WILLY
Historia de un niño algo especial que de mayor lo siguió siendo… a su manera
POR: MARTIN VALMASEDA
CAPITULO 3
EL SEGUNDO
DÍA DE ESCUELA
No vamos a contar todos los días de escuela de nuestro amigo Willy, pero sí el segundo que fue muy distinto del primero.
Dijimos que en el primer día, unos niños iban animosos jalando de sus papás y otros con miedo tenían que ser casi arrastrados… Bueno pues el segundo día, después de la novedad del comienzo, todos iban más normales. Unos con cara de “no hay más remedio” y otros con gesto alegre. A unos se les había pasado el miedo, otros aun no lo veían claro, aunque la maestra Cristina era simpática y les había caído bien. Willy se había hecho amigo del que se llamaba como él, pero para distinguirse los dos se decían uno uilly, sin la W y el otro con g: Guilly. También se hicieron amigos de un compañero pequeñito y con lentes que se llamaba Chepito y que casi no sabía jugar.
Seño Cristina llamó a los dos “uillys” y les dijo: “fíjense ustedes dos en ese pequeñín que no juega y está allí en un rincón”.
(Fíjense que antes de empezar la clase, había un rato de deporte en el patio de la escuela. Allí Chepito estaba viendo a los demás aunque sin jugar.)
Los dos amigos se acercaron a él:”Hola, compa, ¿por qué tú no juegas?
“El chepito les dijo:” es que estuve enfermo dos años y no he jugado casi…y además ese grandote no me dejó, me dijo que ese juego es para los fuertes”
Uilly le dijo: “Pero ese grandote no manda. Ven con nosotros.
Los dos, con Chepito en medio, se pusieron con el otro equipo. Hablaron con “el que mandaba allí ( todavía no sabían qué era eso de líder”) y dijo que bueno, que jugase de portero.. Chepito se quitó los lentes y se los dio a la profe que parecía distraída, pero seguía de reojo lo que sucedía en el terreno de juego entre los pequeños. Estos pateaban la pelota de plástico, sin mucha técnica amontonándose y apretujándose… De pronto entre el barullo uno se escabulló con la bola en los pies hacia la portería y disparó. Sucedió lo inesperado. Chepito salto como una rana y despejó la pelota. Todo el equipo aplaudió a la revelación. Willy le puso la mano en el hombro: “¿qué bárbaro y ¿decías que no sabías jugar?. Chepito parecía que de la satisfacción había crecido y engordado. Le explicó al compañero: “es que cuando me estaba curando, mi papá me tiraba caramelos para que saltase a agarrarlos y por eso…”
Pero en ese momento se acercó el que mandaba en el otro equipo. Venía enfadado. “¡Te dije que tú no podías jugar!”. Willy se puso en medio: ”pues ya ves qué sí puede”.
Y se complicó la cosa, porque las niñas de aquella clase, que estaban mirando el partido salieron gritando a favor de Chepito: “¡viva viva, muy bien la parada!”. Al protestón le aumento la rabia: : ¡Ustedes cállense, que son niñas y no entienden de deporte!”. Y aquí pasó otra sorpresa. Una niña que se llamaba Pili y se veía que también era la mandamás del grupo, se puso delante con los puños cerrados:”¿Qué no sabemos de fútbol?. Pues nosotras vamos a jugar también”. El mandón cada vez más furioso: “Si ustedes juegan yo me voy” – “Anda vete - gritaron las niñas,- puedes jugar a las cocinitas!”
En ese momento Seño Cristina que se había acercado sin ruido, tocó las palmas”. Niños, se terminó el recreo; vamos a clase y me cuentan lo que pasa aquí.
Así terminó la discusión en el patio. Pero siguió después.