Pablo Jofre Leal
Ucrania:
¿contraofensiva u operación mediática?
El régimen de Kiev,
administrado por Volodimir Zelensky, lleva un mes ya de una publicitada
contraofensiva contra las fuerzas rusas en la zona del Donbás. Dicha operación
no ha mostrado resultados positivos, que permitan augurar un cambio en la
actual situación bélica, con el absoluto control de las fuerzas rusas de
aquellas áreas definidas por Moscú como necesarias de defender frente a los
ataques kievistas.
Una realidad en el
escenario bélico que se consolida, generando críticas en el interior de la
coalición de países de países que apoyan a Kiev, liderados por Estados Unidos y
secundado por la Organización del Tratado del Tratado del Atlántico Norte
(OTAN), que tuvo su Cumbre en Vilnius, capital de Lituana, el pasado 11 y 12 de
julio. Los resultados de ella no sorprendieron absolutamente a nadie,
considerando la dinámica de apoyos de Occidente a su aliado ucraniano: promesas
de seguridad y masificar aún más la entrega de armamentos, que se ha convertido
en la estrategia de Washington y los suyos para dinamizar sus alicaídas
economías. No hay nada mejor para Occidente en su historia hegemónica que
intensificar las guerras, agresiones, procesos de desestabilización para que
sus complejos militares industriales comiencen a llenarse los bolsillos con
dólares y euros. Cifras al canto: Estados Unidos ha entregado hasta ahora
100.000 millones de dólares en armas y apoyo financiero a Kiev. La OTAN, por su
parte, ha proporcionado una cifra de 90.000 millones de euros. (1)
A pesar del enorme apoyo militar que Washington y sus aliados le otorgan al régimen de Zelensky, la famosa contraofensiva de verano no ha obtenido ningún avance en el terreno, ningún triunfo relevante que le permita decir a sus financistas que el dinero utilizado para desestabilizar a Rusia ha dado frutos. Este es un elemento importante a la hora de poner paños fríos a esta idea peregrina de incorporar a Ucrania a la OTAN, como se había insinuado previo a la cumbre celebrada en Vilnius. Según analistas internacionales, Zelensky exigía urbi et orbi un cronograma claro que le permitiera decir a los suyos que entraban a formar parte de la alianza militar occidental. “Es absurdo y sin precedentes que no se establezca un plazo para la invitación ni para la membresía de Ucrania, mientras que al mismo tiempo se agrega una redacción vaga sobre las ‘condiciones’ incluso para invitar a Ucrania”, vociferaba Zelensky, que además solicitaba más armas, más pertrechos, más dinero. Demanda que no ocultó la discusión respecto a las acusaciones de corrupción galopante en materia de armas del régimen cívico-militar ucraniano.
Sus palabras generaron
profundo rechazo en políticos europeos y funcionarios de la OTAN. Tal es el
caso del ministro de Defensa británico, Ben Wallace, quien advirtió a Ucrania
que “no somos Amazon”, refiriéndose al servicio de comercio electrónico (2).
Por su parte, el mandatario estadounidense, Joe Biden, terminó de darle un golpe
a las expectativas del excomediante ucraniano, al sostener respecto al posible
ingreso de Ucrania a la OTAN que “tal vez después que termine la guerra”. Según
un artículo de The Washington Post, algunos funcionarios querían castigar a
Zelensky por su exabrupto.
Análisis de medios como
Asia Times han destacado que el supuesto avance ucraniano en el marco de su
ofensiva tiene una bajísima probabilidad de éxito en las posiciones rudas. Se
necesitan más de dos años, suministrando armamento de última generación –con
todo el entrenamiento que ello significa– para que Kiev pueda realizar grandes
operaciones militares. La OTAN creó en Vilnius “un grupo llamado Consejo
OTAN-Ucrania para coordinar la cooperación. Al final, sin embargo, la
teatralidad para sentirse bien no se vendió, ya que hablar de ‘unidad’ desde
todos los lados sonó hueco”, consigna Asia Times (3).
A través del columnista
David Ignatious, The Washington Post afirma que las propias autoridades
militares estadounidenses reconocen dificultades objetivas para lograr algún
grado de éxito en la contraofensiva ucraniana. El problema principal para el
analista, más allá de las armas entregadas, es que Kiev no tiene fuerzas ni
recursos y tampoco instrucción de combate superiores a Rusia. En esta situación,
cualquier intento de las fuerzas militares ucranianas de pasar al contraataque
solo va a incrementar el número de víctimas en sus filas. Ignatious apuesta por
una guerra de guerrilla post término de la guerra. “Tal vez la guerra continúe
en 2024 y tal vez más allá. Incluso si hay un alto el fuego en algún momento,
los ucranianos pueden luchar detrás de las líneas del territorio controlado por
Rusia. Esa es una parte del final del juego que rara vez se discute pero que
necesita más atención”. (4) Este columnista, vinculado al Pentágono, revela el
plan ulterior: seguir con la guerra en otros niveles, sabiendo que Ucrania está
perdida. Una contraofensiva, según se desprende de las conversaciones en
Vilnius para mejorar las condiciones y ampliar el pliego de demandas en una
eventual negociación con Rusia. Idea que solo podría concretarse si las
operaciones militares ucranianas tienen éxito y ello se ve lejano.
El análisis profundo de
la guerra en Ucrania revela inclinación por parte del régimen de Kiev, apoyado
por numerosas empresas de relaciones públicas -principalmente estadounidenses y
británicas- a mostrar acciones y decisiones propias de una guerra mediática (5)
más que de efectos concretos en el campo bélico. Kiev no puede mostrar ningún
avance en la zona del Donbás donde las repúblicas populares de Donetsk y
Lugansk han concretado figuras jurídicas y territoriales al margen de cualquier
vínculo con Kiev. No hay plan alguno de la contraofensiva multiplicada
comunicacionalmente como una especie de “la madre de todas las batallas” que
pueda mostrarse como exitosa. La propia naturaleza se ha encargado de frustrar
los planes ucranianos de incursionar en zonas controladas por Rusia. Tal es el
caso del óblast de Jersón, atravesado por el Río Dniepr, donde las fuerzas
ucranianas están imposibilitadas de sortear las dificultades hidrográficas que
el curso de tal río ofrece.
En dirección a la ciudad de Zaporozhie, las líneas de defensa rusas son infranqueables al igual que los caminos que conducen a la ciudad de Donetsk, con fortificaciones inexpugnables, así reconocido por el alto mando militar ucraniano, que se ha visto forzado a admitir que es muy difícil cumplir sus expectativas, o por opiniones más alentadoras pero absolutamente irreales, como las de Zelensky, que sostuvo que “la contraofensiva es difícil pero avanza”, esperanza absolutamente irreal pues ninguna de las ciudades que querían ser tomadas han tenido resultados: Artiómovsk, Zhovtnevoye (en la región de Kharkov), Zaliman, Pshenichnoye y Kremennaya (República Popular de Lugansk), Klyuchyovoye (República Popular de Donetsk) y Pologi (región de Zaporiyia). Nada, ningún logro, solo más y más muertos, que se suman a un ejército cada día más disminuido, más necesitado de armas y al cual incluso se le está proporcionado por parte de Washington bombas de racimo, prohibidas por 100 países y que pueden significar un efecto de respuesta demoledora por parte del ejército ruso. (6)
Con esta entrega, Washington está probando la paciencia de Rusia en materia de ver hasta dónde puede soportar las presiones y provocaciones de la OTAN. Una OTAN que digita los pasos militares dados por Zelensky que está generando acciones destinadas a asestar golpes en dirección a las regiones rusas del Belgorod, Brianks y Kursk. Tal vez la memoria histórica no es parte de la estrategia de Ucrania y sus financistas, pero vale recordar que en Kurk las huestes de la Alemania nazi fueron derrotadas estrepitosamente y ello significó una victoria estratégica de las fuerzas de la ex URSS. No basta con manipular, desinformar y contratar empresas de relaciones públicas por parte de Ucrania. Se requiere resultados y esos no están en el bando “otanista” por más que la cobertura mediática pretenda mostrar avances, toma de posiciones y triunfos que terminan esfumándose a las pocas horas.