MISIÓN CURADORA
Al ver Jesús a las
gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como
ovejas que no tienen pastor.
Entonces dijo a sus
discípulos:
La mies es abundante,
pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al señor de la mies que mande
trabajadores a sus mies.
Llamó a sus doce
discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda
enfermedad y dolencia.
Estos son los nombres
de los doce apóstoles: el primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés;
Santiago el de Zebedeo, y su hermano Juan, Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el
publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo, Simón el fanático y Judas Iscariote,
el que lo entregó. A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
No vayáis a tierra de
paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel. Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca.
Curad enfermos, resucitar muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis
lo habéis recibido, dadlo gratis (Mateo 9, 36- 10,8).
AUTORIDAD PARA CURAR LA
VIDA
Jesús vivía muy atento a las personas necesitadas que encontraba en su camino. Mira al paralítico de Cafarnaún, a los dos ciegos de Jericó o a la anciana encorvada por la enfermedad, y se les conmueven las entrañas. No es capaz de pasar de largo sin hacer algo por aliviar su sufrimiento.
Pero los evangelios nos
lo presentan, además, fijando con frecuencia su mirada sobre las <<
muchedumbres >>. Veía a las gentes con hambre o con toda clase de
enfermedades y dolencias, y le sucedía siempre lo mismo: sentía compasión.
Había algo que le dolía
de manera especial. Nos lo recuerda Mateo: <<Al ver las gentes se
compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que
no tienen pastor>>. Ni los representantes de Roma ni los dirigentes
religiosos de Jerusalén se preocupan de aquella gente de pueblo.
De esta compasión nace
su decisión de llamar a los << doce apóstoles >> para enviarlos a
las << ovejas perdidas de Israel >>.
Para ello, el mismo les
da <<autoridad>>. Es una << autoridad >> orientada a
hacer el bien, << expulsando espíritus malignos >> y <<
curando toda enfermedad y dolencia >>.
La autoridad que hay en la Iglesia arranca y se basa en esta compasión de Jesús por el pueblo. Está orientada a curar, aliviar el sufrimiento y hacer el bien. Es un regalo de Jesús. Los que lo ejercen lo han de hacer << gratis >>, pues la Iglesia es un regalo de Jesús a la gente.
INTRODUCIR VIDA EN LA
SOCIEDAD ACTUAL
El reino de Dios no es
solo una salvación que comienza después de la muerte. Es una irrupción de
gracia y de vida ya en nuestra existencia actual.
Hoy más que nunca
deberíamos escuchar los creyentes la invitación de Jesús a poner nueva vida en
la sociedad.
Se está abriendo un
abismo inquietante entre el progreso técnico y nuestro desarrollo espiritual.
A bastantes se les ve
empobrecido por su dinero y por las cosas que creen poseer. El cansancio de la
vida y el aburrimiento se apoderan de muchos. Hay hombres y mujeres que viven
perdidos, sin poder encontrar un sentido a su vida.
¿No estamos de nuevo
ante hombres y mujeres << enfermos >> que necesitan ser curados,
<< muertos >> que necesitan resurrección. Hay personas que, en el
fondo quieren volver a vivir.
Y solo hay un camino:
aprender a amar. A los hombres de hoy no los va a salvar ni el confort ni la
electrónica, sino el amor.
Si en nosotros hay capacidad de amar, la tenemos que contagiar. Se nos ha dado gratis y gratis lo tenemos que regalar de muchas maneras a quienes encontremos en nuestro camino.
PROGRAMA LIBERADOR
Muchos cristianos
piensan estar viviendo su fe con responsabilidad porque se preocupan de cumplir
determinadas prácticas religiosas y tratan de ajustar su comportamiento a unas
leyes morales y unas normas eclesiásticas.
Asimismo, muchas
comunidades cristianas piensan estar cumpliendo fielmente su misión porque se
afanan en ofrecer servicios de catequesis y educación de la fe, y se esfuerzan
por celebrar con dignidad el culto cristiano.
¿Es esto lo único que
Jesús quería poner en marcha al enviar a sus discípulos por el mundo? ¿Es esta
la vida que quería infundir en el corazón de la historia?
Necesitamos escuchar de
nuevo las palabras de Jesús para redescubrir la verdadera misión de los
creyentes en medio de esta sociedad.
Así recoge el
evangelista Mateo su mandato: << y proclamad que el reino de los cielos
está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad
demonios. Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis >>.
Nuestra primera tarea
también hoy es proclamar que Dios está cerca de nosotros, empeñado en salvar la
felicidad de la humanidad.
Pero este anuncio de un
Dios salvador no se hace solo a través de discursos y palabras sugestivas. No
se asegura solo con catequesis ni clases de religión. Jesús nos recuerda la
manera de proclamar a Dios: trabajar gratuitamente por infundir a los hombres
nueva vida.
<< Curar enfermos
>>, es decir, liberar a las personas de todo lo que les roba vida y hace
sufrir. Sanar el alma y el cuerpo de los que se sienten destruidos por el dolor
y angustiados por la dureza despiadada de la vida diaria.
<< Resucitar
muertos >>, es decir, liberar a las personas de aquello que bloquea sus
vidas y mata su esperanza. Despertar de nuevo el amor a la vida, la confianza
en Dios, la voluntad de lucha y el deseo de libertad en tantos hombres y
mujeres en los que la vida va muriendo poco a poco.
<< Limpiar leprosos
>>, es decir, limpiar esta sociedad de tanta mentira, hipocresía y
convencionalismo. Ayudar a las gentes a vivir con más verdad, sencillez y
honradez.
<< Arrojar
demonios >>, es decir, liberar a las personas de tantos ídolos que nos
esclavizan, nos poseen y pervierten nuestra convivencia. Allí donde se está
liberando a las personas, allí se está anunciando a Dios.
MIRAR A LA GENTE COMO
LA MIRABA JESÚS
El evangelista Mateo
recoge esta observación de Jesús: << ). Una mirada clara permite que la luz entre dentro de nosotros y
podamos actuar con lucidez.
La mirada de Jesús
estaba llena de cariño, respeto y amor. <<Al ver a las gentes se
compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas sin
pastor>>. Sufría al ver a tanta gente perdida y sin orientación. Le
dolía el abandono en que se encontraban tantas personas solas, cansadas y
maltratadas por la vida.
Aquellas gentes eran
víctimas más que culpables. Por eso inició un movimiento nuevo e inconfundible.
Llamó a sus discípulos y les dio << autoridad >> no para condenar,
sino para << curar toda enfermedad y dolencia >>.
En la Iglesia
cambiaremos cuando empecemos a mirar a la gente como la miraba Jesús. Cuando
veamos a las personas más como víctimas que como culpables, cuando nos fijemos
más en su sufrimiento que en su pecado, cuando miremos a todos con menos miedo
y más piedad.
Nadie hemos recibido de
Jesús << autoridad >> para condenar, sino para curar. No nos llama
Jesús a juzgar al mundo, sino a sanar la vida. Nunca quiso poner en marcha un
movimiento para combatir, condenar y derrotar a sus adversarios. Pensaba en
discípulos que miraran al mundo con ternura. Los quería ver dedicados a aliviar
el sufrimiento e infundir esperanza. Esa es su herencia, no otra.
RECORDAR A LOS QUE
SUFREN
Hace unos años volvía
yo de Ruanda después de pasar allí la Navidad. Mientras volábamos de Kigali
hacia Bruselas, un pensamiento ocupaba mi mente. Atrás quedaba el horror, la
miseria y la muerte en esos pueblos de los Grandes Lagos de África. En Europa
nos esperaba una sociedad obsesionada por su propio bienestar.
¿Cómo es posible que, a pocas horas de avión, estén muriendo esas gentes mientras nosotros vivimos aquí ajenos a todo lo que no sea nuestro interés? ¿Cómo podemos aguantar que el mundo << funcione >> así ?. Solo se me ocurría una explicación: nuestra increíble inconciencia.
Según el gran teólogo Johann Baptist Metz, lleva años advirtiendo que solo << el recuerdo del sufrimiento de los inocentes >> nos puede humanizar.
Según Metz, el
sufrimiento de los inocentes desafía cualquier teoría del hombre, cualquier
filosofía, política o religión que no lo tome en serio.
La única autoridad que
nos juzga a todos es << la autoridad de los que sufren>>.
De ahí la importancia
de escuchar no solo al que razona o al que ora, sino sobre todo al que sufre.
Cuando se olvida el sufrimiento concreto de las personas, la humanidad corre
peligro. Cuando la política utiliza el sufrimiento humano como estrategia,
degrada su propia causa. Cuando la religión vive de espaldas a los que padecen,
se deshumaniza. Cuando la Iglesia no se acerca a ellos, se aleja del
Crucificado.
El evangelio nos
recuerda que Jesús dedicaba su tiempo y sus fuerzas no solo a predicar en las
sinagogas, sino a liberar del sufrimiento y de la enfermedad a los doblegados
por el mal.
Por eso, al confiar a
sus discípulos la tarea de la evangelización, no les manda solo a predicar,
sino quitar sufrimiento. << Id y proclamad que el reino de Dios está
cerca. Curad enfermos, resucitar muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis >>.