DOMINGO 14 (A)
Mt 11,25-30
En el evangelio de hoy
hay tres párrafos bien definidos. El primero se refiere a Dios. El segundo, a
la interdependencia total entre Jesús y Dios. El tercero, hace referencia a la
relación entre nosotros y Jesús. Los dos primeros se encuentran también en
Lucas, pero en el contexto del éxito de los 72 y la intervención del Espíritu.
En la primera comunidad cristiana todos eran personas sencillas, que no podían
gloriarse de nada. ¿Qué hubiera dicho Jesús después de Constantino?
Te doy gracias, Padre,
porque…” Lo importante no es la acción de gracias en sí sino el motivo. Jesús
no puede afirmar que Dios da a algunos lo que niega a otros. Lo que quiere
decir es que, el Dios de Jesús no puede ser aceptado más que por la gente
sencilla y sin prejuicios. Los engreídos, los sabios, tienen capacidad para
crearse su propio Dios. Los “sabios y entendidos” eran los especialistas de la
Ley. Su conocimiento de Dios les daba derecho a sentirse seguros, poseedores de
la verdad. No tenían nada que aprender, pero eran los únicos que podían
enseñar.
¿Quiénes eran los
sencillos? “El “nepios” griego tiene muchos significados, pero todos van en la
misma dirección: infantil, niño, menor de edad, incapaz de hablar; y también:
tonto, infeliz, ingenuo, débil. No tenía capacidad de razonamientos y les
faltaba la mínima preparación para desplegarla. Para la élite religiosa, los
sencillos eran unos malditos, porque no conocían la Ley, y por lo tanto no
podían cumplirla. Los sencillos eran los “sin voz”, “la gente de la tierra”,
los descartados.
Estas cosas son las
experiencias de Dios que Jesús vivió y que nos quiere transmitir. No se trata
de conocimiento sino de experiencia profunda. “Todo me lo ha entregado mi
Padre…” Ese conocimiento de Dios no es fruto del esfuerzo humano, sino puro
don; aunque no se niegue a nadie. El error de nuestra teología fue creer que
conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios; si Jesús era Dios, ya sabíamos lo
que era Jesús. El texto dice que la única manera de conocer a Dios es
aproximarnos a Jesús, haciendo nuestra la experiencia de Dios que él tuvo.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. La imagen de yugo se aplicaba a la Ley, que, tal como la imponían los fariseos, era ciertamente insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600 preceptos y 5.000 prescripciones, además de las tradiciones que eran innumerables y sumían a la gente en la imposibilidad de cumplirlas. Para los fariseos, la Ley era lo único absoluto. Jesús dice lo contrario: “El sábado está hecho para el hombre…”. La principal tarea de Jesús es liberar al hombre de las ataduras religiosas.
Mi yugo es llevadero y
mi carga ligera. Jesús libera de los yugos y las cargas que oprimen al hombre y
le impiden ser él mismo. No propone una vida sin esfuerzo; Sería engañar al ser
humano que tiene experiencia de las dificultades de la existencia. Sin esfuerzo
no hay verdadera vida humana. No es el trabajo exigente lo que malogra una
vida, sino los esfuerzos que no llevan a ninguna plenitud. Lo que hagamos a
favor del hombre traerá plenitud y felicidad.
Jesús propone un “yugo”
pero no de opresión que vaya contra el hombre, sino para desplegar todas sus
posibilidades de ser más humano. Jesús quiere ayudar al ser humano a desplegar
su ser sin opresiones. El yugo y la carga serían, como el peso de las alas para
el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se las quitas, ¿con qué
volará? El motor de un avión es una tremenda carga, pero gracias a ese peso el
avión vuela. Nuestras limitaciones nos permiten avanzar.
Lo que acabamos de leer
es evangelio (buena noticia). No hemos hecho caso a este mensaje. En cuanto
pasaron los primeros siglos de cristianismo, se olvidó totalmente este
evangelio, y se recuperó “el sentido común”. Nunca más se ha reconocido que
Dios se pueda revelar a la gente sencilla. Es tan sorprendente lo que nos dice
Jesús, que nunca nos lo hemos creído. Dios no comparte con el hombre el
conocimiento, sino su Vida. Sin conocer la evolución pueden disfrutar de buena
salud.
Si Dios se revela a la
gente sencilla, ¿Qué cauces encontramos en nuestra institución para que sean
escuchados? ¿No estamos haciendo el ridículo cuando seguimos siendo guiados por
los “sabios y entendidos” que se escuchan más a sí mismos que a Dios? A todos
los niveles estamos en manos de expertos. En religión la dependencia es
absoluta, hasta el punto de prohibirnos pensar por nuestra cuenta. Recordad la
frase del catecismo: “doctores tiene la Iglesia…”.
Jesús no propone una religión menos exigente. Esto sería tergiversar el mensaje. Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una manera de vivir la cercanía de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda es la que puede dar sentido a la existencia, tanto del sabio como del ignorante, tanto del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino de sencillez no es fácil.
Cansados y agobiados
eran los que intentaban cumplir la Ley, pero fracasaban en el intento. De esa
frustración abusaban los eruditos para oprimirlos. Nada ha cambiado desde
entonces. Los entendidos de todos los tiempos siguen abusando de los que no lo
son y tratando de convencerles de que tienen que hacerles caso en nombre de
Dios. Pío IX dijo: “solo hay dos clases de cristianos, los que tienen el
derecho de mandar y los que tienen la obligación de obedecer”. Ningún jerarca
repetiría esas palabras, pero en la práctica, todos actúan desde esa manera.
Descubramos en qué
medida separamos la fe de la vida, la experiencia del conocimiento, el amor del
culto, la conciencia de la moralidad. Los predicadores seguimos imponiendo
pesados fardos sobre las espaldas de los fieles. Nuestro anuncio no es
liberador. Seguimos confiando más en los conocimientos teológicos, en el
cumplimiento de normas morales y en la práctica de ritos, que en la sencillez
de sabernos en Dios. Seguimos proponiendo como meta la “Ley”, no la Vida.
La gran carencia de
nuestra comunidad hoy es la falta de experiencia interior. Por esa situación nunca
se podrá superar condenando a los que se atreven a discrepar de la doctrina
oficial o imponiendo normas que tratan de zanjar cuestiones discutibles. Lo que
hay que enseñar a los cristianos es a vivir la experiencia de Jesús. Solo ahí
encontraremos la liberación de toda opresión. Solo teniendo la misma vivencia
de Jesús, conseguiremos la libertad para ser nosotros mismos.
Fray Marcos