WILLY
Historia de un niño algo especial que de mayor lo siguió siendo… a su manera
Martín Valmaseda
Dibujos: Karla y Andrea Aguilar
CAPÍTULO 19
Pues al
fin el grupo
formado por Willy, Telma, Vilma, y unos
9 alumnos más, después de hablar
con los amigos verapacenses
fijaron la fecha de un sábado
para su aventura por las aldeas
cercanas (no muy cercanas) a Cobán. Solamente
dos habían salido alguna
vez a zonas rurales
de Guatemala, además de Telma, natural de aquellas tierras.
Ella les dijo que deberían llevar botas de hule, porque si llovía verían lo que habría de lodo. Todos la hicieron caso menos una tal Rosi bastante presumidilla que apareció en la terminal de buses con tacones de aguja, como si fuera a pasear por la sexta avenida. Telma no dijo nada, pero hizo una señal Willy que estaba dispuesto a mandarla a casa con tacones y todos agarraron el bus muy tempranito y salieron entusiasmados como si fueran a la selva del Amazonas.
Hasta Cobán todo fue normal salvo que las orillas de la carretera iban aumentando en arboles y barrancos…
Pero en Cobán
pasaron a la terminal de buses
que ya no era como la de “Monja Blanca” a la capital. -allí les esperaban
unos microbuses un tanto destartalados donde en el
espacio de 10 personas cupieron 17.
No cabían pero
“cabieron”, perdón, cupieron junto con
3 sacos de maíz y dos gallinas.
Hay que decir en honor de Telma
que entonces sacó de su bolsa
un par de botas de hule para la
de zapatos de aguja. Esa Rosi, que se iba
poniendo pálida mientras iban
por la carretera encharcada a la terminal, al ver las botas, dio
un abrazo a Telma y se
cambió de calzado rápidamente. Allí empezó la
movida. Arrancó la camioneta y
después de un rato de carretera con baches
fueron siguiendo los baches sin
carretera y unos caminos de terracería que
no se imaginaba los
estudiantes de la zona 2
de la capital. El busito empezó a trepar
por cuestas hasta que llegó a una aldeita de unas 6
casas ‘¡Aquí termina el trayecto!-
gritó el piloto. Telma
bajó la primera y les demás
fueron saliendo mirando dónde ponían
los pies. Salvo el pequeño
espacio de la aldea todo alrededor eran
árboles, había unas pequeñas
milpas y en una cuesta arriba unas plantaciones desconocidas para los jóvenes, “Eso es cardamomo” dijo Telma,- y señalo a la plantación -
Por ahí
está el canino que
vamos a a seguir para ir a mi
aldea. Sujeten bien sus
mochilas y síganme”.
Con gesto decidido, del que
conoce la ruta toda la vida,
se metió en aquel camino casi invisible. Yo
voy detrás dijo Willy- para
empujar a los retrasados. -se formó una fila de pies que tropezaban por aquel
sendero. Telma paró un
momento. Tengan cuidado a la
derecha hay un barranco,
agárrense a las ramas de la izquierda.
Y así subiendo, tropezando, mirando a lo lejos a ver si
aparecía el pueblo
de su compañera… Uno de los
muchachos la gritó;
“¿falta mucho Telma?.”
Ella contestó sin parar de
caminar: “Cuando subo con mi familia, 20 minutos… con ustedes supongo que tres cuartos de hora”.
Uno de los que iba detrás
se quejó en
voz baja : “nos podían haber avisado”- “El que algo
quiere algo le cuesta “-le contestó Willy que
le escuchó…
A
la media hora, allá
arriba se divisó una
columna de humo y
gritos de niños… Astutamente,
Telma había exagerado el tiempo
de camino para sorprenderles cuando llegasen.
Varios patojillo saltando por las piedras y las ramas se
acercaron a ellos y les quisieron llevar sus mochilas… Déjenselas- les dijo
Telma- ellos están acostumbrados… y
empezó a decirles a los
patojos algo que no entendían
los estudiantes. Algunos delos pequeños aun no hablaban
castilla (español) sólo q´eqchí.
El
grupo se fue acercando al lugar donde la mayor parte de
los vecinos esperaban la
llegada de aquellos compañeros
de Telma. Empezaron los saludos y
las explicaciones que la
compañera les daba. Pero ,
sintiéndolo mucho, se me
termina el tiempo
de este capítulo.
Quien quiera saber más
que tenga paciencia y espere
al capítulo 20.
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