Antonio Zugasti
La extrema derecha es
la última trinchera del capitalismo. A pesar de todas las apariencias y de que
los grandes capitalistas sigan aumentando sus fortunas de una manera
escandalosa, el capitalismo está en crisis, es insostenible. Si, a pesar de todo, consigue sostenerse,
lleva a la humanidad a un desastre.
Es insostenible
ambientalmente. Un elemento básico del capitalismo, que es el crecimiento
económico indefinido, no se puede mantener en un planeta de recursos limitados.
No sólo es el cambio climático, es el
agotamiento de una serie de materiales que son fundamentales para el desarrollo
de la industria y que se encuentran en cantidades muy limitadas en la
naturaleza. Por otro lado la acumulación de residuos que no cesa de crecer. La
contaminación que afecta a tierras esquilmadas, saturadas de fertilizantes
químicos, herbicidas y pesticidas. A mares y océanos sembrados de residuos
plásticos, y a una atmósfera cada vez más contaminada.
Es insostenible socialmente. Las desigualdades son cada vez mayores. Después de unos años en que la amenaza de los países comunistas obligó al capitalismo a moderarse y a facilitar que en algunos países se estableciese el llamado “estado de bienestar”, el hundimiento de la Unión Soviética le ha permitido desarrollar su versión más dura, el neoliberalismo, que facilita el vuelo del gran capital por todo el mundo buscando las presas más apetitosas. Pero al mismo tiempo aumentar la dureza de la vida para la mayoría de los seres humanos.
El modelo de
bienestar que fomenta el capitalismo,
fundado en un consumo creciente de toda clase de bienes y servicios, no sólo es
materialmente insostenible, sino que tampoco llega a satisfacer las
aspiraciones más profundas de los seres humanos. Unas relaciones humanas
positivas y afectuosas son un elemento fundamental para el bienestar de las
personas, pero la continua apelación a la competencia como principio básico en
la sociedad es una dificultad constante para esas relaciones gratificantes. La
frase del Papa Francisco: “Esta economía mata”, nos hace ver que el capitalismo
también es inaceptable éticamente.
Pues para apoyar al
capitalismo en esta crítica situación, viene la extrema derecha. Los seres
humanos no podemos vivir en un puro individualismo egoísta, necesitamos algo
positivo a lo que agarrarnos y que de alguna manera nos justifique a nosotros
mismos. La extrema derecha pone la nación, la patria como el supremo valor al que debemos servir por encima de todo y
que justifica todas nuestras acciones. Y, de paso, aleja la atención de los efectos del sistema
capitalista.
Para justificar esta
defensa de los valores ultras, lo primero es buscar unos enemigos y echarles la culpa de todos los problemas. En
España los enemigos van desde el sanchismo y los social- comunistas a los
emigrantes “que nos quitan el trabajo y se llevan todas las ayudas”. Así se
libera al capitalismo de su responsabilidad en el trabajo precario, en el
encarecimiento de la vivienda, la subida de las hipotecas o el precio de los
alimentos.
Hablan de defender la libertad, y para ello ¡promueven gobiernos autoritarios! Como sucede en Hungría o Polonia, donde la extrema derecha ha llegado al poder. En España no han esperado a llegar al gobierno, desde comunidades autónomas o ayuntamientos han establecido libertad para las corridas de toros, circular en coche por el centro de las ciudades o regadíos que esquilmen los acuíferos, (pues la derecha en general no cree en la amenaza del cambio climático) . Pero prohíben actos culturales que no vayan en su línea, y, por supuesto, lo que no se toca es la libertad del capital.
Antonio Zugasti