En aquél tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«Tengan cuidado y estén
prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento.
Será como un hombre que
se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su
tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela.
Estén prevenidos,
entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a
medianoche, al canto del gallo o por la mañana.
No sea que llegue de
improviso y los encuentre dormidos.
Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!».
CUANDO EL HORIZONTE SE
VUELVE SOMBRÍO
La falta de esperanza
está generando entre nosotros cambios profundos que no siempre sabemos captar.
Casi sin darnos cuenta van desapareciendo del horizonte políticas orientadas
hacia una vida más humana. Cada vez se habla menos de programas de liberación o
de proyectos que busquen mayor justicia y solidaridad entre los pueblos.
Cuando el futuro se
vuelve sombrío, todos buscamos seguridad. Que nada cambie, a nosotros nos va
bien. Que nadie ponga en peligro nuestro bienestar. No es el momento de pensar
en grandes ideales de justicia para todos, sino de defender el orden y la
tranquilidad.
Al parecer no sabemos
ir más allá de esta reacción casi instintiva. Los expertos nos dicen que los
graves problemas medioambientales, el fenómeno del terrorismo desesperado o el
acoso creciente de los hambrientos penetrando en las sociedades del bienestar
no están provocando, al parecer, ningún cambio profundo en la vida personal de
los individuos. Solo miedo y búsqueda de seguridad. Cada uno trata de disfrutar
al máximo de su pequeño bienestar.
Sin duda, muchos
sentimos una extraña sensación de culpa, vergüenza y tristeza. Sentimos,
además, una especie de complicidad por nuestra indiferencia y nuestra
incapacidad de reacción. En el fondo no queremos saber nada de un mundo nuevo,
solo pensamos en nuestra seguridad.
Las fuentes cristianas
han conservado una llamada de Jesús para momentos catastróficos: «Despertad,
vivid vigilantes». ¿Qué significan hoy estas palabras? ¿Despertar de una vida
que discurre suavemente en el egoísmo? ¿Despertar de la frivolidad que nos
rodea en todo instante impidiéndonos escuchar la voz de la conciencia?
¿Liberarnos de la indiferencia y la resignación?
¿No deberían ser las comunidades cristianas un lugar privilegiado para aprender a vivir despiertos, sin cerrar los ojos, sin escapar del mundo, sin pretender amar a Dios de espaldas a los que sufren?
José Antonio Pagola