13 de marzo de 2024
Estamos en marzo del
año 2024, en pleno siglo XXI. La humanidad lleva ya un largo camino recorrido desde
sus orígenes en la historia de las civilizaciones, pero viendo el comportamiento
de varios líderes mundiales pertenecientes a las naciones más desarrolladas, se
diría que estamos retrocediendo en valores de esa humanidad que nos falta.
Cuando se supone que deberíamos haber aprendido las numerosas lecciones que la
vida nos ha dado al anteponer los egoísmos y los odios por encima de la colaboración,
la mano tendida y la ayuda a los que presentan más dificultades.
Frente a eso, el
presidente francés Emmanuel Macron pretendía hace tan sólo un mes promulgar una
ley con duras medidas para las personas inmigrantes en Francia, la cual tuvo
que modificar el Consejo Constitucional francés, dejando momentáneamente fuera
de esta norma la creación del delito de estancia irregular, el endurecimiento
del acceso a las prestaciones sociales para los inmigrantes, o el establecimiento
de cuotas migratorias anuales.
Por su parte, el pasado
18 de enero, la Cámara de los Comunes del Reino Unido aprobó un proyecto de ley
para expulsar inmigrantes ilegales a Ruanda, independientemente de cual fuera
el origen de estos inmigrantes, si bien, esta barbaridad de ley se encuentra
por el momento en revisión por la justicia británica, por lo que supone tratar
a seres humanos mucho peor que al ganado. Rusia está utilizando a miles de
migrantes como arma de presión contra países vecinos (tal es el caso de
Finlandia o Polonia), sin importarle nada las condiciones de miseria y desatención
en las que se encuentran todas estas personas, pues lo único que buscan es la
desestabilización política y social de sus enemigos.
¿Y qué decir de las
ideas del aspirante a la Casa Blanca Donald Trump? El pasado 24 de febrero dejó
claro su odio sin límites a las personas que tratan de alcanzar una vida digna
en los Estados Unidos, irónicamente tal como había hecho años atrás el abuelo
de Trump cuando emigró desde Alemania con esa misma finalidad. Pero la desatada
xenofobia de este hacedor de fortuna metido a político sin escrúpulos, que mide
la valía de cada individuo según sea de abultada su cuenta corriente y sus
posesiones materiales, anunció que, en caso de salir elegido presidente en el
próximo mes de noviembre, llevará a cabo la deportación más grande en la
historia de aquella nación, dicho sea de paso, forjada precisamente a base de
inmigrantes procedentes de muchas partes del mundo. Trump no escatimó en
desprecios e insultos a quienes no tienen el color de la piel como la suya, no
son rubios como él, no hablan el idioma inglés como él, y no tienen suntuosas
propiedades como el rascacielos Trump Tower de Nueva york, con salas inmensas
recubiertas de oro macizo, como lo tiene él. Como podemos ver, toda una serie
de valores que no podrá llevarse consigo el dirigente norteamericano el día que
le toque entregar su alma a quien corresponda.
Frente a toda esta
catarata de odio, racismo, crueldad y desentendimiento, ayer en España se
presentó una ILP (iniciativa legislativa popular) en el Congreso de los Diputados,
respaldada por más de 800 asociaciones y colectivos de ayuda al inmigrante,
cuya finalidad es la de regularizar la situación en España de más de medio
millón de personas que ahora viven en la clandestinidad, la precariedad y la incertidumbre
acerca de qué será de sus vidas y la de sus familias.
Esta ILP está
respaldada claramente por la Iglesia Católica, en palabras del arzobispo
Monseñor Luis Argüello, recientemente elegido presidente de la Conferencia
Episcopal Española, quien subrayó este fin de semana la necesidad de fortalecer
el sentimiento de acogida y comprensión hacia las personas que acuden a nuestra
sociedad en busca de un futuro digno y estable para sus vidas. La decisión de nuestros
representantes políticos sobre esta iniciativa deberá ser tomada el próximo mes
de mayo, pidiendo a Dios que, a la hora de afrontar la decisión que puede
cambiar para bien la vida de tanta gente, pesen más los valores de solidaridad,
humanidad y acogimiento que los del rechazo por motivos discriminatorios y egoístas.
El mundo es de todos y
resulta gratificante compartirlo. En lugar de crear recintos territoriales
estancos que se miran al ombligo de su desarrollo en continua comparación de superioridad
con aquellos pueblos subdesarrollados poblados por individuos que no merecen ni
siquiera nuestra mirada, resulta imprescindible que más y más voces se alcen
con la mente y los brazos abiertos, pues con esa actitud lo que se abre es el
corazón y la conciencia de pertenecer a una sociedad que merezca la pena
construir.
También es bueno
recordar que, hasta no hace mucho tiempo, o incluso hoy en día sigue ocurriendo
en muchos países, precisamente aquellos que ahora manifiestan rechazo y odio
hacia el fenómeno migratorio, desembarcaban en esas tierras africanas,
asiáticas o americanas para esquilmar sus tesoros naturales (minerales,
maderas, especias, oro y diamantes, etc), para enriquecer aún más a una parte
del mundo a costa de la otra. Aunque solo fuera por un mero sentido de la
compensación histórica, la conclusión que debe extraer cada persona de bien es
el orgullo de respaldar la iniciativa española frente a posturas populistas y
xenófobas que mueven los vientos del odio que hablábamos al principio de este comunicado.
De esta forma, seremos
más, nos mezclaremos más, nos enriqueceremos más en valores, en cultura, seremos
mejores personas y, también, seremos más felices, al sentir en nuestro interior
lo mejor del ser humano.
Amigos, comienza
nuestro TIEMPO DE SILENCIO.
MESA DIOCESANA DE ATENCION Y ACOGIDA DE MIGRANTES Y REFUGIADOS DE CÁDIZ
Colaboración de Juan García de Paredes