Jn 14, 15-21
La comprensión de lo
que somos aleja definitivamente la soledad, porque lo que somos es uno con todo
lo que es. Es cierto que pueden seguir existiendo sentimientos-recuerdos de la
soledad vivida, con su mayor o menor carga psicológica. Podrán seguir
igualmente activos nuestros condicionamientos psicológicos. Sin embargo, la
comprensión nos permitirá resituarnos y conectar con la unidad de fondo.
No se trata de un ser
divino que nos acompañaría en todo momento, y en quien podríamos depositar
nuestra necesidad de seguridad y de confianza, tal como tiende a pensarse desde
un nivel mítico de consciencia.
Los textos evangélicos
siguen expresándose en esa dualidad, que percibe el Fondo de lo real como un
Dios separado o un Espíritu que nos guía desde fuera. Porque es así como tiende
a leerlo la mente y es así como se ha transmitido.
Sin embargo, Dios o el
Espíritu no es algo (alguien) separado. Esos términos aluden a nuestra mismidad
más profunda, a nuestra identidad más íntima.
No hay soledad posible,
porque todo es uno: “Entonces sabréis que yo estoy con el Padre, vosotros
conmigo y yo con vosotros”.
La práctica meditativa
o el cultivo del silencio mental es un camino privilegiado para, más allá del
pensamiento, conectar esa realidad profunda, saborearla y vivirnos desde ella.
¿Frecuento la
profundidad en la que me reconozco uno con todo lo que es?
Enrique Martínez Lozano
FE ADULTA