Tenemos que oír a los pobres, que antes de leer las letras, leen el mundo con acierto"
La fuerza histórica de
los pobres y oprimidos
Sabiduría indígena
"'La sabiduría del
pobre es despreciada y sus palabras nunca se escuchan'. Eclesiastés
(9,14-16)"
"Esta constatación
me conduce a la teología latinoamericana de la liberación… Hay algo inédito en
ella que supera el asistencialismo y el paternalismo tradicionales que
practicaban la caridad con los pobres pero los dejaban en su situación de
pobres"
"Aportó algo
singular: reconocer la fuerza histórica de los pobres… Cuando se organizan en
comunidades, en movimientos, y participan como ciudadanos en partidos que
buscan la justicia social, revelan su capacidad de presión y hasta de imponer
trasformaciones sociales"
A mí siempre me ha
impresionado una pequeña historia relatada en el libro del Eclesiastés del
Primer Testamento (o Antiguo). Se asume que el Eclesiastés es obra del sabio
rey Salomón. Sería lo que hoy llamaríamos un académico o un profesor
universitario (en hebreo Qohelet). Es conocido por la expresión “vanidad de
vanidades; todo es vanidad” (1,2). Algunas versiones modernas traducen:
“ilusión, pura ilusión; todo es ilusión”.
Todo el libro es una
búsqueda incansable de la felicidad, pero se enfrenta con la muerte inevitable
que vuelve todas las búsquedas, ilusiones, puras ilusiones. No por eso deja de
ser temeroso de Dios y ético al indignarse frente a las opresiones: “cuántas
son las lágrimas de los oprimidos sin nadie que los consuele cuando están bajo
el poder de los opresores… feliz aquel que no llegó a nacer porque no ha visto
la maldad que se comete bajo el sol” (4,1.3).
La pequeña historia
reza así: “Había una ciudad de pocos habitantes. Un rey poderoso marchó sobre
ella, la sitió y levantó contra ella grandes rampas de ataque. En la ciudad
había un hombre pobre, y sabio, que podría haberla salvado con su sabiduría.
Pero nadie se acordó de aquel hombre pobre. La sabiduría del pobre es
despreciada y sus palabras nunca se escuchan” (9,14-16).
Esta constatación me
conduce a la teología latinoamericana de la liberación. Es una teología cuyo
eje articulador es “la opción no excluyente por los pobres, contra la pobreza y
por su liberación”. Ella da centralidad a los pobres como lo hace el evangelio
del Jesús histórico: “felices vosotros los pobres porque vuestro es el Reino de
Dios” (Lucas 6,20). Pero hay algo inédito en la Teología de la Liberación que
supera el asistencialismo y el paternalismo tradicionales que practicaban la
caridad con los pobres pero los dejaban en su situación de pobres.
La Teología de la
Liberación aportó algo singular: reconocer la fuerza histórica de los pobres.
Ellos comenzaron a tomar conciencia de que su pobreza no es querida por Dios,
ni es natural, sino consecuencia de fuerzas sociales y políticas que los
explotan para enriquecerse a costa de ellos, haciéndolos así pobres. Entonces,
no son simplemente pobres, son oprimidos.
Contra toda opresión
aparece la liberación. Concientizados de este hecho y organizados, constituyen
fuerzas sociales capaces, junto con otras fuerzas, de cambiar la sociedad para
que sea mejor, no tan injusta, opresora y desigual.
Los cristianos se inspiraron en la tradición del Éxodo (“oí el clamor de mi pueblo oprimido, y bajé a liberarlo”, Ex 3,7), en la de los profetas que, contra los opresores de los pobres y de las viudas, denunciaban a las élites dominantes y a los reyes (Isaías, Amós, Oseas, Jeremías), haciendo decir a Dios: “misericordia quiero y no sacrificios; buscad el derecho, corregid al opresor, haced justicia al huérfano y a la viuda” (Isaías, 1,17), pero principalmente en la práctica del Jesús histórico que estaba siempre claramente del lado de la vida sufriente, especialmente de los pobres, de los enfermos, de los marginados, de las mujeres, ejerciendo una práctica verdaderamente liberadora de los padecimientos humanos. Les anunciaba el proyecto de Dios, una revolución absoluta: un Reino de amor, de paz, de perdón, de compasión y también de dominio sobre la naturaleza revelada.
Esta es la base de la
teología de la liberación. Marx no fue nunca padre ni padrino de este tipo de
teología, como muchos la acusan todavía hoy. La teología de la liberación se
fundamenta en la tradición profética y en la práctica del Jesús histórico. No
olvidemos que él fue juzgado, condenado y levantado en una cruz por los
religiosos de su tiempo, asociados con el poder político romano, a causa de la
libertad que se tomaba ante las leyes opresoras y la imagen de un Dios
vengador. Puso todo bajo la criba del amor y de la misericordia. Si no servían
al amor y no llevaban a la misericordia él rompía con costumbres y tradiciones
que pesaban sobre la vida de todo el pueblo.
La Teología de la Liberación
dio un voto de confianza a los pobres, considerándolos protagonistas de su
propia liberación y actores en una sociedad como la nuestra que crea más y más
pobres y vergonzosamente los desprecia y los relega a la marginalidad. Ella se
funda sobre la explotación de las personas, sobre la competición y no sobre la
solidaridad, y sobre la depredación irresponsable de la naturaleza y no sobre
su cuidado.
"Cuando se
organizan en comunidades, en movimientos, y participan como ciudadanos en
partidos que buscan la justicia social, revelan su capacidad de presión y hasta
de imponer trasformaciones sociales"
La experiencia que
hicimos es exactamente la narrada en el libro del Eclesiastés: los pobres son
sabios, nos enseñan, pues su saber está hecho de experiencias; hacemos un
intercambio de saberes, entre el nuestro científico y el experiencial de ellos
y así sumamos fuerzas. Descubrimos que cuando se organizan en comunidades, en
movimientos, y participan como ciudadanos en partidos que buscan la justicia
social, revelan su capacidad de presión y hasta de imponer trasformaciones
sociales.
¿Pero cuáles son los
políticos en los parlamentos y los pocos gobiernos que los escuchan y atienden
sus reivindicaciones? Generalmente sólo se cuenta con ellos cuando hay elecciones,
para seducirlos para sus proyectos, por lo general ficticios.
Voy a contar, no sin
cierto apuro, lo que pasó conmigo. El gran filósofo y jurista Norberto Bobbio
de la Universidad “degli Studi” de Turín quiso honrar a la Teología de la
Liberación, concediéndome el título de “doctor honoris causa” en política.
Sectores del Vaticano y el cardenal de Turín ejercieron una fuerte presión para
que ese evento no se realizase, lo que irritó sobremanera al filósofo-jurista
Bobbio. El evento se realizó con su presencia, ya mayor y enfermo. En el
diploma universitario se leía: “La personalidad del franciscano Leonardo Boff
se destaca tanto en la investigación en ciencias políticas y teológicas, como
en el compromiso ético y social. Sus escritos y su reflexión, altamente
originales y movidos por una pasión cívica, están en el centro de un debate
político y eclesiástico fervoroso en el mundo contemporáneo”. El 27 de
noviembre de 1990 me fue concedido el título mencionado.
Noberto Bobbio quedó tan impresionado con el discurso que pronuncié como agradecimiento al título, que comentó:“Nosotros, los de la izquierda, teníamos que esperar a un teólogo para recordarnos que los pobres son sujetos de la historia” (cf. M. Losano, Norberto Bobbio: uma biografia cultural, E. Unesp 2022, pp 460-463).
Para mí era la
confirmación de la verdad de la historia del Eclesiastés: tenemos que oír a los
pobres (por su causa me honraron con el título) que antes de leer las letras,
leen el mundo con acierto. Sin la sabiduría de ellos y la de los pueblos
originarios no salvaremos nuestras sociedades ni tampoco evitaremos las catástrofes
de nuestra civilización.
*Leonardo Boff ha
escrito Brasil: concluir la refundación o prolongar la dependencia, Vozes 2018;
La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023.
Traducción de MªJosé Gavito
Milano
DE RELIGIÓN DIGITAL