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6 de septiembre de 2023

CREER , ¿ para qué ? - DIOS PERDONA SIEMPRE

 


Es difícil vivir a gusto con Dios y disfrutar con la fe si uno no cree de verdad en su perdón. No sé cómo te entiendes tú con Dios, pero me he encontrado con bastantes personas que se han ido alejando poco a poco de Dios porque no se sentían bien con él.

Nadie les ha ayudado a creer en su perdón. Nos imaginamos que Dios es más o menos como nosotros: queremos a una persona cuando su manera de ser y de comportarse nos agrada, pero, si nos desagrada, la rechazamos.

Creemos que a Dios le pasa lo mismo. Casi sin darte cuenta piensas que es como tú, que solo sabe amarnos si respondemos fielmente a sus deseos.

Pero Dios no es así. No tiene un corazón tan pequeño como tú y como yo. ¡Dios es Dios! Nunca podremos imaginar cómo nos comprende, nos ama y nos perdona. Su perdón es incondicional e inmerecido. No tienes que hacer nada para lograrlo. Solo una cosa: dejarte perdonar.

Hacia la Pascua del año 57, Pablo de Tarso escribió una carta a los cristianos de la ciudad de Corinto. Al explicarles cómo es el amor verdadero, les dice que <<el amor no lleva cuentas del mal>>. Si alguien sabe amar de verdad, ese es Dios: él único que no lleva cuentas del mal.

Si piensas que Dios vive anotando con todo detalle tus errores y pecados, si crees que está resentido contigo porque tu vida no es como debería ser, si te imaginas que está enfadado porque has cometido pecados que a ti mismo te avergüenzan, estás totalmente equivocado... Dios no es así.

Entonces, ¿no importa eso de pecar o no pecar?, ¿da todo igual?

En absoluto. El pecado te hace mucho más daño, y tú lo sabes. Te deshumaniza, te encierra en ti mismo, te distancia hasta de tus seres más queridos, no te deja vivir con dignidad.

Por eso Dios siempre está ahí ofreciéndote su perdón. Él no cambia. Te quiere. Te espera. Desea lo mejor para ti. No es Dios quien tiene que cambiar para empezar a mirarte con más amor y comprensión. Eres tú el que tienes que volver a él con fe.

¿Qué haces cuando tu conciencia te dice claramente que has actuado mal? Una salida fácil es echarle la culpa a los demás; justificarte de alguna manera; pensar que no te has comportado tan mal, que es muy difícil ser honesto en esta sociedad. Todo sirve para tranquilizar nuestra conciencia.


Pero no siempre vale. Hay momentos en que te sientes culpable y no te puedes engañar: has sido injusto con una determinada persona, has hecho daño a tus hijos, estás actuando de manera egoísta, has engañado a tu esposo o a tu esposa… No debes seguir así. El que mejor lo sabe eres tú. ¿Qué puedes hacer?

Lo primero es reconocer tu pecado. Llama a las cosas por su nombre. No tengas miedo de confesarte <<pecador>> ante Dios.

Hazlo sin angustia y sin remordimientos estériles. El remordimiento no es cristiano: te encierra en tu culpa, te puede hundir, no te da fuerzas para cambiar. El arrepentimiento ante Dios es otra cosa: te ayuda a abrirte con confianza a su perdón, te va llenando de paz, te empieza a dar fuerzas para cambiar poco a poco tu vida.

Estoy convencido de que la experiencia del perdón es una de las más fundamentales para crecer como persona. El que no conoce el gozo de saberse perdonado corre el riesgo de vivir <<huyendo>> de sí mismo, sin bajar nunca al fondo de su corazón, sin saber dónde encontrar fuerza para vivir de manera más limpia y gozosa.

Habrá momentos en los que también tú necesitarás en lo más hondo de ti mismo reconocer sinceramente tu pecado, saberte comprendido por Dios, experimentar su perdón y sentirte aceptado por tus errores y miserias. Entonces te darás cuenta de que es una suerte creer en Dios y disfrutar de su perdón.

Dios es compasivo y clemente,

paciente y misericordioso…

No nos trata como merecen nuestros pecados

ni nos paga según nuestras culpas…

Como un padre siente ternura por sus hijos,

así siente ternura el Señor por sus fieles,

pues él conoce cómo estamos hecho

y se acuerda de que somos barro.

SALMO 103

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.