Política de Washington Contra Rusia Afecta a Latinoamérica
Pablo Jofre Leal
Ya en marzo del año
2022, apenas un mes después del inicio de la operación militar de la federación
de Rusia denominada de desnazificación y desmilitarización del régimen de Kiev,
la ex secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe – CEPAL – Alicia Bárcena consignaba, en un artículo de opinión titulado
“Efectos económicos y financieros en América Latina y el Caribe del conflicto
entre la Federación de Rusia y Ucrania” (1) que la guerra en Europa oriental,
tendría un fuerte impacto en las economías de América Latina y el Caribe.
Impacto a través de varios canales: canal comercial con efectos directos e indirectos. Canal de precios de las materias primas, incluyendo allí los términos de intercambio, junto a las dificultades de inflación. Y, finalmente, el canal financiero. Las advertencias de la Sra. Bárcena se basaban, fundamentalmente, en la apreciación respecto a que el comercio mundial ya se encontraba debilitado – efectos de la pandemia por el Covid 19 – antes del conflicto pero que en áreas estratégicas dependían fuertemente de la producción de Rusia y Bielorrusia. Las exportaciones de productos energéticos de la Federación de Rusia, Ucrania y Belarús – Bielorrusia - representan el 12% de las importaciones mundiales, mientras que en el caso de los productos mineros esta proporción aumenta al 27%. Rusia es un importador clave de petróleo y gas natural y sus decisiones particulares, como aquellas que se tomen en organismos como la Organización de países Exportadores de Petróleo – OPEP – inciden fuertemente en los precios internacionales. Una OPEP que además, no se ha sumado a las presiones de occidente en el plano de sanciones, reducción de la producción u otras medidas para afectar la industria energética de Rusia.
En el estudio de la
CEPAL se afirma que el fuerte aumento del precio del petróleo y el gas,
derivado del conflicto, con la interrupción de los envíos a Europa por orden de
Washington a sus socios de la Unión Europea, no sólo ha favorecido a la
industria hidrocarburífera de Estados Unidos elevando los precios para las
sociedades europeas hasta en cuatro veces, con todos los efectos que dicha
situación ejerce sobre economías dependientes como las latinoamericanas. Esa
alza de precios ha beneficiado a los exportadores de energía de la región, como
Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Venezuela, junto a Trinidad y Tobago, entre
otros. “Sin embargo, se debe considerar que incluso los países exportadores de
hidrocarburos de la región son importadores de derivados, de productos de
refinación, como es el caso de las gasolinas, por lo que el efecto no es
directamente positivo”.
En general, los países
latinoamericanos importadores de energía se han visto afectados negativamente
Los países importadores de energía se han visto afectados negativamente con
evidentes y lesivas presiones sobre la balanza comercial producto de las
decisiones estadounidenses de presionar a los gobiernos latinoamericanos para
que cesen su comercio con Rusia, al mismo tiempo que se ha sancionado a la
industria energética rusa en la relación con esta parte del planeta. Ante el
alza de los precios internacionales de los combustibles fósiles, los países de
Latinoamérica con escasísimo poder de refinación dependen de la importación de
los productos y subproductos – tales como gasolinas, gas butano, detergentes,
etanol, asfalto, fertilizantes entre otros - y se ven obligados a adoptar
medidas que permitan evitar o reducir el incremento sostenido de los precios de
los combustibles a la sociedad y con ello un alza inflacionaria. Tal es el caso
de Chile que ha adoptado la modalidad de aumentar los recursos del llamado
Mecanismo de Estabilización de los Precios de los Combustibles – MEPCO –
Subsidios en México. Rebaja de impuestos en El Salvador. Brasil un fondo de
estabilización.
Estados Unidos y sus
aliados, como muestra de su política hipócrita contra algunos países de
Latinoamérica, en especial con Venezuela, pretende suplir las pérdidas
ocasionadas por el embargo a la producción rusa, con el suministro del
combustible venezolano. Esto, a pesar de dos décadas de presiones, bloqueos,
usurpación y robo de activos venezolanos, en que el contexto internacional
vuelca los ojos y el interés de Washington hacia su producción petrolera. Ha
sido tan evidente el objetivo norteamericano de apoderarse de las riquezas
hidrocarburíferas del país sudamericano que el propio ex presidente
estadounidense Donald Trump confesó, en forma desvergonzada en un mitin
político que “Cuando me fui, Venezuela estaba a punto de colapsar. Nos
hubiéramos apoderado de ella, nos hubiéramos quedado con todo ese
petróleo" (2) Revelación sin filtro ni pudor alguno, dada en el marco de
críticas al Gobierno de Joe Biden por esta idea de favorecer el comercio de
hidrocarburos con el gobierno de Nicolás Maduro, unido a la crisis económica y
de combustible en los propios Estados Unidos.
La responsabilidad de
Estados Unidos en la crisis económica mundial, del alza en los precios de los
combustibles y alimentos, unido a la preocupante desaceleración de las
exportaciones “en que la economía de la región y el mundo se han visto
impactadas por una caída de la actividad a raíz de políticas monetarias
restrictivas” (3) pero también y esto es innegable, por la incertidumbre frente
al conflicto en ucrania donde a Estados Unidos y sus cervatillos de la Unión
Europea, que se han convertido en el patio trasero del siglo XXI de Estados
Unidos, que no buscan una resolución pacífica a la contienda, sino que debilita
a Rusia y al mismo tiempo, como objetivo paralelo impedir, frenar e incluso
atacar la política expansiva económica de la República Popular de China.
En opiniones expresadas
ante medios rusos se constata esa idea que las sanciones contra Rusia y las
presiones a países latinoamericanos, no han podido impedir sus relaciones
"Los paquetes de sanciones generados por la OTAN, por Estados Unidos y la
Unión Europea (UE) no han tenido la eficacia que sus ejecutores pensaron. Se
produjeron dos fenómenos: por un lado, han fracasado porque no se han disminuido
los contactos comerciales y de cooperación con América Latina. Por otro lado,
han derivado en un incremento de las relaciones con algunos países… El fracaso
de las sanciones es indudable y es visto con mucha preocupación por el
Departamento de Estado de Estados Unidos, que trata de volver a la carga,
tratando de disciplinar a los gobiernos latinoamericanos" (4)
En este panorama donde
Estados Unidos pretende mantener su hegemonía a costa del bienestar de gran
parte del planeta gris se levanta como un elemento de luz y positivo la
posición independiente que han ido tomando un gran número de países
latinoamericanos respecto a Washington. Conducta que causa la irritación del
gobierno de Estados Unidos, que constata día a día que su hegemonía va a la
baja. La Casa Blanca intenta, permanentemente, intimidar a los gobiernos al sur
del Río Grande, por su negativa a unirse al coro mediático, político y falsario
en su “cruzada antirrusa” y así sancionar en todas las esferas al país
euroasiático. Por ejemplo, ningún país latinoamericano se sumó a la exigencia
de Washington – enviando incluso al canciller Olaf Scholz a Chile, Argentina y
Brasil – de entregar las armas rusas que tenían en sus depósitos como “aporte”
al gobierno ucraniano.
El mandatario argentino Alberto Fernández tras la visita del canciller alemán declaró que “Argentina no está pensando en enviar armas a Ucrania”. Palabras del mismo tenor a las expresadas por los presidentes de México Andrés Manuel López Obrador, de Colombia Gustavo Petro y de la República Brasil Luís Inazio Lula da Silva (5). Un buen ejemplo es que hace mucho tiempo esta Latinoamérica ha dejado de ser el patio trasero de Estados Unidos, aunque algunos gobiernos quieran seguir pastando en el jardín de la Casa Blanca. Como latinoamericanos, necesitamos diversificar nuestro comercio, establecer relaciones amplias, deshacerse de ese dominio malsano que tanto daño nos ha hecho. Expulsar a todo soldado instalado en las bases militares a lo largo del continente y podemos pensar que ya no es un sueño – como suelo sostenerlo – “Porque esta gran humanidad ha dicho: «¡Basta!» y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente” (6).