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10 de octubre de 2023

EVANGELIO DOMINGO 15- Octubre-2023(Mateo 22, 1-14- Reflexiones de Pagola

LA INVITACIÓN DE DIOS

Volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:

El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: <<Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda>>.

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: <<La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis convidadlos a la boda>>.

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta, y le dijo: <<Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?>>.

El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: <<Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos >> (Mateo 22, 1-14).

LA INVITACIÓN DE DIOS

Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos, pues a todos los quiere ver sentados, junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plena. Esta fue ciertamente una de las imágenes más queridas por Jesús para <<sugerir>> el final último de la historia humana. No se contentaba solo con decirlo de palabras. Se sentaba a la mesa con todos, y comía hasta con pecadores e indeseables, pues quería que todos pudieran ver plásticamente algo de lo que Dios deseaba llevar a cabo.

Por eso Jesús entendió su vida como una gran invitación en nombre de Dios. No imponía nada, no presionaba a nadie. Anunciaba la buena noticia de Dios, despertaba la confianza en el Padre, quitaba los miedos, encendía la alegría y el deseo de Dios. A todos debía llegar su invitación, sobre todo a los más necesitados de esperanza.

Tal vez una de las tareas más importantes de la Iglesia sea hoy crear espacios y facilitar experiencias donde las personas puedan escuchar de manera sencilla, transparente y gozosa la invitación de Dios proclamada en el evangelio de Jesús.

IR A LOS CRUCES DE LOS CAMINOS

Jesús conocía muy bien la vida dura y monótona de los campesinos. Sabía cómo esperaban la llegada del sábado para <<liberarse>> del trabajo. Los veía disfrutar en las fiestas y en las bodas. ¿Qué experiencia podía haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados a un banquete y poder sentarse a la mesa con los vecinos a compartir una fiesta de bodas?

Movido por su experiencia de Dios, Jesús comenzó a hablarles de una manera sorprendente. La vida no es solo esta vida de trabajo y preocupaciones, penas y sinsabores. Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas. A todos nos quiere ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una de una vida plenamente dichosa.

No se contentaba solo con hablar así de Dios. El mismo invitaba a todos a su mesa y comía incluso con pecadores e indeseables.

¿Qué ha sido de esta invitación? ¿quién la anuncia? ¿quién la escucha?, ¿dónde se pueden tener noticias de esta fiesta? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a todo lo que lo que no sea nuestro propio interés, no creemos necesitar de Dios. ¿No nos estamos acostumbrando poco a poco a vivir sin necesidad de una esperanza última?

En la parábola de Mateo, cuando los que tienen tierras y negocios rechazan la invitación, el rey dice a sus criados: <<Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda>>. La orden es inaudita, pero refleja lo que siente Jesús. A pesar de tanto rechazo y menosprecio habrá fiesta. Dios no ha cambiado. Hay que seguir convidando.

Pero ahora lo mejor es ir a <<los cruces de los caminos>> por donde transitan tantas gentes errantes, sin tierras ni negocios, a los que nadie ha invitado nunca a una fiesta.

Ellos pueden entender mejor que nadie la invitación. Ellos pueden recordarnos la necesidad última que tenemos de Dios. Pueden enseñarnos la esperanza.

TAMBIÉN HOY ES POSIBLE ESCUCHAR A DIOS

Lo dicen todos los estudios. La religión está en crisis en las sociedades desarrolladas de Occidente. La sociedad se desliza hacia una indiferencia creciente.

Hay, sin embargo, algo que nunca hemos de olvidar. Dios no está en crisis. La crisis de lo religioso no puede impedir que Dios se siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso de su conciencia.

Desde esta perspectiva, es un error <<demonizar>> en exceso la actual crisis religiosa, como si fuera una situación imposible para la acción salvadora de Dios.

Dios no excluye a nadie. Su único anhelo es que la historia humana termine en una fiesta gozosa.

Es cierto que la llamada religiosa encuentra rechazo en no pocos, pero la invitación de Dios no se detiene. La pueden escuchar todos, <<buenos y malos>>, los que viven en la <<ciudad>> y los que andan perdidos <<por los cruces de los caminos>>.

Estoy seguro de que Dios está vivo y operante en lo más íntimo de su ser. Estoy convencido de que muchos de ellos acogen su invitación por caminos que a mí se me escapan.

EL RIESGO DE DESOIR A DIOS

¿Dónde buscan los hombres de hoy la felicidad? ¿A qué puertas llaman buscando salvación? Para la gran mayoría, la felicidad está en tener más, comprar más, poseer más cosas y más seguridad.

<<Acumular, acumular: en esto consiste la ley y los profetas>> (Karl Marx). Otros buscan el goce inmediato e individualista: sexo, droga, diversión, cenas fin de semana; hay que huir de los problemas; refugiarse en el placer del presente.

El hombre sigue insatisfecho. Y la invitación de Dios sigue resonando. Su invitación la hemos de percibir no al margen, sino en medio de las insatisfacciones, gozos, luchas e incertidumbres de nuestra vida.

Los hombres seguirán siendo unos eternos buscadores de orientación, felicidad, plenitud, verdad, amor. Seguirán buscando, de alguna manera, el Absoluto.

En medio de nuestra búsqueda vana de felicidad total, ¿no estamos desoyendo una invitación que, quizá, otros hombres y mujeres sencillos y pobres están escuchando con gozo <<en los cruces de los caminos>> de este mundo nuestro tan desquiciado?

QUEDARNOS SIN OÍDO PARA LO RELIGIOSO

Son cada vez más los que, entre nosotros, se confiesan increyentes. Se vive un estilo de vida donde ni siquiera aparece la necesidad de dar un sentido último a la existencia.

Pero uno vive buscando solo un bienestar material cada vez mayor, interesado únicamente en <<tener dinero>> y <<adquirir símbolos de prestigio>>, preocupado por ser <<algo>> y no por ser <<alguien>>, la persona pierde capacidad para escuchar las llamadas más profundas que se encierran en el ser humano.

Esta persona carece de oídos para cualquier rumor que no sea el que proviene de su mundo de intereses. Como diría Max Weber, son hombres que <<carecen de oído para lo religioso>>.

La parábola de Jesús nos vuelve a recordar a todos que en el fondo de la vida hay una invitación a buscar la libertad y la plenitud por otros caminos. Y nuestra mayor equivocación puede ser desoír ligeramente la llamada de Dios, marchando cada uno a <<nuestras tierras y nuestros negocios>>.

En el fondo de muchas posturas de increencias, ¿no se esconde un temor al cambio que necesariamente se tendría que producir en nuestra vida si tomáramos en serio a Dios?

Sin duda se encierra una gran verdad en la plegaria de San Juan de la Cruz: <<Señor, Dios mío, tú no eres extraño a quien no se extraña contigo. ¿Cómo dicen que te ausentas tú?>>. 

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.