GUADALUPE ROMERO
No es fácil alimentar
la esperanza dentro de Nicaragua. Golpe a golpe, parece que la intención que
tienen Daniel Ortega y Rosario Murillo es volvernos tan locos y desequilibrados
como ellos. Si la misión del Siervo de Yahvé anunciada en Isaías es no apagar
la llama que aún humea ni quebrar la caña que está doblada, la del régimen es
diametralmente opuesta: no solo apagar la llama sino pulverizar la vela misma,
no solo romper la caña doblada: aniquilarla, destruirla, desnacionalizarla,
acusarla de traición y confiscar el campo en que se ha atrevido a crecer.
No es tarea sencilla
imaginar el futuro en Nicaragua. En los taxis, los mercados, en los barrios y
también a lo interno del Frente Sandinista el barullo es el mismo: ¿Hasta
cuándo? ¿Cuánto tiempo más durarán? ¿Qué día se acaba esto? Y las respuestas
que en su amplia mayoría se especulan, desafían los principios cristianos
contenidos en el Quinto Mandamiento, alegando posibles excepciones. Pero al
final casi todos están de acuerdo: esto tiene que ser pacífico, no queremos una
guerra más.
No es chiche respirar
en Nicaragua, hablar en Nicaragua, quedarse en Nicaragua. El robo de la UCA fue
también un asalto a la esperanza por ser uno de los últimos espacios de
libertad. La expulsión de los jesuitas de su hogar y la cancelación de su
personería jurídica es también la expresión de la vulnerabilidad en la que
vivimos todos y todas los que nos hemos comprometido en la lucha cívica en
defensa de los derechos humanos y también de la disposición del régimen a
castigarnos, someternos al escarnio, exponernos a la humillación para que no
olvidemos su consigna: “aunque lloren de rabia, aquí mandamos nosotros y de
aquí no nos vamos. Al menos, no a las buenas”.
Pero en este mismo país en el que la Iglesia está secuestrada, silenciada, calumniada y perseguida, se pudo escuchar en la tradicional subida de Santo Domingo el 10 de agosto, a muchas, muchísimas personas, gritar con valentía en medio de la algarabía y el baile “viva Nicaragua Libre”, “viva la Iglesia Católica” apenas a medio metro de distancia del cerco policial que “escoltaba” la imagen de Santo Domingo. Y cuando la imagen se detuvo frente a la tarima de la alcaldesa Reyna Rueda y se pidieron aplausos para la Policía Nacional, también fueron muchas, muchísimas personas las que a grito partido manifestaron su rechazo y repudio con abucheos y silbidos. ¿Qué significa esto? ¿Qué mensaje mandan los devotos ante esta manipulación de los signos religiosos por parte del régimen? ¿Qué nos dice de la resistencia pacífica?
En este mismo país en
el que el Cardenal Leopoldo Brenes calla ante la cada vez más numerosa y
arbitraria decisión del gobierno de impedir la entrada al país a sacerdotes,
religiosas, familiares de presos políticos, pero sí declara un jubileo por el
aniversario de su ordenación presbiteral –con indulgencia plenaria incluida–,
como si hubiese mucho por lo que sentir júbilo, sucedió que en un autobús de
Managua un pastor evangélico predicaba sobre la importancia del ayuno y la
oración. Esta prédica habría pasado desapercibida si no hubiese dicho también que
es el ayuno y la oración lo que ayudará a vencer la fuerza maligna y satánica
que son Daniel Ortega y Rosario Murillo, que han sido capaces de tocar a un
hombre santo y valiente como Monseñor Rolando Álvarez, al punto de encarcelarlo
injustamente y por el que todos deberíamos orar diariamente. Y en ese bus, a
esa hora, los que estuvieron dijeron también con voz fuerte y decidida: “Amén”.
¿Qué habrá sido de ese anciano y atrevido pastor? ¿Qué habrán pensado los que
esa mañana le escuchaban? ¿Sigue siendo la fuerza religiosa una fuerza de
resistencia a la injusticia, el atropello y la desesperanza en Nicaragua?
En este mismo país en
el que hay policías que obedecen la orden de sacar de sus casas a punta de
armas a unos jesuitas indefensos y en el que se sigue secuestrando y
encarcelando jóvenes, estudiantes universitarios y profesionales por el simple
delito de creer y querer otra Nicaragua; en este mismo país un grupito de
jóvenes de un colegio estatal reciben una tarea del profesor de Lengua y
simpatizante del Frente Sandinista: elaborar un periódico con noticias del
país. Tarea ridícula, tratándose de un país que ha cerrado y confiscado más de
30 medios de comunicación y asesinado, expulsado y encarcelado periodistas. Los
jóvenes llegan al aula de clases con su proyecto culminado. ¿Nombre del diario?
La Prensa. ¿Noticia de primera plana? Régimen confisca Universidad
Centroamericana a través de una orden judicial sin pruebas. ¿Respuesta del
profesor? “No quiero noticias contra el gobierno”. ¿Respuesta de los jóvenes?
“Usted lo que no quiere es la verdad”. Y al contarlo, decían: “no nos aceptó el
trabajo. Pero lo vio. Tuvo que verlo. Ya sabe que no somos tontos”. ¿Cuánto les
habrá influido la formación cristiana que reciben en sus parroquias? ¿De qué
sueños serían capaces estos jóvenes en una Nicaragua libre?
En este país donde ha
sido enterrada en su amada León Pinita Gurdián, mujer comprometida con el
Evangelio, seguidora fiel de Jesús y siempre dispuesta a arriesgar por la
justicia y la libertad, que fue impedida por el régimen de buscar tratamiento
médico para el cáncer que padecía al retener su pasaporte y de estar con sus
hijos y nietos al ser algunas de ellas expulsadas y desnacionalizadas e
impedidas de entrar al país.
En este país se
escucharon voces que se atrevieron a creer y a cantar: ¿Quién dijo que todo
está perdido?
Golpe a golpe quieren volvernos locos y hacernos abandonar la esperanza. Golpe tras golpe Daniel Ortega, Rosario Murillo y los que ganan dinero y poder a costa de ellos ansían quebrar la fe del pueblo, arrinconar su compromiso cristiano o al menos desnudarlo de su profetismo. Golpe con golpe quieren convencernos que este país les pertenece. Y tal vez sea verdad que por ahora es de ellos todo lo que se han robado: la UCA y las innumerables propiedades de la Iglesia, congregaciones religiosas, colegios católicos, organizaciones no gubernamentales. Pero no les pertenece el corazón de la gente. Golpe a golpe quieren apagar la luz de la esperanza. Siguiendo a Antonio Machado, ellos son capaces de todo golpe a golpe. Nosotros resistiremos, a pesar de todo, verso a verso.
Guadalupe Romero*