SEMBRAR EL EVANGELIO
Salió Jesús de casa y
se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una
barca; se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato
en parábolas:
Salió el sembrador a
sembrar. Al sembrar, un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y
se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra,
y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol,
se abrasó y por falta de raíz se secó. Otro poco cayó entre zarzas, que
crecieron y lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos
ciento, otros sesenta, otros treinta. El que tenga oídos que oiga.
Se le acercaron los
discípulos y le preguntaron: ¿Por qué les hablas en parábolas?
Él les contestó:
A vosotros se os ha
concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al
que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta
lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan
sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías:
<< Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure >> ( Mateo 13, 1 – 17 ).
APRENDER A SEMBRAR COMO
JESÚS
No fue fácil para Jesús
llevar adelante su proyecto. Enseguida se encontró con la crítica y el rechazo.
Entre sus seguidores más cercanos empezaba a despertarse el desaliento y la
desconfianza. ¿No era todo aquello una utopía imposible?. Les contó la parábola
de un sembrador para hacerles ver el realismo con que trabajaba y la fe
inquebrantable que le animaba.
Los que le escuchaban
la parábola sabían que estaba hablando de sí mismo. Así era Jesús. Sembraba su
palabra en cualquier parte donde veía alguna esperanza de que pudiera germinar.
Sembraba gesto de bondad y misericordia hasta en los ambientes más insospechados:
entre gentes muy alejadas de la religión.
En la Iglesia de Jesús
no necesitamos cosechadores. Lo nuestro no es cosechar éxitos, conquistar la
calle, dominar la sociedad, llenar las iglesias, imponer nuestra fe religiosa.
Lo que nos hace falta son sembradores.
Seguidores y seguidoras
de Jesús que siembren por donde pasan palabras de esperanza y gestos de
compasión.
Esta es la conversión
que hemos de promover hoy entre nosotros: ir pasando de la obsesión por
<< cosechar >> a la paciente labor de << sembrar >>.
LA FUERZA OCULTA DEL
EVANGELIO
El evangelio no es una
moral ni una política, ni siquiera una religión con mayor o menor porvenir. El
evangelio es la fuerza salvadora de Dios << sembrada >> por Jesús
en el corazón del mundo y de la vida de los hombres.
Hay violencia y sangre
en el mundo, pero crece en muchos el anhelo de una verdadera paz. Se impone el
consumismo egoísta en nuestra sociedad, pero son bastantes los que descubren el
gozo de una vida sencilla y compartida. La indiferencia parece haber apagado la
religión, pero en no pocas personas se despierta la nostalgia de Dios y la
necesidad de la plegaria.
La energía
transformadora del evangelio está ahí trabajando a la humanidad. La sed de
justicia y de amor seguirá creciendo. La siembra de Jesús no terminará en
fracaso. Lo que se nos pide es acoger la semilla.
SEMBRAR CON FE
Acostumbrados a una
<< sociedad de cristiandad >> donde lo religioso estaba presente
visiblemente en nuestras calles, plazas, escuelas y hogares, son muchos los
creyentes que sienten malestar y sufren ante la nueva situación.
Por eso se hace
necesario escuchar con atención la parábola de Jesús. El evangelio sigue
encerrando una virtualidad poderosa para <<salvar>> al hombre de lo
que le deshumaniza. Difícilmente encontraremos algo o a alguien que pueda dar
un sentido más humano y liberador a nuestras vidas.
Es cierto también que
el evangelio exige una acogida sincera y una disponibilidad total. Y son muchos
los factores que como la riqueza, los intereses egoístas o la cobardía, pueden
ahogar y anular la eficacia de la palabra de Jesús.
En cualquier caso, los creyentes hemos de recordar que no es momento de <<cosechar>> sino hora de sembrar con fe en la fuerza renovadora que se encierra en el evangelio.
IMPULSAR LA CREATIVIDAD
No basta mirar a la
tradición. Hay que aprender a vivir con creatividad. Una Iglesia sin
creatividad es una Iglesia condenada a estancarse. En la Iglesia tenemos miedo
a promover la creatividad.
Pero ahogar la
creatividad y oponerse a nuevos planteamientos ante problemas inéditos puede
conducir a la Iglesia a un inmovilismo que está lejos del espíritu que animó a
Jesús.
Sorprende la
creatividad que desarrolló la Iglesia en los primeros siglos, respondiendo con
audacia a las nuevas circunstancias a las que se iba enfrentando. Impresiona,
por ejemplo, su coraje para abandonar el contexto cultural y religioso del
mundo judío para arraigarse en la cultura griega o latina. ¿No tenemos los
cristianos de hoy un derecho a la creatividad semejante al de los cristianos de
otras épocas?. La parábola del sembrador nos sigue interpelando a todos: ¿qué
frutos podría producir hoy la palabra de Jesús acogida con fe en nuestros
corazones?.
TENER OÍDOS Y NO OIR
Mateo nos recuerda
antes que nada que las parábolas han sido <<sembradas>> en el mundo
por Jesús. <<Salió Jesús de su casa>> a enseñar su mensaje a la
gente, y su primera parábola comienza precisamente así: << Salió el
sembrador a sembrar >>. El sembrador es Jesús.
Lo que Jesús siembra es <<la del reino >>. Así dice Mateo. Cada parábola es una invitación a pasar de un mundo viejo, convencional y poco humano, a un << país nuevo >>, lleno de vida, tal como lo quiere Dios para sus hijos e hijas, Jesús lo llama << reino de Dios >>. Si no seguimos a Jesús trabajando por un mundo más humano, ¿cómo vamos a entender sus parábolas?.
Jesús siembra su mensaje << en el corazón >>, es decir, en el interior de las personas, Ahí se produce la verdadera conversión.
Nuestro problema es
terminar viviendo con el << corazón embotellado >>.
Entonces sucede algo
inevitable. Tenemos << oídos >> pero no escuchamos ningún mensaje.
Tenemos << ojos >> pero no miramos a Jesús. Nuestro corazón no
entiende nada. ¿Cómo se siembra el evangelio en nuestras comunidades
cristianas? ¿ Cómo despertamos entre nosotros la acogida al Sembrador ?.
José Antonio Pagola
Colaboración de Juan García de Paredes.