José María VIGIL: Fuera
de la caja
"Puede ser una
oportunidad, una gran oportunidad. ¿Una última oportunidad? "
Desde el 30 de octubre pasado, al 1º de octubre próximo (de 2024) sólo van 11 meses. Si este mes de noviembre ha sido un mes de viajes de vuelta, de viajes para informar, de espera de directrices... ya son sólo 10 meses los que quedan.
Pues sí, ya ha pasado un mes desde que acabó el Sínodo'2023 (su Asamblea de octubre de 2023, para ser más exactos). Todo un mes de descanso, de retomar energías, de repensar qué se puede hacer, por dónde va a seguir el camino, por dónde debería seguir.
La verdad es que acabó aquella sesión con un cierto desconcierto, tanto respecto a lo hecho, como a lo que se debería continuar haciendo. Respecto a lo hecho, porque los sentimientos de los participantes y de los observadores de fuera no podían ser más dispares: hubo de todo; desde los francamente desilusionados y decepcionados (por la falta de conclusiones operativas, por la consigna de repensar una vez más lo que ya se va posponiendo demasiadas veces, por la lentitud de la famosa metodología de la «conversación en el Espíritu»...), hasta los más fieles y esperanzados, que no cesaban de insistir en que «así son las cosas», que «necesitamos dar más tiempo», que «las decisiones serán el año que viene»...), sin contar a los también muchos que ni habían dado seguimiento en la información general a este acontecimiento sinodal: ya no les interesa, no creen que la Iglesia pueda cambiar realmente.
Vaticano II y Sínodo de
la sinodalidad
Del desconcierto también formaba parte el hecho de que nadie parecía saber por dónde iba a seguir el camino. ¿Aquella declaración final era realmente «final», o lo era «sólo por ahora», a la espera de una nueva Asamblea de decisiones, la de 2024? ¿O aquella declaración final estaba destinada a «volver a las bases» de las comunidades y grupos sinodales que quisieran perseverar en el trabajo sinodal? La verdad es que en los primeros días y semanas, nadie lo sabía. Ni siquiera los mismos participantes. Hubo que preguntarles, y ellos debieron preguntar más arriba, porque nadie parecía saber.
Poco a poco, parece que
han ido bajando de arriba orientaciones. Dicen que se confirma que aquella
declaración final deberá volver a las bases, y deberán ser puestas en marcha
las iniciativas factibles, preparando las cosas para que en octubre de 2024, en
la próxima Asamblea de este unitario proceso sinodal multi-sesión, la tal
Asamblea tome la decisión de «tomar decisiones» por fin (algo que en la pasada
sesión de 2023 ha sido cuidadosamente «contenido» por las instrucciones
llegadas desde más adentro de la Sala del Sínodo
Desde el 30 de octubre
pasado, al 1º de octubre próximo (de 2024) sólo van 11 meses. Si este mes de
noviembre ha sido un mes de viajes de vuelta, de viajes para informar, de
espera de directrices... ya son sólo 10 meses los que quedan. Y si quieren,
como se dice, que las aportaciones que se hagan para la nueva Asamblea del
Sínodo estén en el Vaticano dos meses antes (antes de la nueva sesión y antes
del «ferragosto» italiano), es claro que ya quedan sólo 8 meses de posible
trabajo. Y si tenemos en cuenta las vacaciones de Navidad y las de Pascua...
podemos decir que, en limpio, no se sacarán más de 7 meses de trabajo. Muy poco
tiempo para preparar una «Asamblea de decisiones». (Aunque sean decisiones de
un organismo meramente «consultivo», que lo único que puede hacer es formular
unos consejos al Papa -que nadie piense que no estamos todavía en la plena
sumisión tradicional... Comentaremos).
Vicente Jiménez
interviene en la asamblea sinodal
Y es poco tiempo,
porque tampoco están hechos los textos de las proposiciones o propuestas a ser
consideradas para su aprobación, ni siquiera están claros los temas que «están
sobre la mesa»... Se ha solido citar unos cuantos, pero todos dicen que hay o
había otros, que han ido siendo sacados de la mesa sigilosamente y sin
preguntar a la Asamblea... O sea, parece estar un tanto verde la cosa, faltando
solamente ocho meses...
¿Qué hacer? Pues yo
tampoco lo sé, pero me parece que sería bueno «ponernos las pilas». Porque el
momento que se vive en la Iglesia católica en trance de sinodalidad es bien
interesante. Y sí, podría merecer la pena. Puede ser una oportunidad, una gran
oportunidad. ¿Una última oportunidad? Pues a mí personalmente (aunque no soy
ningún visionario) me parece que en cierto sentido sí: puede ser una última
oportunidad.
Lo dicho: pasado ya un
mes de descanso, y faltando ya sólo ocho meses para tomar decisiones, qué bueno
sería que nos pusiéramos a trabajar para aprovechar esta (¿última?)
oportunidad. Nosotros, Servicios Koinonía, vamos a ponernos las pilas, sí. Y os
ofrecemos este espacio de inspiración y creatividad, desde «fuera de la caja».
Vamos para allá.