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16 de agosto de 2023

ORAR ES DEJARSE AMAR

Jesús, ¿dónde vives?


Jesús, ¿dónde vives?

Hoy pasas por nuestra vida,

hoy te señalan tus precursores

y nos ponemos en camino a seguirte.

 

Nos lo dice nuestra conciencia,

nuestra vida concreta de hoy,

mediocre tal vez, agobiada,

cansina, trepidante quizás,

nuestro íntimo deseo,

nuestra más secreta sed de ti

que nos atormenta en el interior,

a la vez que es nuestro

mayor tesoro

y nuestra felicidad más estable.

 

No es la primera vez,

no es la última que te oímos decir:

Vengan y vean.

Pero es la única vez

que nos lo dices hoy.

Ojalá escuchen hoy su voz…

(Salmo 94,7)


Hoy tú nos esperas,

nos llevas a tu casa,

donde tú vives, en la luz,

en la gloria del Padre,

en el amor de los hermanos;

donde tú vives y todo vive;

donde está la vida.

Donde estás tú está la vida.

 

Hoy buscamos la vida,

Hoy nos hacemos quedar contigo

para que vivamos.

Hoy ensanchas tú nuestros

círculos concéntricos

de tus llamadas, nos llevas contigo,

no solos, sino en compañía

de nuestros hermanos,

en comunidad constituida

por tu llamada.

 


Nos esperas hoy con todos los que

llevamos en el corazón,

con los que nos están confiados

de modo especial,

con los que se sienten alejados

de nosotros,

con los que nos cuesta aceptar

y vivir la fraternidad,

con los que vivimos ya ahora

un anticipo

de la plena comunión de amor

en el Reino.

Tú nos esperas y nos invita a ver,

a creer en ti

y en tu poder de dar vida,

de dar luz y alegría, de dar amor.

Haznos hoy discípulos serenos,

que se quieren quedar contigo

en esta hora de la tarde,

en esta hora de confidencias,

serenidad y dulzura de coloquio,

para que este nuevo

encuentro contigo

nos transforme en movimiento

imparable de amor,

que extienda sus círculos sobre

el espejo de nuestra alma.

 

Que todo, absolutamente todo,

quede tocado por este soplo

de tu Espíritu,

que tú seas el ángel

que hoy toque las aguas

de nuestras vidas,

donde muchos puedan encontrar

la salud de su vivir,

de sus anhelos de amor y de gozo,

de su hambre de gloria,

gloria presentida ya

en nuestras agonías y en nuestras

resurrecciones,

afincados por tu presencia en

tu gloria y en tu Amor. Amén.


Colaboración de Juan García de Paredes.