Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

Cena Ecológica, parte de la pintura de Maximino Cerezo arreglo: Ana Isabel Pérez y Martín Valmaseda

21 de febrero de 2024

EVANGELIO DEL DOMINGO II DE CUARESMa 25-Febrero-2024(Marcos 9,2-10)Reflexiones Pagola

ESCUCHAR A JESÚS

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos.

Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se le aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús.

Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Estaban asustados, y no sabían lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: ¡Este es mi Hijo amado; escuchadle!

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos (Marcos 9,1-9).

Encerrados en nuestros propios problemas, pasamos junto a las personas, sin apenas detenernos a escuchar realmente a nadie. Se nos está olvidando el arte de escuchar.

Por eso tampoco resulta tan extraño que a los cristianos se nos haya olvidado, en buena parte, que ser creyente es vivir escuchando a Jesús. Sin embargo, solo desde esta escucha nace la verdadera fe cristiana.

La experiencia de escuchar a Jesús hasta el fondo puede ser dolorosa, pero es apasionante. Casi sin darnos cuenta nos va arrancando de seguridades que nos son muy queridas, para atraernos hacia una vida más auténtica.

Vamos descubriendo cuál es la manera más humana de enfrentarnos a los problemas de la vida y al misterio de la muerte.

Hemos de cuidar más en nuestras comunidades cristianas la escucha fiel a Jesús. Escucharle a él nos puede curar de cegueras seculares, nos puede liberar de desalientos y cobardías casi inevitables, puede infundir nuevo vigor a nuestra fe.

NO CONFUNDIR CON NADIE A JESÚS

Pedro reacciona con espontaneidad: <<Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías>>. No ha entendido nada.

Dios mismo le va a corregir de manera solemne: <<Este es mi Hijo amado>>. No hay que confundirlo con nadie. <<Escuchadle a él>>, incluso cuando os habla de un camino de cruz, que termina en resurrección.

Solo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado. No hemos de confundir a nadie con Jesús. Solo él es el Hijo amado. Su Palabra es la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.

Y hemos de escucharla también hoy, cuando nos habla de <<cargar la cruz>> de estos tiempos. El éxito nos hace daño a los cristianos. Nos ha llevado incluso a pensar que era posible una Iglesia fiel a Jesús y a su proyecto del reino sin conflictos, sin rechazo y sin cruz. Hoy se nos ofrecen más posibilidades de vivir como cristianos <<crucificados>>. Nos hará bien. Nos ayudará a recuperar nuestra identidad cristiana.

NUEVA IDENTIDAD CRISTIANA

Para ser cristiano, lo más decisivo no es qué cosas cree una persona, sino que relación vive con Jesús.

Las creencias por lo general no cambian nuestra vida. Uno puede creer que existe Dios, que Jesús ha resucitado y muchas cosas más, pero no ser un buen cristiano. Es la adhesión a Jesús y el contacto con él lo que nos puede transformar.

Lo más decisivo no es creer en la tradición ni en las instituciones, sino centrar nuestra vida en Jesús.

Vivir una relación consciente y cada vez más comprometida con Jesucristo. Solo entonces se puede escuchar su voz en medio de la vida, en la tradición cristiana y en la Iglesia.

Desde Jesús podemos vivir de manera diferente. El mundo no es un campo de batalla donde cada uno se defiende como puede. Nos empieza a doler el sufrimiento de los más indefensos. Nos atrevemos a trabajar por un mundo un poco más humano. Nos podemos parecer más a Jesús.

EL GUSTO DE CREER

Durante muchos siglos, el miedo ha sido uno de los factores que con más fuerza ha motivado y sostenido la religiosidad de bastantes personas. Más de uno aceptaba la doctrina de la Iglesia solo por temor a condenarse eternamente.

Esta experiencia personal no puede ser comunicada a otros con razonamientos y demostraciones, ni será fácilmente admitida por quienes no la han vivido.

Pero es la que sostiene secretamente la fe del creyente incluso cuando, en los momentos de oscuridad ha de caminar <<sin otra luz y guía sino la que en el corazón ardía>> (San Juan de la Cruz).

Tal vez una de las tareas más urgentes de la Iglesia sea hoy despertar <<el gusto de creer>>.

Deberíamos cuidar de manera más cálida las celebraciones litúrgicas, saborear mejor la Palabra de Dios, gustar con más hondura la eucaristía, comulgar gozosamente con Cristo, alimentar nuestra paz interior en el silencio y la comunicación amorosa con Dios. Aprenderíamos a sentirnos a gusto con Dios.

FIDELIDAD A DIOS Y A LA TIERRA

Lo cierto es que hay quienes buscan a Dios sin preocuparse de buscar un mundo mejor y más humano. Y hay quienes se esfuerzan por construir una tierra nueva sin Dios.

Unos buscan a Dios sin mundo. Otros buscan el mundo sin Dios. Unos. Unos creen poder ser fieles a Dios sin preocuparse de la tierra. Otros creen poder ser fieles a la tierra sin abrirse a Dios.

En Jesús, esta disociación no es posible. Nunca habla de Dios sin preocuparse del mundo, y nunca habla del mundo sin el horizonte de Dios.

La <<escena de la transfiguración>> es particularmente significativa.

Jesús conduce a sus discípulos a una <<montaña alta>>, lugar por excelencia de encuentro con Dios según la mentalidad semita.

La reacción de Pedro es explicable: <<¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas…>>. Pedro quiere detener el tiempo, instalarse cómodamente en la experiencia de lo religioso, huir de la tierra.

Jesús, sin embargo, los bajará de la montaña al quehacer diario de la vida.

Quién se encuentra con el Dios encarnado en Jesús siente con más fuerza la injusticia, el desamparo y la autodestrucción de los hombres.

La fidelidad a Dios no nos ha de alejar de la lucha por una tierra más justa, solidaria y fraterna.

José Antonio Pagola

Colaboración de Juan García de Paredes.