SAN JUAN DE LA CRUZ
De entre todos los hombres que conforman los pasos de esa historia, San Juan de la Cruz destaca por el enraizamiento de su espiritualidad en el hombre esencial, que es cuerpo y alma, y, aunque no tiene dos cabezas ni dos corazones, siente fuertes tendencias contradictorias dentro de sí. Juan repite en sus escritos que Dios lleva al hombre al modo del hombre.
Juan vivió en la frontera de la fe y respondió desde ella a los grandes interrogantes del hombre. Sabía que en los dominios de la fe siempre es de noche y en los de la razón no siempre brilla el día.
En el amor encontró respuesta satisfactoria a las aspiraciones más profundas de la persona. Dios es amor, y como es amor lo profundamente humano del hombre, para él la dignidad más alta consiste en la llamada de Dios a unirse con él.
Porque la fe (…) son los pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina.
El amor es la inclinación, fuerza y virtud del alma para ir a Dios; así cuantos más grados tenga de amor, tanto más profundamente entrará en Dios y se concentrará en él.
La fe constituye el corazón de la noche.
Dios es la sustancia de la fe; la fe, los pies con que el alma va a Dios; y el amor, la guía que la encamina.
<<La fe es noche oscura para el alma>>. Este proceso de oscuridad tiene su reverso en la alegría del encuentro con el Amado>>
POESÍA DE SAN JUAN DE LA CRUZ
MORIR DE AMOR
Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.
Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo (…)
Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi? (…)
Mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.
San Juan de la Cruz
Colaboración de Juan García de Paredes.