganan, sobre todo, el placer
de aliviar el sufrimiento del hermano.
Jesús piensa en un
premio más grande para ellos: <<El que dé a beber, aunque no sea más que
un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos…. No perderá su paga, os lo
aseguro>>.
UNA VOCACIÓN ADMIRABLE
Uno de los hechos más
positivos y esperanzadores de nuestra sociedad es, sin duda, el crecimiento del
voluntariado social. Son cada vez más las personas que dedican su tiempo libre
a actividades y servicios de carácter gratuito.
La mirada del futuro
voluntario se detiene sobre el sufrimiento, la marginación de los problemas de
tantas personas necesitadas de apoyo y compañía. En su corazón se despierta el
deseo de <<hacer algo>> por aliviar el sufrimiento.
El voluntario no da
cosas, se da a sí mismo. Ofrece su persona, sus cualidades, su tiempo libre. En
su vida hay un tiempo que es para los demás. El voluntario no busca retribución
alguna. Actúa movido solo por un amor desinteresado. El voluntario no trabaja
de ordinario solo ni de forma esporádica. Sabe que su servicio será más eficaz
si se integra en una asociación o institución concreta.
Para aliviar el dolor
humano no es suficiente el servicio técnico ni la prestación profesional.
Su necesidad de
compañía, apoyo cercano y seguimiento afectuoso está pidiendo algo más que el
servicio técnico del profesional.
Según Jesús, nada quedará sin recompensa. Ni siquiera el <<vaso de agua fresca>> que se de a <<uno de estos pobrecillos>>.
Jose Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.