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31 de agosto de 2023

PARA UNA VICTORIA SEGURA

La mirada en el horizonte y los pies en la tierra

Por Carolina Escobar Sarti

Nuestro anhelo de democracia fue más fuerte. Nuestro voto fue nuestro poder. Nuestro hartazgo por tanta corrupción e impunidad, pesó más que toda la maquinaria que el pacto de corruptos puso a funcionar en este Estado capturado. Nuestro músculo político es cada día más sólido. Sin embargo, retomo la frase que desde el 2015 venimos diciendo: “esto apenas empieza”.

Es una rueda muy pesada y con demasiado óxido la que hay que aceitar.

Siempre resulta fácil recomendar a un gobierno electo, desde la distancia, lo que se debe hacer, pero gobernar un país como Guatemala, no pide ni siquiera reconstruir sino volver a imaginar la democracia que se sueña. Este gobierno tiene en sus manos marcar la pauta de los próximas décadas, pero un país como este no cambia en cuatro años, ni desaparecen por arte de magia los corruptos, los mafiosos, los patrones de lo oscuro, ni los narcos. Gobernar a una sociedad polarizada, donde la institucionalidad estatal está capturada y desnutrida, donde hay un gran desorden administrativo en el Estado y los indicadores sociales son los más bajos de la región, donde hay estructuras criminales muy organizadas y enquistadas en la estructura misma de ese Estado, donde se ha instrumentalizado a la justicia y judicializado a la política en el marco del golpe blando dado por el pacto de corruptos, no será sencillo. Esto pide acciones claras y urgentes, de mediano y largo plazo, que empiecen mañana mismo y marquen una clara intención.


Lo he dicho más de una vez: que Semilla participara en las elecciones como partido fue una cosa, que ganara la primera vuelta tan inesperadamente fue otra, pero que lo dejen llegar a enero y luego gobernar, es algo muy distinto. El Ministerio Público sigue siendo el cancerbero del pacto de corruptos y el mayor obstáculo para que Semilla llegue al gobierno, pero ante esta práctica tan maliciosa de la justicia y ante tan rotunda muestra de la voluntad popular, parece que ahora no encuentran ni jueces que les quieran firmar sus órdenes de captura. Si la mitad del padrón electoral salió a votar y la mayoría votó por Semilla ¿no le ha quedado claro al pacto de corruptos, MP incluido, lo que un pueblo unido puede hacer?

No será fácil cambiar este estado de cosas. Ya se dijo que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio, más aún en estos tiempos de mercaderes de la fe que privilegian el pensamiento mágico y su propia prosperidad, sobre el amor a Dios y a los semejantes. Una generación atrás, aún escuchábamos con mucha frecuencia en Guatemala cosas como: “no importa que roben, pero que al menos hagan obra”. Incluso, funcionarios de organismos internacionales situados en el país, se atrevían a decir públicamente que “no hay obra sin sobra”. En el fondo, lo que está cambiando en Guatemala desde el 2015 y con esta elección, es esa manera de pensar. Está cambiando la ciudadanía y eso obligará a la clase política a cambiar. Es una rueda muy pesada y con demasiado óxido la que hay que aceitar.

Las juventudes, los migrantes y los pueblos originarios son los grandes actores de este parteaguas histórico que vivimos. Pero no es solo un cambio generacional, porque vi a muchas personas mayores votando con alegría el pasado 20 de agosto e involucrándose en distintos procesos de participación ciudadana. De lo que nos estamos comenzando a librar, es de esa generación que nació y creció entre la violencia, la corrupción, el dolor y la sangre. Esa que nunca ha podido vivir de otra manera y que, quizás, no sabría cómo hacerlo en contextos de una democracia real, representativa y participativa. A lo largo de esta última década hemos venido pensando juntos sobre las primaveras robadas e imaginando la democracia posible, en un estado republicano como el nuestro. Nos tocará ahora hacerla, hombro con hombro, desde nuestros distintos espacios, si queremos un país de verdad.

PRENSA LIBRE