Víctor Manuel Ruano Prensa Libre
Me correspondió la
primera columna de este espacio. Era el primer domingo de octubre de 1998, hace
más de 25 años. Agradezco al equipo de Opiniones, que siempre ha estado
pendiente de mis notas. Conservo la satisfacción de nunca haber dejado de
publicar, incluso durante cinco años que estuve fuera de Guatemala, hasta que
me vi obligado, desde finales del año pasado, por sugerencia de algunos
abogados, mientras se verificaba una eventual orden de captura en mi contra y
de otros dos presbíteros.
Me inspira el estilo de Jesús y su evangelio, me orienta el magisterio social de la Iglesia y el amor a Guatemala
Aunque la situación no
está plenamente aclarada, tomé la decisión de recuperar los espacios —prensa,
radio, X y otros— donde comparto mis reflexiones, manteniéndome alerta y
vigilante, porque cuando un sistema de justicia, como el guatemalteco, está
cooptado por el crimen organizado y por estructuras de impunidad para la
corrupción, cualquier cosa, hasta de las más absurdas, pueden suceder, como el
inaudito caso de José Rubén Zamora y muchos más que conocemos.
Aprovecho para agradecer las manifestaciones de cercanía y solidaridad que recibí de quienes se enteraron de esta situación, pero aquí estoy de nuevo, con más fortaleza, determinación y convicción, confiando en el amor providente y misericordioso de Dios y con la certeza de que no cometí delito alguno.
Además, no debo vivir
escondido, ni huir como fugitivo, mientras los corruptos, ladrones y golpistas
del régimen anterior, con sus tentáculos aún presentes en el Legislativo,
Ministerio Público y Organismo Judicial, amparados por una cuestionada Corte de
Constitucionalidad, andan a sus anchas por el país, y ahora están empecinados
en hacer fracasar el gobierno del Dr. Arévalo y cancelar al Movimiento Semilla.
Las estrategias de terror e intimidación que impulsan estos individuos, de conciencia corrompida y desde las estructuras de poder que usurpan, ¡no me callarán! Estos cobardes, corruptos y criminales ¡no van a silenciarme! No es la primera vez que intentan apagar mi voz, incluso utilizando destacadas figuras eclesiásticas y algunos medios católicos. No lo han logrado antes, tampoco lo harán ahora.
Las amenazas e intentos
por silenciarme no lograrán su objetivo, porque me anima e inspira el estilo de
Jesús y su evangelio, me orienta e ilumina el magisterio social de la Iglesia,
me compromete y alienta el testimonio de los mártires, me entusiasma y empuja
el liderazgo de tantos jóvenes, mujeres y hombres que, desde los pueblos y
diversos sectores de la sociedad civil, mantienen su lucha y su resistencia no
violenta.
Además, porque admiro
el compromiso por un país distinto que durante estos años han mostrado los
responsables del periodismo de investigación con su staff de periodistas
independientes, los más de 45 operadores de justicia y los mejores en el
exilio, el liderazgo genuino de los pueblos indígenas, el valiosísimo aporte al
desarrollo de Guatemala de los migrantes y el compromiso profético de numerosos
laicos y laicas de las comunidades eclesiales.
Por ellos, ellas y el
pueblo empobrecido, no puedo claudicar y no debo vivir en un silencio cómplice.
¡Jamás me callarán! “Ni un paso atrás”, como es la consigna de los pueblos en
resistencia.