Silencio y paz.
Fue llevado al país de
la vida.
¿Para que hacer
preguntas?
Su morada, desde ahora,
es el descanso,
y su vestido, la luz.
Para siempre, silencio
y paz.
¿Qué sabemos nosotros?
Dios mío, Señor de la
historia
y dueño del ayer y del
mañana,
en tus manos están las
llaves
de la vida y de la
muerte.
Sin preguntarnos,
lo llevaste contigo
a la Morada Santa,
y nosotros cerramos
nuestros ojos,
bajamos la frente
y simplemente te
decimos:
está bien, Señor.
Silencio y paz.
La música fue sumergida
en las aguas profundas
y todas las nostalgias
gravitan
sobre las llanuras
infinitas.
Se acabó el combate;
ya no habrá para él
lágrimas, ni llanto, ni
sobresaltos.
El sol brillará por
siempre
sobre su frente.
Y una paz intangible
asegurará
definitivamente
sus fronteras.
Señor de la vida y dueño
de nuestros destinos,
en tus manos
depositamos
silenciosamente
este ser entrañable que se nos fue.
Mientras aquí en la
tierra
sentimos su partida,
duerma su alma inmortal
para siempre en la paz
eterna,
en tu seno insondable y
amoroso,
¡oh Padre de
misericordia!
Silencio y paz.
Palabras para el silencio
Colaboración de Juan García de Paredes.