Te doy gracias, Señor,
porque todo en mi vida
es gracia, puro don.
Te doy gracias por tu
providencia que palpo
en el detalle, pensado
para mí,
en el encuentro, en la
llamada,
en la inspiración o
presentimiento,
en el segundo oportuno
que me libra,
segundos y segundos de
gracia.
Te encuentro en el aire
que respiro,
en la flor que admiro,
en el hermano y en el
amigo,
en los ángeles que
están conmigo.
Yo creo en los ángeles,
pero sin alas,
ángeles que enseñan,
que guardan,
que sirven, curan,
consuelan,
que liberan y levantan,
y orientan y asemejan,
ángeles de la
esperanza,
y ángeles que
purifican,
no sé si con fuego o
con palabras.
Todo hermano verdadero
es un ángel de la
guarda.
Puedes poner tú el
nombre.
Hay ángeles y ángeles.
Delante de los ángeles,
y con los ángeles y por
los ángeles,
te daré siempre
gracias.
Son una parte de tu
misericordia encarnada.
No dejes, oh Dios, de
protegerme,
completa conmigo tus
favores y tu gracia.
Que tu misericordia es
eterna,
nunca se agota ni se cansa.
LOS OTROS SALMOS
Colaboración de Juan García de Paredes.